La intensificación de las actividades humanas ha alterado la salud de muchos ecosistemas acuáticos continentales (humedales, lagunas y ríos). Las principales causas son el enriquecimiento del agua con nutrientes (eutrofización), las alteraciones del régimen hidrológico natural y los cambios inducidos en la flora y fauna autóctonas.
Nutrientes como el fósforo y el nitrógeno son utilizados en la agricultura para aumentar la producción vegetal; por lo tanto, la escorrentía que fluye hacia los ecosistemas acuáticos cercanos también la aumenta en éstos. Además, la descomposición de la materia orgánica generada por los desechos industriales y las aguas servidas también aporta fósforo y nitrógeno al agua. Esta sobrecarga con nutrientes es utilizada por las plantas acuáticas y los organismos vegetales en suspensión (fitoplancton) para su crecimiento, en particular por las cianobacterias o bacterias fotosintéticas. El crecimiento rápido y desmedido de cianobacterias (denominado floración) afecta a todo el ecosistema acuático, debido a que su aumento, que genera agua verde turbia o espuma, disminuye la penetración de la luz solar, lo que limita la producción de oxígeno en las capas profundas. Este fenómeno se asocia con la pérdida de biodiversidad, ya que sobreviven solamente los organismos que puedan soportar esas condiciones. Las cianobacterias pueden producir sustancias aromáticas que le confieren mal olor y sabor al agua, así como secretar potentes toxinas (neuro, hepato o dermotoxinas) que afectan a la fauna acuática, a los animales domésticos y a los seres humanos, con efectos agudos y crónicos.
Otras modificaciones de los ecosistemas acuáticos potencian el efecto de la eutrofización. La deforestación de las riberas o la canalización de humedales (consideradas áreas de amortiguación) potencian el aporte de nutrientes, ya que se pierde una barrera natural que retiene la erosión, capta parte del exceso de nutrientes, facilita la infiltración de la escorrentía y potencia la capacidad de autodepuración natural del agua. La alteración del régimen hidrológico por la construcción de embalses aumenta el tiempo de residencia del agua y la estabilidad física del ambiente. Estos factores son fundamentales, por ejemplo, para facilitar el desarrollo de floraciones de cianobacterias. Los grandes embalses generan además otros efectos negativos sobre la biota acuática, tales como la alteración natural de los ritmos y pulsos de inundación, fundamentales en la reproducción de los peces, y el efecto de fragmentación que compromete la supervivencia de estos organismos. Las represas hidroeléctricas, otrora consideradas fuente de energía limpia, han sido responsables de la extinción de varias especies de peces migratorios y de interés pesquero (dorado, sábalo, boga, surubí, patí) en gran parte del río Negro y su cuenca.
En la última década ocurrieron importantes cambios en la matriz productiva del país, como la intensificación en el uso del suelo y la actividad industrial, la creación de nuevas represas para agua de riego y la deforestación de riberas. Estas prácticas, muchas veces realizadas sin el debido cuidado ambiental, han generado importantes problemas en la calidad del agua. Varios de estos síntomas afectan a los ciudadanos directamente, como el mal sabor y olor del agua, la enfermedad y muerte del ganado a orillas de los embalses, la muerte masiva de peces, playas con alertas sanitarias, etcétera.
Desde la Facultad de Ciencias, con la colaboración de varios investigadores (de la Facultad de Química y del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable) e instituciones encargadas del monitoreo de la calidad del agua (Dirección Nacional de Medio Ambiente, OSE, Intendencia de Montevideo), y con apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, estamos avanzando en la evaluación del fenómeno de eutrofización en Uruguay. En este contexto ha sido posible obtener información de más de 60 ambientes acuáticos y generar una base de datos unificada desde 1980 a 2014, a pesar de los vacíos de información, particularmente en cuencas del noreste del país.
Uno de los resultados más destacables es el alto nivel de fósforo biodisponible en el agua, en algunos casos hasta dos órdenes de magnitud por encima de la normativa vigente (fósforo total, Decreto 253/79), lo que implica una gran potencialidad de estimular el crecimiento de cianobacterias, principalmente de las fijadoras de nitrógeno atmosférico. Se está evaluando qué especies son las más frecuentes, dónde ocurren, qué toxinas producen y cuáles son las zonas de mayor riesgo de exposición para los ciudadanos. El bajo tiempo de residencia del agua y las condiciones turbulentas y turbias en las riberas de los cursos de agua inhiben su crecimiento, situación que puede revertirse cuando ocurren sequías o cuando los cursos de agua son embalsados. El represamiento de cursos fluviales con agua enriquecida conlleva un alto riesgo de incubación de cianobacterias, incluso en pequeños tajamares, los que pueden funcionar como generadores de inóculos que contaminan los cauces principales.
En la actualidad, estamos avanzando en la implementación de sistemas de alerta temprana de presencia de cianobacterias para el país, mediante tecnologías que permitan un diagnóstico en tiempo real de eventos de floración. Esto potenciará la capacidad de reacción y análisis de riesgo de los tomadores de decisión. El aislamiento en el laboratorio de las cianobacterias tóxicas y el estudio de su ecofisiología nos han permitido investigar los factores ambientales que favorecen su crecimiento explosivo, la producción de toxinas y sus rangos de tolerancia al ambiente. La flexibilidad de las cianobacterias para subsistir condiciones desfavorables del medio desafían los esfuerzos de predicción y mitigación del fenómeno.
A partir de la generación de conocimiento de la diversidad y los patrones de distribución de las especies de peces de agua dulce, y del conocimiento basado en el trabajo en las colecciones científicas de la Facultad de Ciencias y el Museo Nacional de Historia Natural, se han podido documentar los cambios en la riqueza de este grupo de peces en el transcurso del tiempo en diferentes cuencas hidrográficas del país. Este conocimiento, aún incompleto, es básico para evaluar el estado de salud de los ecosistemas acuáticos y elaborar políticas de conservación de los ecosistemas naturales y su biodiversidad.
La participación ciudadana activa mediante las Comisiones de Cuencas y el acceso público a la información mediante las nuevas tecnologías de comunicación serán fundamentales para avanzar en el diagnóstico, la investigación, la resolución de conflictos para alcanzar la recuperación, la protección y el uso sustentable de nuestros recursos acuáticos.
Luis Aubriot y Marcelo Loureiro
Aubriot es asistente de la Sección Limnología de la Facultad de Ciencias e investigador Grado 3 de los posgrados en Ciencias Biológicas y Geociencias (Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, Pedeciba). Es licenciado (Universidad de la República), magíster y doctor en Ciencias Biológicas (Pedeciba), con tutoría del Instituto de Limnología de Mondsee (Austria). Integra el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y el Grupo de Ecología y Fisiología de Fitoplancton. Investiga la ecofisiología de cianobacterias, los ciclos de nutrientes y la eutrofización.
Loureiro es profesor adjunto del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias (Udelar), investigador Grado 3 del posgrado en Ciencias Biológicas (Pedeciba) e investigador del SNI. Es licenciado (Udelar), magíster (University of Richmond) y doctor en Ciencias Biológicas (Pedeciba). Investiga en diversidad de peces de agua dulce, particularmente en Sistemática y Biogeografía.