-¿Cuál es el modelo de gobierno de América Latina que más se parece al que la UP quisiera instaurar en el Uruguay?

-No podemos contestar esa pregunta. Hemos consensuado una clara definición artiguista sobre la soberanía particular de los pueblos. Por lo tanto, a los Estados de la región los definimos exclusivamente en función de su soberanía o dependencia a las transnacionales y el imperio. Desde ese punto de vista, hay países que están realmente enfrentados y no nos metemos en su interna, como los de la Alianza Bolivariana para América [ALBA], países que tienen una política ambigua pero con ciertos conatos de resistencia, como Argentina y Brasil, y países que están entregados totalmente, de pies y manos, como Paraguay y Colombia. Si esto fuera “uno, dos y tres”, veríamos a Uruguay como 2,5, desgraciadamente, por su sometimiento a las transnacionales casi lindero a la entrega total. Nosotros seguimos a [José Gervasio] Artigas. ¿A quién nos queremos parecer? A Artigas.

-¿Qué factores explican que la UP no pueda crecer más de 1%?

-El problema es que nos han creado un muro de silencio y ha surgido, además, una serie de calumnias que ha circulado desde el inicio de esta segunda etapa de UP. Por ejemplo, [el año pasado] hubo vándalos infiltrados en la hinchada de Peñarol, y el ministro del Interior, [Eduardo] Bonomi, acusó a grupos radicales e informó al diario El País que se estaba investigando a gente de UP. Desde luego, no pudieron presentar pruebas, pero el rumor pervive, y mucha gente dice: “UP son los tupamaros violentos y no los tupamaros buenos que están en el gobierno”. Pero el aspecto central es que el muro de silencio hizo que las cinco empresas que hacen encuestas ni siquiera le dieran a la ciudadanía el derecho a saber que existimos, y nos calificaban de “otros”. Eso sólo lo pudimos revertir con una muy buena votación en las internas [0,57%], cuando vencimos ampliamente al PI. Ahora nos tienen que nombrar, pero perdimos un año y medio.

-¿A quién votarían en un eventual balotaje?

-No hemos perdido un solo minuto en discutir un balotaje, nosotros votamos UP.

-¿Cómo hace campaña UP?

-Para los cuatro partidos con representación parlamentaria la campaña política es inversión: tantos dólares, tantos votos. Los dólares significan asesor de imagen, inversión en la televisión. Para nosotros, la campaña electoral es la organización por abajo, puerta a puerta, es usar los muros que nos dejan antes de que los tapen. Los muros son la televisión de los pobres. Es un trabajo de hormiga, [pero] lo que hemos construido es irreversible. Las reuniones en casas de familia han sido la metodología esencial, mediante una plataforma común con grupos de ciudadanos pensantes que se atreven a imaginar políticas públicas diferentes, desde Bella Unión hasta el Chuy. Alguna gente cree que atornillando dos diputados en el Parlamento vamos a hacer buena letra y podremos ganar las próximas elecciones. Cinco años es excesivo para las urgencias que tiene Uruguay. Ahora es que está agazapada la megaminería, el fracking, la expansión del monocultivo forestal y la instalación de venenos. Ya están muriendo, como moscas, niños en Cainsa [localidad de Artigas] y Cebollatí [Rocha]. Es brutal lo que se está tapando.

-¿Qué proyectos de ley presentarían en caso de llegar a la Cámara de Diputados?

-Tenemos un programa máximo y uno mínimo. El máximo, visto desde la óptica de algunas organizaciones políticas de UP, es el programa mínimo, porque aspiran a más; algunas de ellas al socialismo, otros, como los Humanistas, a una sociedad totalmente autogestionada. Somos muy realistas; no podemos implementar el programa máximo con dos diputados. Por eso, lo que planteamos para una bancada parlamentaria son dos tipos de proyectos: los de emergencia, para mitigar de inmediato los impactos más nefastos del modelo de saqueo neoliberal, y los vitrina, difícilmente objetables, que demuestren que una nueva forma de relacionarse con la tierra no genera menos trabajo, sino todo lo contrario, y que hay mercado internacional para la agricultura orgánica. Queremos usar las 16 millones de hectáreas de Uruguay como carta de negociación para que los insumos del exterior que sí necesitamos sean negociados de igual a igual, y no de rodillas como está [haciendo] ahora el Estado uruguayo.

-Uno de los ejes en su programa de gobierno es la reforma del modelo agrario. ¿De qué se trata?

-Es imprescindible un cambio total en la forma de proteger y cuidar la tierra. El recurso es parte esencial de una primera fase de la liberación nacional, que es recuperar la soberanía del Estado. La agroecología no se resuelve sin soberanía del Estado; el saqueo transnacional genera que los proyectos agroecológicos más laudables, más plausibles, sean acorralados por el envenenamiento de la tierra y las aguas. La línea divisoria verdadera entre un proyecto de liberación y uno de entrega es ver cómo se usa la tierra y en manos de quién está. Todo lo demás es palabrerío. La tierra es el indicador fundamental del sistema político, de un Estado y de un gobierno.

