En el estómago de un pez aparece una pieza de plástico; una tortuga marina defeca una bolsa transparente; un paquete con letras rojas coreanas se descubre en una duna; un champión made in Brazil llega flotando a Rocha con bivalvos incrustados; 28.000 patitos de goma flotan por todo el planeta. Hay 1,8 trillones de microplásticos en la superficie oceánica mundial y existen 1.500 trillones que no sabemos dónde están (¿en el fondo marino? ¿en nuestro organismo?).
El martes 9 de diciembre se realizó el primer simposio sobre la problemática de los residuos plásticos en los ecosistemas acuáticos de Uruguay y la región, en el marco del tercer Congreso Uruguayo de Zoología que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar).
El plástico está presente en la mayoría de los cauces de agua del país, del Río de la Plata y de la costa oceánica. De eso dieron cuenta la mayoría de los trabajos presentados durante el simposio organizado por los biólogos Juan Pablo Lozoya y Emanuel Machín, como puntapié inicial para conformar una agenda de investigación y colaboración a nivel nacional que permita afrontar esta problemática ambiental.
La acumulación de residuos, en particular los plásticos -que se han transformado en un material de uso corriente y en uno de los principales desechos de origen humano-, constituye un problema global para animales, como grandes invertebrados, peces, aves, tortugas y mamíferos marinos, produciendo su muerte por enredamiento, asfixia y obstrucción intestinal, además de cambios en la distribución natural de los organismos. Asimismo, “los plásticos tienden a acumular contaminantes orgánicos persistentes que, al ser ingeridos, pueden ser liberados e incorporados en los tejidos, actuando como disruptores endócrinos, carcinogénicos y provocando además diversos efectos tóxicos”, explicó Machín a la diaria.
El abordaje de esta problemática es reciente a nivel mundial. De hecho, en mayo de este año se realizó en el Centro Universitario de la Región Este (CURE) el primer taller sobre contaminantes plásticos en el país y en sus áreas de influencia, donde se reunieron académicos, integrantes de ONG ambientalistas y estudiantes de la Tecnicatura en Gestión Ambiental, para confluir estudios sobre los impactos de la polución por plásticos en la biodiversidad marina, problemática que “no está siendo atendida, como su importancia parece indicar, por la comunidad científica”, indicó Álvaro Carranza, uno de los exponentes en el simposio.
En la actualidad, se estima que unas 200.000 toneladas por año pueden encontrarse en el agua marina, concentrada en “grandes cinturones de basura en los océanos”, donde pueden identificarse entre 1.000 y 2.500 gramos de microplástico por kilómetro cuadrado en aguas superficiales; a lo que deben sumarse residuos plásticos “a lo largo de todos los fondos oceánicos”, añadió el científico.
Al decir de uno de los principales referentes en investigación de acumulación de plásticos y basura marina en el sureste del océano Pacífico, Martin Thiel, la clave está en abordar la problemática desde tres ejes: legislación, fiscalización y educación.
Este científico de origen alemán que trabaja en Chile ha desarrollado el concepto de ciudadano científico para fomentar el compromiso y la responsabilidad a distintos niveles (gubernamental, industrial, social) de reducir el uso de plástico en la vida cotidiana y registrar sus impactos: dispersión de especies exóticas; mortalidad por ingestión; problemas en la reproducción; cambios en frecuencias genéticas; concentración de basura en la playa.
“Una vez que entra al océano, el plástico pasa a formar parte del ecosistema”, sostuvo Thiel. El desafío actual es poder estudiar los impactos de los residuos en microorganismos, ya que hasta el momento hay numerosos estudios de este tipo a nivel de animales vertebrados; así como identificar qué cantidad de basura llevan los ríos hacia el mar y, desde allí, cómo los residuos plásticos se mueven con las corrientes marinas. ¿Qué ocurre durante este viaje? Los pequeños trozos de plástico se van erosionando y fotodegradando, por efecto de los rayos UV, hasta hacerse microscópicos (microplásticos), con altas concentraciones en los giros oceánicos, como el centro del Pacífico Sur.
En Chile, Thiel formó la red nacional de investigación escolar Científicos de la Basura, en la que han participado unos 50 docentes y 6.000 alumnos con trabajos de prospección, por ejemplo, en la Isla de Pascua. En este punto turístico detectaron que más de 50% de la basura que llega a la isla es de origen pesquero.
En lo que respecta a los ambientes acuáticos costeros o marinos uruguayos, el aporte de residuos proviene tanto de centros urbanos, donde la basura es transportada por medio de cursos de agua hacia la costa, como del tráfico marítimo: barcos mercantes, de pasajeros, pesqueros o deportivos.
