-¿Cuáles son las expectativas del PI para las elecciones de octubre?
-El objetivo es incrementar nuestra representación parlamentaria, y las expectativas son optimistas. Sacando un promedio de las encuestas, tendríamos una votación superior a la de 2009. Vamos a tener un Parlamento más fraccionado, y eso va a ser importante para el futuro del país. Es bueno que haya más juego político y más capacidad de diálogo. El presidente que resulte electo tendrá la necesidad de buscar acuerdos, y el PI va a jugar un papel importante en eso.
-Podría haber un escenario en el que ni el FA ni los partidos tradicionales juntos alcancen una mayoría parlamentaria y que el PI sea el que tenga la llave de las decisiones legislativas.
-Creo que estaría bueno. En esa situación, que se puede plantear, vamos a ser el único partido que puede operar de puente entre los dos bloques. El PI puede generar condiciones para articular y que se pase de una situación de confrontación a una de diálogo y de búsqueda de acuerdos. En estas elecciones los ciudadanos pueden votar una cosa en octubre y otra en noviembre. En las dos anteriores no se sabía si habría noviembre, entonces la gente se jugaba todo a una sola baraja, porque el FA ganaba o podía ganar en primera vuelta. Pero esta vez, la gente tiene la oportunidad de votar en octubre el Parlamento y en noviembre al presidente. Mucha gente va a votar al PI al Parlamento y después elegirá qué presidente votará en noviembre. Esto le da fuerza al PI para que, si por ejemplo gana Tabaré Vázquez -que es la opción más probable-, no quede preso de los sectores más radicales del FA, y si gana Luis Lacalle Pou, no quede preso de los sectores más conservadores de la derecha de blancos y colorados.
-¿El PI tiene resuelto qué votará si hay segunda vuelta?
-Desde hoy hasta el 26 de octubre la campaña se centra en que hay que votar al PI. Después, el partido tendrá que sentarse y analizar la realidad, y va a tener que mandar señales de cuál será su posición, que puede ser cualquiera de las disponibles e incluso la de dejar en libertad de acción a sus votantes, tal como lo hizo en 2009.
-¿De qué partido proviene el electorado que según las encuestas hace crecer al PI?
-En buena medida es gente que votó al FA y hoy siente cierta decepción. También podemos estar captando votos wilsonistas y batllistas, porque no hay que olvidar que los sectores más a la izquierda de los partidos tradicionales fueron derrotados en las internas por los más conservadores. Pero tengo la impresión de que van a apoyar al PI votantes del FA -capaz que no son frenteamplistas de identidad- que están desilusionados por el fracaso en la aplicación de políticas de gobierno en educación, seguridad y salud, así como en la cuestión ética de la política. El FA ha generado la sensación de que le pasaron las mismas cosas que les criticábamos a blancos y colorados, como el asunto del clientelismo, la cuotificación, el amiguismo y el mirar para el costado frente a hechos de corrupción.
-En la propaganda electoral se definen como “la otra izquierda” y en los discursos quieren dejar claro que vienen de esa tradición.
-Es que ése es nuestro origen. Los principales dirigentes del PI -aunque hay gente que viene de otras historias- venimos de aquel primer Nuevo Espacio que se fue del FA en 1989, con el acuerdo del Partido por el Gobierno del Pueblo y el Partido Demócrata Cristiano. El propio Conrado Ramos [candidato a la vicepresidencia] viene del FA. Nos identificamos con una izquierda democrática, moderada, con una izquierda que algunos llaman socialdemócrata.
-El PI plantea que hay que transformar el crecimiento en desarrollo humano. ¿Qué significa?
-El desarrollo humano es poner énfasis en las dimensiones que están relacionadas con lo social y con la equidad y la igualdad. El desarrollo no sólo es un término asociado a lo económico. Hemos tenido diez años de crecimiento económico fantástico, y eso es una gran noticia. Aumentaron los ingresos de la gente, aumentó el consumo, y en términos generales eso es muy positivo. Pero nos está faltando consolidar las otras dimensiones del desarrollo. Por ejemplo, no podemos hablar de una sociedad con desarrollo humano cuando tenemos una educación en la situación crítica en la que se encuentra.