-También plantean crear una industria nacional pesquera.

-Tenemos 12 millones de hectáreas de superficie de agua pesquera. El Río de la Plata debe ser la única superficie que combina pesca de agua dulce con altamar, y toda la de altamar se la llevan empresas coreanas y españolas; y en los grandes ríos que no están tan contaminados, empresas brasileñas con redes prohibidas se llevan todo, hasta los alevinos. Nosotros tenemos una Dirección Nacional de Recursos Acuáticos [Dinara] que es cómplice de este saqueo y del precio altísimo que tiene el pescado en nuestro mercado para el consumo de la gente. Si lográramos organizar cooperativas de autogestión, que incluso gestionen insumos en el extranjero, daríamos un primer paso hacia nuestro objetivo central, que es una flota pesquera nacional, un juicio político y penal a las direcciones de la Dinara y una denuncia de lo que está haciendo la Prefectura [Nacional Naval], que también mira para otro lado y permite que nos roben los recursos.

-¿Cómo definiría a los partidos políticos según la relación que tienen con la tierra y el agua?

-Los cuatro son cómplices de la contrarrevolución agraria. El neoliberalismo blanquicolorado de las últimas décadas tuvo una política de preservación del latifundio, y el FA, después de luchar por la tierra, hoy consolida el latifundio; encima, uno destructor en dimensiones jamás vistas.

-A nivel sindical hay sintonía de UP con los sectores clasistas y combativos. Desde la dirigencia del PIT-CNT se cuestiona que estos espacios sindicales debilitan la unidad del movimiento sindical.

-El problema no es culpa de UP; la cúpula del PIT-CNT se ha transformado en operador político del mal llamado Partido Comunista, y ese operador político se ha hecho, incluso, megaminero, porque coinciden con el discurso entreguista del FA, de que si las trasnacionales nos dan de comer tenemos que ponernos de rodillas ante ellas. Aratirí le donó al SUNCA [Sindicato Único Nacional de la Construcción y Afines] un local sindical con fibra óptica en Cerro Chato. El SUNCA es partidario de la megaminería igual que la cúpula del Sindicato Obrero de la Industria de la Madera y Anexos (SOIMA). Sin embargo, la clase obrera uruguaya tiene grandes tradiciones de lucha, y para nosotros, cuanto más unida, mejor. Desde UP planteamos la independencia de clase total de los movimientos obreros y sociales, y UP no va a tener un solo pronunciamiento propio sobre la interna del movimiento obrero.

-¿Cómo abordarían la defensa nacional del país?

-Está en el programa mínimo, y es de juicio y castigo. Entendemos que el FA, que durante dos períodos tuvo mayoría parlamentaria, no anuló la ley de caducidad, lo cual hace a la cúpula del FA cómplice de delitos de lesa humanidad, por no haber anulado esta ley anticonstitucional. En segundo lugar, nos preocupan las nuevas generaciones de las Fuerzas Armadas (FFAA). No puede ser que un gurí o una gurisa que va al Liceo Militar tenga una formación en historia y en ciencias humanísticas diferente al resto de los muchachos de Uruguay, con plata que es del Estado. Por lo tanto, una de las primeras cosas que planteamos es que esas asignaturas pasen al liceo público y no sean impartidas por gente eventualmente golpista, como ahora. En segundo lugar, planteamos un cambio sustancial de la formación de los futuros suboficiales y oficiales de las FFAA, a partir de una lectura artiguista, antiimperialista y de integración continental. No puede ser que no sean custodios de la dignidad nacional, y que estén en la corrupción que están. El ministro [Eleuterio Fernández] Huidobro -ignoro si en un estado alterado de conciencia o qué- hizo una confesión dramática: le preguntaron por qué había tanta corrupción en la Armada y dijo: “Bueno, será porque es el único lugar en el que se investiga”. Queremos un control popular ciudadano sobre los recursos y unas FFAA con una mentalidad radicalmente distinta, al servicio de un proyecto de soberanía nacional y profundamente antiimperialista. Muchos oficiales de nuestro Ejército tienen en su sombrero de uniforme el distintivo artiguista; bueno, señores, ahora gánenselo. Digan dónde están los desaparecidos, exijan juicio y castigo, condenen esas FFAA que nacieron asesinando charrúas en Salsipuedes, que violaron mujeres en Paraguay y apoyaron toda violación de los derechos humanos que hubo en el país. Porque ésa es la historia de nuestras FFAA. Ahora, si los oficiales jóvenes no quieren seguir con esa tradición, también ellos tienen que jugársela.

Yo no le pedí al FA un milagro en diez años, le pedí una brújula, y eso es en lo que falló.