“¿Saben qué les hago a los hombres que me acosan? Los mojo. Les apunto a los genitales con una pistolita de agua así quedan en evidencia”, contó la representante del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) en Uruguay, Soledad Bauzá. “No más impunidad falocéntrica”, gritó, en respuesta, una de las militantes de La Marcha de las Putas, Lilián Flores.
Ayer se realizó en la plaza Matriz la primera manifestación del OCAC Uruguay: una “organización que lucha por visibilizar, identificar, tipificar, penar y terminar con el acoso sexual callejero”, según expresó la fundadora del OCAC Chile, la socióloga María Francisca Valenzuela. La coordinadora de la organización en Uruguay, periodista perteneciente a la Comisión de género y equidad de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), Bauzá, dijo que el país “está en pañales” en cuanto a legislación, visualización y tratamiento institucional del acoso callejero.
La primera actividad de la organización consistió en sacarle fotos a transeúntes hombres, mujeres e incluso niños con carteles con consignas, por ejemplo: “Cuando crezca yo no voy a acosar a las mujeres”. También había representantes del movimiento Marcha de las Putas, quienes se autoconvocaron y fueron para expresar su apoyo al incipiente Observatorio. Yohanna de Armas, perteneciente a la agrupación, dijo que fueron para “acentuar más esa visión de muchas mujeres que le decimos no a ese tipo de trato, que nos coloca en una posición que nos hace sentir incómodas y que no elegimos”. Ambos grupos de mujeres se sacaron fotos con las consignas y con carteles de Rosie the Riveter -ícono feminista de Estados Unidos- “We can do it”, y en ronda cantaron estrofas de “Antipatriarca”, de Ana Tijoux, y vocearon “mi cuerpo es mío, yo decido”.
Bauzá dijo que “el acoso callejero es un tipo de violencia de género” y que, sin embargo, “no está tipificado ni amparado en ningún marco legal”. Hasta agosto de 2013 existía la forma jurídica de galantería ofensiva -una “norma arcaica”, según Bauzá- que la entendía como falta en el artículo 361, numeral cinco del Código Penal, pero fue modificada por el artículo tres de la Ley de Faltas -N°19.120-. En la reforma no se incluyó la falta denominada galantería ofensiva, por lo que quedó derogada. Bauzá contó que “hay un solo procesado, en mayo de este año, por atentado violento al pudor, la única figura parecida que hay a la galantería ofensiva”. “Hay absurdos y cosas muy kafkianas que hacen que la Justicia sea increíblemente lenta”, apuntó. “Ocupamos el primer lugar en América Latina y el Caribe en feminicidio, es lamentable; el grado de no aceptación de la libertad de la mujer es altísimo, pareciera que no somos nuestras”. “No puede ser que un hombre se pueda masturbar en un parque al lado de tu hija, que la puede traumar, y no tener una norma para denunciarlo”. “La “idiosincrasia [uruguaya] es muy machista”, afirmó. Bauzá entiende que “hay mucho odio a la mujer, mucho desprecio”, y que, según la antropología, detrás “está el miedo, y detrás de eso una crisis de la identidad masculina”.
Según estadísticas elaboradas por el OCAC Chile, el acoso callejero es ejercido “por una mayoría de hombres, en contra de una mayoría de mujeres, aunque también existen prácticas de acoso sexual contra personas LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales)”: una de cada diez mujeres chilenas sufrió algún tipo de acoso sexual, 70% reconoce la experiencia como traumática, y sólo 3% lo denunció. La organización define como casos de acoso sexual callejero “las expresiones de connotación sexual ejercidas por alguien desconocido, que generan malestar en la víctima, en espacios públicos como la calle o las plazas, el transporte o espacios semipúblicos tales como un centro comercial o espacio deportivo”, y agrega que son “acciones unidireccionales” que “no se dan en un contexto ni de familiaridad ni cercanía social, no son consentidas por la víctima, y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real con ella, ni en su respuesta, por lo que constituye una cosificación que ignora su identidad, la despersonaliza e ignora sus derechos humanos”. Bauzá explicó que los hombres “te dicen algo para humillarte, para revindicar que el espacio por el que transitás es de ellos, que estás en su territorio y que tu cuerpo es su territorio”.
Valenzuela contó que la iniciativa surgió hace un año en Chile, que sufrió acoso sexual y que quiso mostrar que esa práctica naturalizada “era un problema”, y que había, y hay, “mucha impunidad”: 97% de los casos no se denuncian. Se reunió con otros sociólogos y juntos fundaron el OCAC; primero realizaron acciones a pulmón, con amigos y conocidos voluntarios, luego consiguieron el apoyo de ONU Mujeres y de la Unión Europea y con esos fondos desarrollaron estrategias de visualización en medios de transporte, elaboraron estadísticas y en marzo de 2014 llevaron un proyecto de ley al Parlamento chileno. “Es un problema regional, mundial, por el que tenemos que luchar”, afirmó la socióloga, e indicó que “en Chile hay una ley de ofensa al pudor, la moral y las buenas costumbres”, que es muy arbitraria porque no especifica los tipos de delitos que están amparados bajo ese rótulo. Explicó: “Una mujer víctima de acoso callejero puede denunciar una ofensa, pero también puede hacerlo una señora conservadora que ve a dos mujeres besándose”. “Todas las personas tienen derecho a transitar libremente y con la confianza de no ser violentados, independiente del sexo, contexto, la edad, la hora del día o la ropa que viste la persona agredida”, expresó.
Bauzá propuso para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, andar con pistolas de agua llenas de sangre ficticia, mojar a quien las acose, decirles: “Una mujer que sangra víctima de la violencia de género”, y entregarles un folleto.