Admite que le costó un tiempo tomar la decisión de escribir sobre los ricos. Que sopesó “la incompatibilidad aparente” de su condición de político. Le dijeron “resentido”. Pero el resultado es un libro (el sexto de su autoría) de 365 páginas que vuelve sobre los sujetos habituales de las teorías de la conspiración. ¿El sentido? “Investigar sobre los ricos para seguir derribando mitos y prejuicios sobre cosas que no se saben”. ¿La estrategia? “Dar batallas políticas, culturales”. Fernando Amado, el diputado colorado de los best sellers, publicó El club de los millones, un libro sobre los ricos. Y habló con la diaria sobre ellos, la política, las roscas y Juan Carlos López Mena, dueño de Buquebus y, según lo define el autor, “el preferido de los presidentes”.

-¿Existen los ricos en Uruguay?

-Claro que existen. Si vos querés agarrarte de la comparación con los ricos mundiales, no da ni para empezar a hablar, por una cuestión de tamaño de Uruguay. En el fondo, es una buena coartada y es funcional al bajo perfil y a esconder la leche, no mostrar lo que tienen. En Uruguay hay una cantidad de cosas -la clase media, el batllismo, la penalización del éxito económico- que hacen que lo mejor sea no mostrar: cero extravagancia. Ahora, yo estoy inserto en la sociedad uruguaya, y una persona que tiene 70 millones de dólares, en la escala uruguaya, es rico, recontra rico. En los últimos diez años, hubo cierta explosión de la horma de los millones: hace 30 años, tener dos millones era muchísima plata. Ahora, para alguien que tenga determinado vuelo, dos millones no es nada.

-De tu libro se deduce que con el gobierno del Partido Nacional hubo una explosión de la llegada de gente rica al sistema político.

-Lo que hubo es un rico de herencia, muy rico, que empezó a actuar en política y estuvo en lugares muy sensibles: el ex ministro de Economía y casi precandidato del Herrerismo Ignacio de Posadas. Que un rico rico haya llegado a la cúspide del manejo de la economía es algo novedoso.

-¿Eso hace al último gobierno blanco un gobierno de clase?

-No me animo a opinar sobre eso. Sí puedo afirmar que indica que la más alta dirigencia de un partido considera que es bueno, necesario y sano que los ricos participen en política. [José] Mujica, a quien también entrevisté, considera que, lejos de ser bueno que los ricos ingresen a la política, es muy negativo.

-¿No coincidís con eso?

-Es malo cuando el rico ingresa a la política con una actitud de no político. Eso significa ingresar convencido de que como venís de otro mundo y de otro palo, no tenés que contaminarte con los mecanismos que son inherentes a la actividad política. Por ejemplo, cuando De Posadas dice en el libro que ni en el Ministerio de Economía y Finanzas ni en el Senado cobraba, puedo entender que él no necesitaba cobrar, pero eso no puede ser puesto arriba de la mesa como algo a ponderar, porque significa desnaturalizar a todos los demás que no tienen esa posibilidad y precisan el salario.

-Es de esperar que un rico en la política haga valer sus intereses.

-Mujica utiliza la expresión “erradicar a los ricos de la política”. Yo comparto algo de lo que él dice: si te gusta mucho la plata, prefiero que no estés en política, porque tu centro de atención nunca va a ser mejorar la calidad de vida de la población.

-Hay casos recientes de empresarios que se metieron a hacer política, como Edgardo Novick.

-Hay ricos que se sienten tentados a desempeñar una función pública. Una razón es que el poder económico compra muchas cosas, pero no se le rinden honores. Eso es exclusivo del poder político, incluso del poder militar. Se trata de algo muy seductor para la criatura humana, porque no basta con poder comprarlo todo. También puede ocurrir que sientan que gracias al país lograron todo lo que tienen y que quieran devolverle esa contribución desde la función pública. Es una visión muy romántica, pero no soy quién para descartar que exista. También es cierto que puede estar la voluntad de ingresar a la política para defender determinados intereses económicos.

-El caso de López Mena, entrevistado en el libro, es emblemático: todos los presidentes recurrieron a él.