En la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) un grupo de investigadores observó los residuos en la red de arrastre de fondo durante las campañas de evaluación pesquera y registró en las últimas 11 campañas realizadas en aguas uruguayas objetos mayores a diez centímetros depositados en el fondo. Sobre esos hallazgos, de 450 ítems, 83% de éstos eran plásticos.
La composición de estos residuos varía según la zona: en la parte costera, 72% eran residuos plásticos entre los que predominan envoltorios, botellas, bolsas; 8% eran artículos de pesca y 1% vestimenta; mientras que en las zonas más alejadas (por fuera de los 50 metros de profundidad) predominaron objetos asociados a la actividad pesquera, como líneas con anzuelo y redes (47%), así como envoltorios asignables a barcos debido a su origen extranjero (19%), explicó Silvana González durante su presentación “Caracterización de residuos bentónicos en aguas uruguayas”.
La bióloga enfatizó en la necesidad de conocer cómo se distribuyen estos residuos y cuáles son sus fuentes para abordar una mejor fiscalización al respecto, teniendo en cuenta que por el momento “es difícil controlar” a los 4.756 barcos que transitan las aguas uruguayas cada año, más allá de que existan reglamentos internacionales al respecto.
“Esta problemática es bastante amplia y requiere dedicar esfuerzos a distintos niveles: en la gestión de residuos urbanos, en la concientización y sensibilización de usuarios de las playas, de las personas asociadas a actividades marítimas y del público en general, en la gestión y control de residuos que llegan a los puertos, así como redoblar los esfuerzos en investigación sobre las distintas implicancias de los impactos en la biodiversidad”, añadió González.
Tanto en Uruguay como en Chile, el problema es la fiscalización, el control y la aplicación de multas, tanto a nivel industrial como a nivel social.
“Hay que tener conciencia de que quienes cometen las infracciones están dañando el patrimonio de todos; esto se debe fiscalizar. Hay que perder el miedo a la denuncia”, señaló Thiel en diálogo con la diaria. “No sólo hay que proponer multas, sino también resarcir el daño a través de horas de trabajos comunitarios, como servicios de limpieza”, agregó. A la vez, “las personas adultas deben dar el ejemplo a los más pequeños. Cada uno de nosotros tiene responsabilidad en cuidar el ambiente”.
Se estima que hay 1,8 trillones de microplásticos en la superficie oceánica mundial, pero que existen unos 1.500 trillones. ¿Dónde están los que no se encuentran flotando? Los albatros los trasladan; las gaviotas cocineras arman sus nidos con desechos plásticos; otros han sido ingeridos por aves, peces, almejas, cuyos organismos absorben las toxinas, y éstas podrían acabar siendo parte de las redes alimentarias en las que estamos inmersos.
35% de los peces analizados en el Pacífico norte consumen plástico; sobre diez especies analizadas en el Canal Inglés, 36,5% presentaron plástico (mayoritariamente ‘rayón’, que se utiliza en toallitas femeninas y en pañales); ocho especies de agua dulce en Uruguay presentan consumo de hebras de plástico, incrementándose la ingesta en el invierno (30%): “Al haber baja disponibilidad de alimento, podría incrementarse la probabilidad de encuentro con diferentes fragmentos de plástico, favoreciendo la confusión con recursos alimenticios naturales”, indicó Machín, quien alertó sobre la forma en que se gestionan los residuos, dado que en el país hay seis vertederos que se encuentran en un radio de cero a cien metros de los cauces de agua o, como ocurre con los de Trinidad y Salto, que se disponen sobre cauces de agua.
En este sentido, la ONG Karumbé trabaja desde hace años denunciando los efectos letales de los residuos plásticos (muerte por obstrucción o perforación; reducción de la tasa de crecimiento) y subletales (perjudica la reproducción) que produce en las tortugas verdes la presencia de residuos sólidos en el Atlántico Suroccidental (ASO).
En toda la costa uruguaya, los residuos sólidos constituyen 73% de la dieta de las tortugas verdes. De hecho, 76% de las tortugas vivas que arriban a nuestras playas defecaron residuos plásticos en el último año, mientras que éstos figuran en 34% de estas especies que llegan muertas. “Tortugas de todos los tamaños consumen plástico, pero a las más pequeñas les afecta más”, señaló Gabriela Vélez-Rubio, al suponer causales de muerte por intestinos taponados por ingesta de plástico.
“Es necesaria una reducción de los residuos, ya que el número de tortugas con presencia de plástico en la región ASO es de los mayores del mundo”, enfatizó la integrante de Karumbé.
En la jornada de limpieza de playas de este año, el programa de voluntarios Ecoplata recogió 4.200 kilos de residuos (entre envoltorios, bolsas y colillas de cigarros) entre las arenas de Colonia a Rocha. Para Lozoya hay que abordar el problema con perspectiva multidisciplinaria e integral, para que pueda cuantificarse y visibilizar su gravedad, y aunar las intenciones de resolverlo.