-¿Qué propone el PI para la educación?
-Un primer paso es que la educación esté en manos de una conducción política. Hay que hacer una transformación en todos los niveles, hay que cambiar el modelo de gestión de los centros educativos, hay que ir hacia un modelo de gestión mucho más comunitario y reformular los planes y la estructura curricular. Hay consenso en que la educación básica sea de nueve años y no de seis más tres. Además, hay que jerarquizar la formación docente; la reforma no se puede hacer sin los docentes y hay que dialogar mucho con ellos, pero los gremios docentes tienen reflejos conservadores que no están representando adecuadamente las posibilidades de que mejoren su calidad de vida laboral.
-¿Qué votará el PI cuando se trate el proyecto de Universidad de Educación en la Asamblea General?
-No lo votamos. Nos parece que no se trata de aprobar una universidad nueva juntando el Instituto de Profesores Artigas y Magisterio, sino que hay que pensar en una transformación de la formación docente que dé más vuelo y se vincule más con las universidades. Creo que hay que otorgar el título universitario y dar a los docentes la oportunidad de especializarse en forma permanente en un instituto a cargo de la Administración Nacional de Educación Pública.
-¿Cuáles son las propuestas con respecto a la seguridad pública?
-Las causas de la inseguridad son dos. Una de ellas es la crisis que Uruguay vivió en los últimos 20 años. Hubo un proceso de deterioro del tejido social y eso significa que hay sectores de la sociedad que no comulgaron con las mismas normas y valores que el conjunto. Se ha quebrado ese tejido que permitió que personas de distintos sectores sociales y de diferentes situaciones económicas y culturales compartan un mismo marco de referencias y valores de comportamiento. Pero el otro gran factor que ha impactado en la inseguridad es la crisis de la Policía, que es consecuencia directa de los gobiernos que ha tenido este país. Los blancos y colorados ponen el grito en el cielo con el tema de la inseguridad, pero han sido sus gobiernos los actores protagónicos de las causas de la inseguridad, porque dejaron caer a la Policía, le votaron presupuestos de hambre durante décadas y le inventaron el servicio 222, que lo único que hizo fue que decayera la dedicación de los policías. No se invirtió en armas, en tecnología ni en capacitación y entrenamiento. Ese cóctel tiene un único resultado: el incremento de la inseguridad. Pero es justo decir que en este período de gobierno se llevaron adelante una serie de medidas que van en la dirección correcta. La eliminación paulatina del servicio 222, el aumento gradual de las remuneraciones policiales, la inversión en armas y en tecnología, la inversión en capacidad carcelaria para evitar el hacinamiento. Sin embargo, no tenemos resultados. Hay que seguir en este camino.
-Entonces el PI no es de los que piden la renuncia del ministro del Interior, Eduardo Bonomi.
-No. Pero me parece que [Tabaré] Vázquez, si es electo presidente, no lo debe mantener como ministro. Nunca le pedimos la renuncia a Bonomi, pero nos parece que ya estuvo cinco años y hay que cambiar. Hay un desgaste, y si querés seguir avanzando, hay que cambiar.
-Y sobre salud, ¿qué piensan?
-La salud vivió un proceso de reforma que compartimos, pero que en su ejecución ha generado algunos flancos complicados. La Administración de los Servicios de Salud del Estado gasta más del doble que antes, atiende a la mitad de los usuarios y la calidad de la atención es mala. El sistema mutual se ha llenado de gente y ha recibido requerimientos mayores del Ministerio de Salud Pública para la atención. Conclusión: tenemos hoy una demora en la atención por un especialista de dos o tres meses, y eso antes no era así. La reforma nos ha salido mal. Tenemos que reformar la reforma.