-Me encontré con un tipo que estaba notoriamente dispuesto a hablar, que tenía ganas de decir cosas, seguramente por todo lo que había pasado con Pluna y por los daños colaterales que sufrió su figura. Estaba enojado, molesto con el gobierno, con los políticos, con el Estado. Era muy difícil entender cómo López Mena, que era el anticristo para el FA, una figura del empresariado, de la derecha, amigo de [Julio María] Sanguinetti y de la rosca del Foro Batllista, pasara a ser no sólo soportado sino mimado por el FA, primero por Tabaré Vázquez y después por Mujica. Los presidentes terminaron yendo a él, y no él a los presidentes. Mujica dice algo así como que “están los que sirven y los que no sirven”; López Mena está entre los que sirven, porque es capaz de hacer cosas, como armar la reunión en el hotel Conrad antes de que Mujica asumiera. Él disfruta que el poder político le rinda honores.

-Antes se hablaba de “la rosca del Foro Batllista”. ¿Qué pasó? ¿Ahora los empresarios sobrevuelan alrededor del FA, cambió el eje de la relación entre política y empresarios?

-No tengas dudas. De hecho, eso a mí me generó una gran curiosidad. Empecé a militar en 2001 y presencié los últimos estertores de esa cercanía entre los empresarios ricos y el poder colorado, pero fue impresionante la plasticidad con la que lograron iniciar nuevos vínculos con los nuevos inquilinos del Poder Ejecutivo. Eso también marca que el que está en el gobierno, sea del partido que sea, termina teniendo relaciones preferenciales con quienes tienen dinero. Lo que me parece un desafío para Uruguay es que eso no signifique que haya un círculo cerrado en el que ellos son los que financian las campañas políticas, y que los políticos -como dice Mujica en el libro- terminen “agarrados de los huevos” por quienes financian las campañas políticas. Empieza a funcionar algo que creo que es absolutamente tóxico para la salud de la política: el particularismo, es decir, que ante situaciones particulares, el político termine siendo persuadido o sintiendo que debe devolver un favor.

-En el libro hay varios empresarios que descorren el velo a sus conversaciones con gobernantes del FA. Hay una entre el presidente Vázquez y el empresario Alberto Gramont, en la que éste le pregunta: “¿Cómo va a hacer para controlar a la barra ultra?” y el actual presidente, entonces candidato, responde: “Mujica”.

-Quizá a algunos frenteamplistas les resulte incómodo que muchos de los protagonistas del libro hayan declarado con naturalidad la relación que tienen con gente del FA, que no son ningún misterio para los que andamos en la vuelta. Los amigos del poder gozan de la misma salud que en gobiernos de partidos fundacionales; eso no cambió. Los verdaderamente ricos no fueron tocados por los gobiernos del FA.

-¿Es posible tocarlos?

-No sé si es posible sacarles más, pero sí es posible darles menos. No sé si es posible, por las consecuencias que pueda llegar a tener, ahuyentar a determinadas personas con gran capital, que terminan generando una gran cantidad de puestos de trabajo. La mayor forma de extorsión del que tiene mucha plata al político son los puestos de trabajo que genera. Pero estoy seguro de que se les podría dar menos. Hay una inercia de privilegiar a los más privilegiados. Eso no ha cambiado con los cambios de gobierno, y por eso los ricos en Uruguay siguen siendo cada vez más ricos.

-¿A qué te referís cuando decís “darles menos”?

-A los privilegios y a todos los tratamientos preferenciales que se les dan en detrimento de miles de pequeños y medianos empresarios que, como no tienen ese porte, no son considerados.

-¿Cómo viven los ricos en Uruguay? ¿Dónde viven?

-Los mayores niveles de excentricidad los manifiestan cuando están en el exterior. Hay destinos clásicos: Miami, España. Ahora, en Uruguay, como es tan baja la oferta, lo podés ver en cosas que ni siquiera son visibles: las cosas realmente muy caras en general no llevan marca, no son muy conocidas. Un uruguayo cualquiera pasa por al lado de ellas y no se da cuenta del valor que tienen: vestimenta, objetos de arte, autos. Se dan gustos extravagantes a cuentagotas, y tienen un nivel de vida muy bueno. Yo no fui muy explícito en cuanto a dónde viven... hay muchos lugares más que Carrasco. Un patrón común son los yates, los autos de alta gama. Otra cosa que hacen es viajar bastante: por trabajo y por placer.