En pocas palabras

En la entrevista abierta con Nelson le pedí que profundizara en uno de los aspectos que me resultan más apasionantes del CI.

Hablaste sobre la experiencia de estar en el vientre de nuestra madre como parte de la búsqueda del CI para descubrir lo que olvidamos que sabíamos, pero también de cómo el CI se trata siempre de lo nuevo, de saborear las cosas como si fuera la primera vez, de encontrar nuevas posibilidades. ¿Como es esa tensión entre regresar a y dejar llegar lo nuevo?

-Bueno, la parte que ya sabes tiene que ver con lo que venimos diciendo: somos genios; nuestros cuerpos son genios. Sabemos cómo ponernos de pie, están los reflejos, ya sabemos todo eso, y lo sabemos de un modo que quizá no es el intelectual: lo sabemos en nuestros seres, en nuestros cuerpos, en nuestras percepciones, en toda la experiencia de nuestras vidas, desde que nacimos hasta ahora. Esto implica que incluso esa parte es al mismo tiempo vieja y nueva. Porque lo aprendimos hace mucho tiempo, aprendimos a caminar, pero nos olvidamos que tuvimos que aprenderlo, y necesitamos sentir qué está sucediendo en nuestros cuerpos. Entonces eso es viejo y nuevo al mismo tiempo. Y lo nuevo es que, estando vivos, cada minuto es completamente novedoso, entonces cada vez que nos detenemos a sentir nuestro cuerpo es un cuerpo nuevo, un cuerpo diferente, que ha cambiado desde la última vez que lo observamos, hace dos minutos. Estar de pie es un ejemplo fabuloso de eso, porque cuando estás de pie se puede empezar a percibir todo lo que sucede simplemente al estar ahí parados. Y empieza a pasar algo: “Siento algo, no siento nada… ¿Qué se supone que debo sentir? Soy una genia pero me siento tan estúpida”, etcétera. Luego volvés a moverte, bajás la velocidad y sentís “pum pum pum pum... ¡Guau, algo está pasando aquí dentro!”. De la forma de trabajo original rescato cierto estado adrenalínico: caer, rodar y lanzarse a ese conocimiento que tu cuerpo tiene y que no sabés que tiene, y quizá luego te encontrarás pensando “¡Guau, sobreviví a esto!”.

Desde el fin de semana se bailó en Montevideo el sexto Festival de Contact Improvisation en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF), que invitó a bailarines y otras personas interesadas, sin discriminación de niveles de experiencia. Entre sol, estudiantes en fase de cierres y exámenes, partidos del Apertura y la agenda de fin de año que ya empezó a apretar, el festival duró cuatro días y tuvo como invitada especial a la estadounidense Karen Nelson, que estuvo cerca del proceso de creación de contacto-improvisación (en adelante CI) y trajo varios de sus principios fundamentales, así como su propia interpretación del espíritu-filosofía con que se dio inicio a la exploración de esta técnica, con ya cuatro décadas de existencia y dispersión en el mundo.

Además de las “actividades entre actividades” -imprescindibles para cualquier festival por la convivencia e intercambios no previstos que ofrecen- y de una entrevista abierta con Nelson (ver recuadro), hubo talleres con ella, con la también estadounidense Nora Hajòs, con la argentina Marina Tampini y con las uruguayas Graciela Figueroa, Catalina Chouhy y Ruth Ferrari, jams, exhibición de videos, la presentación de un libro y una noche de performance (ver http://ladiaria.com.uy/UIy).

Con alrededor de 40 participantes, el festival funcionó casi como un grupo de investigación cerrado; no hubo clases simultáneas y sólo el jam de la noche de performance fue abierto, de modo que los participantes compartieron toda la agenda: 12 horas por día disponibles para tomar clase y practicar CI juntos, precedidas por un encuentro inaugural y más festivo. El cierre de cada jornada fue jameado, improvisando y ofreciendo a quienes aún tuvieran energía la posibilidad de reexplorar lo que había sido investigado en el día. El contact y la improvisación tienen un aspecto adrenalínico que parece capaz de superar, cuando aparece, cualquier fatiga, cansancio o pereza. En el juego de improvisación compartido, no se trata de administrar o “guardar” energía, sino, por el contrario, de buscar algo así como una reenergización en movimiento. La quietud no siempre es la forma más eficiente de descanso.

En el tacto del contacto

Toda danza es un signo (cuando hay al menos un cuerpo presente ante otro que mira) y al mismo tiempo una experiencia. Esta doble condición está presente en el CI, que según los diferentes abordajes combina ambos aspectos o aísla uno de ellos, para desarrollar habilidades e investigaciones al respecto. Trabajando desde la improvisación, el contact hace emerger formas poéticas inextricablemente ligadas a la experiencia que los bailarines están teniendo de una situación compartida. Desde la terapia hasta la escena, el CI es objeto de muchas investigaciones y abordajes, y de eso dio cuenta la serie de talleres ofrecidos durante el festival, que nos ofreció la posibilidad de conocer el trabajo de los creadores de la técnica.

