Las llamadas de San Baltasar se suspendieron ayer de mañana por las lluvias y tormentas. La advertencia meteorológica cesaba a las 18.00, justo a la hora de inicio de las llamadas que marchan el 6 de enero por Isla de Flores, desde Aquiles Lanza hasta Salto. Vendrían comparsas de todo el país y de Argentina, los preparativos no podían dar margen a duda. Pero algunas no se quedaron con las ganas.

Eribó vino de La Plata. Sobre las 16.00 calentó las lonjas y los cuerpos en la plazoleta Carlos Gardel, en el corazón de Barrio Sur, y tomó Isla de Flores. Los tambores sonaron con fuerza y buen compás. Las veredas se fueron poblando de las pocas almas que estaban en el barrio; los niños estaban encantados, los adultos se instalaban en sillas y reposeras mientras otros caminaban y bailaban con la comparsa. Una ex vedette, que se movía como pez en el agua, se sumó al baile, trazando su propia ruta entre tamborileros, bailarines, la mama vieja y el gramillero; los invitaba a bailar más, contagiaba alegría. Sheyla Gularte se llamaba. La comparsa regresó y al llegar a Cuareim subió hasta el 1080. Los tambores giraron y tocaron de frente a lo que fue el conventillo Mediomundo.

Sobre las 18.00, la esquina de Isla de Flores y Aquiles Lanza ya reunía a otras comparsas. Lunayembé, también argentina, partió hacia La Casa del Vecino al Sur, pegada a la plazoleta Carlos Gardel, reafirmando puentes entre ambas orillas.

Años atrás, cuando existía el Mediomundo, en los días de fiesta, 24 y 25 de diciembre, 1º de año, 6 de enero, las comparsas tomaban las calles. Isla de Flores era imperdible. Cuando a fines de 2004 varias comparsas no clasificaron en la primera prueba de admisión del Desfile de Llamadas, a Juan Carlos Rodríguez, entonces presidente de la Asociación Uruguaya de Candombe, se le ocurrió organizar esta fiesta, para que nadie dejara de tocar en Isla de Flores. Participaron más de 40 comparsas, incluyendo a muchas que sí habían clasificado. Desde entonces, la fiesta es imparable. Los tambores seguían sonando anoche, pese al cielo amenazante.