Un artículo de un reconocido periodista brasileño publicado la semana pasada en el diario Zero Hora, de Brasil, generó controversia en ese país; no así en Uruguay, donde las afirmaciones del columnista pasaron prácticamente desapercibidas. Paulo Sant’ Ana, que ahora es columnista de Zero Hora y antes fue presentador de televisión y delegado de la Policía, tituló su artículo calificando a Punta del Este como un “paraíso” enclavado en el “infierno” de Uruguay. En él elogió a Punta del Este y mencionó que en esa ciudad no hay uruguayos ni negros. “Punta del Este fue construida por los argentinos para gozar de las delicias de la playa, de la delicadeza del tránsito y, principalmente, de la ventaja enorme de no convivir con los uruguayos. Hay gente de todo el mundo en Punta, menos uruguayos. Por eso, los argentinos se refugiaron allí”, escribió. Al final del artículo, sentencia: “Finalmente, es increíble, pero no hay ni siquiera un negro en Punta del Este. A 150 kilómetros de Punta, en Montevideo, hay millares de negros. Pero en Punta ningún empleado, ninguna empleada doméstica, ni camareras de hotel. En Punta hubo una segregación racial pacífica y no violenta. Hay más negros en Dinamarca y Noruega que en Punta del Este. O mejor, no hay ni un solo negro o negra en Punta”.

El artículo motivó tantas críticas en Brasil, principalmente por medio de las redes sociales, que su autor debió pedir disculpas a quien “se sintió ofendido”. Varios periodistas brasileños cuestionaron la columna, entre ellos, Kiko Nogueira -quien es director del diario Centro do Mundo y fue editor de la revista Veja-, que la calificó como “un casamiento perfecto del racismo con la burrada”. “Los errores, la confusión, casi superan el racismo. Además de la invención de que en Punta no hay uruguayos (??), hay que preguntarse qué hicieron los pobres coterráneos de Mujica con el columnista para que éste los odie tanto. En cuanto a los negros, según el autor, gracias a Dios que pasan lejos de allí. Por eso el lugar es paradisíaco. Bendita segregación racial pacífica. Se necesita mucha buena voluntad para encontrar ironía allí”, sostiene Nogueira en su columna.