Más de un blanco debe estar pensando que el Partido de la Concertación (PdlC) es un pésimo negocio. La renuncia de Ney Castillo a su postulación para la intendencia montevideana por ese lema revela la profundidad de los problemas del Partido Colorado (donde se fragmenta la conducción de un electorado decreciente) y convierte la asociación con éste en un pesado lastre. Pero también indica hasta qué punto es incierto el futuro de toda la oposición.
Desde que el Frente Amplio (FA) definió sus candidaturas y hasta la semana pasada, lo mejor que podían esperar los impulsores del PdlC era una derrota relativamente digna, que no les impidiera seguir adelante con el experimento, y eso ya parecía difícil de lograr. Faltan tres meses y medio para las elecciones departamentales, y en ese período el panorama puede cambiar, pero en esta coyuntura el rango de lo posible para blancos y colorados se desplazó varios grados en la dirección del desastre.
Tras la poco inteligente apertura de un abanico de candidaturas formado por tres personas (hoy dos) sin fogueo político partidario, hoy es la Concertación entera la que corre grave riesgo de quedar ubicada como outsider. En eso sí se parece el FA de hoy al peronismo: casi todas las opciones políticas significativas están en su interior.
Dos explicaciones de lo que ocurre deberían ser desechadas por los dirigentes del PdlC si quieren aprender algo de esta desgracia. La primera es la que, como en las elecciones nacionales del año pasado, sostiene que toda la culpa es de los colorados: lo que pasa es que la oposición entera no logra crecer, y es insensato alegar que, mientras los blancos “hacen su parte”, le corresponde a su descalabrado rival tradicional toda la responsabilidad de quitarle al FA un considerable porcentaje de sus votantes.
La otra explicación, también autocomplaciente, es la que atribuye las malas perspectivas del PdlC a que el FA, presentando por primera vez más de una candidatura en Montevideo, “logró polarizar la campaña” entre Daniel Martínez y Lucía Topolansky. El escenario capitalino, al igual que el nacional, está polarizado desde hace muchos años entre frenteamplistas y opositores, y la coalición entre blancos y colorados vino a reforzar esa polarización. El FA se puede dar el lujo (o puede cometer el error) de llevar más de una candidatura porque es mayoría, y no es culpa del oficialismo que sus adversarios, carentes de pensamiento estratégico, sean incapaces de potenciarse mutuamente.