El CI no tiene “forma”, sino que consiste en una serie infinita de desafíos, de preguntas y problemas (buscados) que mantienen al cuerpo en estado de investigación y a la famosa mente intentando no disociarse o tomar atajos. Cómo componer en tiempo real junto con otros (y eventualmente paraotros); cómo entrar en contacto con otros abriendo espacio para lo impredecible; cómo rodar, caer, perder el eje, saltar, volar, decidir, escuchar, son algunas de las preguntas que movieron las danzas y que nos movieron.

Juntando a maestros de diversos países, el festival nos dio acceso a sus investigaciones personales, pero también al saboreo de las cualidades que el CI adopta en los diferentes lugares y comunidades en los que es practicado. El taller de Figueroa estuvo cercano a las técnicas de armonización corporal que ella ha desarrollado a lo largo de años de investigación, y Tampini propuso una experiencia en la que la palabra estuvo muy presente, con la pregunta “¿qué nos mueve?” como punto de partida para la navegación. Ferrari y Chouhy (organizadoras del festival) ofrecieron un taller que comenzó con un masaje-manipulación, para continuar en una danza que jugaba con la posibilidad de que el otro de nuestros dúos formara parte de la conciencia propia. Desde más lejos (pero más cerca del origen geográfico e histórico del CI), Hajòs compartió su trabajo sobre Material for the Spine (estudio meditativo sobre los movimientos de la columna y la pelvis, que combina un enfoque técnico con un proceso de improvisación) desarrollado por Steve Paxton, a quien se considera el creador del CI. A cargo del taller central estuvo Nelson, bailarina, performer, practicante y maestra de CI durante 35 años.[1] Vive en Washington y también se ha dedicado a desarrollar tuning scores, estructuras-juegos de improvisación vinculadas con la danza pero fácilmente transferibles a otras formas de arte. Fue interesante su referencia constante a Paxton, presentando las experiencias primarias para que se practicaran, mientras que Nora se centró en su trabajo más actual. En sus propuestas aparecían como elementos importantes la gravedad y la caída, la inteligencia subyacente en la velocidad alta de los reflejos, la conquista de la confianza en el propio cuerpo y en los compañeros de danza -y el placer de esa conquista-, la relación entre relajación total del cuerpo y total disponibilidad para moverse en casi cualquier dirección; una especie de prontitud tranquila para hacer lo necesario o lo deseado.

Cosecha

Juntando notas, hubo varias cosas que aprendí en el festival, y decidí hacer una lista.

Que hay gente feliz sólo por estar en su cuerpo; que es imposible saber cómo luce el espacio vacío pero que podemos ir en su búsqueda; que observar sin hacer es hacer más de lo que parece (o cuán complejo puede ser estar de pie escuchando); que quizá no es muy distinto recordar algo que habíamos olvidado que sabíamos y hacer algo como si fuera la primera vez; que podemos sobrevivir a la exploración de la gravedad; que el libre juego tiene la regla de “seguridad primero”; que, acústicamente, los gimnasios no fueron hechos para alojar experiencias que necesiten del lenguaje para su transmisión; que al aburrimiento pueden seguirle el renacimiento de la curiosidad y la riqueza de la exploración; que es posible suspender la anestesia contra la vulnerabilidad y ver qué pasa; que hay una fuerza del cuerpo vibrátil; que preguntarnos qué estoy haciendo durante la danza no tiene por objetivo encontrar una respuesta final, sino mantenernos trabajando; que existen infinitas formas de combinar movimiento y lenguaje durante una improvisación; que esas infinitas formas afectan nuestra percepción de la improvisación, de nosotros mismos y de los otros; que al CI hay que explorarlo en el afuera del estudio (in the wild) y levantando los entreparéntesis de su práctica extracotidiana; que al igual que pasa con el sol, en una danza puede haber una hora mágica; que no es lo mismo la llegada de un afecto que su efecto conocido o reconocible en el cuerpo; que el CI es un conjunto de acertijos hechos para resolver con el cuerpo; que se puede intentar tener la cabeza en la pelvis; que hay una sensualidad de la ropa suelta que es código en la comunidad de contacteros; que la confianza se gana; que puede suceder una tercera cosa entre yo y vos que ni vos ni yo hagamos; que cada persona que practica e investiga el CI está contribuyendo a su transformación y puede asumir su cuota de autoría; que ofrecer sensaciones puede ser una forma de enseñar; que el cuerpo puede moverse como una molécula de ADN; que el uso del espacio define cuánto estamos queriendo crecer; que los ojos pueden guiar a la cabeza en movimiento o ser pasajeros en ella; que habitar el propio no saber también requiere técnicas; que en el contact podemos irnos cuando lo deseamos.

Llego a casa y, pese a estar exhausta, mi cuerpo sólo piensa en moverse. Le sigo la corriente, medio sorprendida. Como una droga que pega bien, la felicidad que da el movimiento es un vicio que no entiende de finales ni de rondas de cierre.