En su artículo, Caetano analiza los resultados de las internas de junio de 2014 y el transcurso de la campaña electoral. Sostiene que hasta el momento, la campaña “ha presentado perfiles más bien mediocres en términos de debate de ideas”. Rechaza el concepto utilizado por la oposición de “década perdida” para referirse a los diez años de gobiernos del Frente Amplio, ya que “si se repasan los indicadores sociales y económicos, no resulta sencillo fundamentar ese diagnóstico”. “El hecho de que ningún candidato de la oposición argumente hoy en favor de retornar a la ausencia de los consejos de salarios o a la desregulación de las relaciones laborales propias del período 1991-2005, constituye un reconocimiento implícito de que hay avances irreversibles que llegaron para quedarse, gobierne quien gobierne”, evalúa Caetano.

Del otro lado, el historiador considera que desde el oficialismo, la “filosofía del ‘vamos bien’” no puede “opacar la necesidad imperiosa de reconocer ciertos desajustes que la bonanza económica no hace sino resaltar”, como “el contraste marcado entre el crecimiento de la economía y la situación de deterioro que exhiben aspectos claves para una sociedad desarrollada”, como la salud, la educación y la infraestructura.

Caetano sostiene que los resultados de las elecciones de junio, con el triunfo sorpresivo del candidato nacionalista Luis Lacalle Pou, reafirman la hipótesis de que actualmente, la correspondencia entre ganar la campaña y ganar la elección “parece haberse consolidado”, y que la victoria electoral no está asegurada por haber realizado un gobierno exitoso. “Esto ocurre no porque los electores se vuelvan irracionales sino porque se vuelven más exigentes, porque requieren relatos persuasivos y convincentes acerca de lo que una decisión electoral implica en una perspectiva más larga”, evalúa.

Agrega que, en tiempos de “la cultura de lo instantáneo”, la desmemoria “también llega a la política”, y esto permite que puedan “‘borrarse huellas’ con más facilidad de lo esperado que la calificación exigente sobre ‘lo nuevo’ se debilite y que historias muy recientes (y presentes, pues el pasado siempre llega de un modo u otro al presente) se invisibilicen o parezcan desaparecer, habilitando la promoción de simulacros muy light acerca de los proyectos de futuro”. Afirma que “para que la historia no desaparezca de los debates” es imprescindible que exista un narrador “que sepa contarla y debatirla con convicción y capacidad”. Y que la desaparición de la historia, “que favorece a unos en desmedro de otros”, no debe atribuirse a la “desmemoria del electorado” sino a la “ausencia o al fracaso del relato de los dirigentes políticos”.

Finalmente, Caetano concluye que hoy las campañas electorales tienen “un mayor peso decisorio” y que hay “mayor incertidumbre” en la definición de las elecciones. En ese contexto, “la capacidad de convocar a los indecisos, a los descontentos y a los ‘no creyentes’ se vuelve más central”. “Una vez más, para una izquierda que ha sido razonablemente exitosa en el gobierno, más de lo mismo no alcanza. La filosofía del ‘vamos bien’, que como se ha visto fue el eslogan de campaña de Tabaré Vázquez durante las internas, no parece convincente como ‘idea fuerza’ para captar a los ‘no creyentes’ y sobre todo a los ‘descontentos’ de la izquierda”, analiza el historiador. Agrega que “invocar la experiencia acumulada para no confrontar ideas y propuestas con los adversarios”, en probable referencia al candidato frenteamplista, Tabaré Vázquez, “parece un camino riesgoso, tal vez hasta imprudente e insensato”. No obstante, agrega que “lo menos relevante” es si esa confrontación sucede por medio de un debate televisivo. “En suma, para ganar el favor de los electores, con seguridad habrá que animarse a ganar la campaña”, finaliza.

Del dicho al hecho

El diario El País accedió a los presupuestos de campaña de los distintos partidos para las elecciones de octubre y los publicó ayer. Según las declaraciones entregadas a la Corte Electoral, el Frente Amplio dispondrá de 6.213.312 dólares para la campaña electoral, el Partido Nacional de 2.427.868, el Partido Colorado de 1.249.516 y el Partido Independiente de 604.569.

Sin embargo, según un artículo del politólogo Daniel Chasquetti que aparece en el Informe de coyuntura, estas declaraciones distan mucho de las cifras reales y efectivas que se gastan en las campañas, o al menos así fue en las elecciones internas de junio. “La proyección del gasto que realizaron los partidos antes de la campaña ni siquiera alcanzaba para cubrir lo que efectivamente se gastó en publicidad televisiva”, sostiene Chasquetti en el artículo. Agrega que el gasto total de la campaña “puede haber sido perfectamente el doble de lo que los partidos habían proyectado en un inicio”.

El politólogo ejemplifica con el caso de la campaña del candidato nacionalista, Luis Lacalle Pou, quien “a comienzos de mayo afirmó que recibiría contribuciones por 500.000 de empresas vinculadas al agro, logística, hotelería, construcción y transporte, y que su grupo preveía recaudar otro tanto mediante la realización de cenas y rifas”. Sin embargo, “una parte importante de los montos de su campaña permanecen sin explicación y razonablemente responden a otras donaciones privadas no divulgadas”, señala.

Chasquetti sostiene que el problema radica en que la Corte Electoral no controla si las declaraciones se corresponden con la realidad, y por tanto, no sólo existe riesgo de que el financiamiento privado llegue a modificar conductas políticas. “El peor escenario no es ése, sino el que se vincula con el dinero del narcotráfico o de los negocios ilegales”, advierte.