En memoria de Mario Wschebor
El cuarto de siglo de la Facultad de Ciencias es más que el aniversario de la creación de la institución. En efecto, no puede verse aislado del proceso que se desarrolló en el país para construir una capacidad científica propia, luego de la recuperación de la democracia. Ese camino estuvo marcado por una confluencia de esfuerzos institucionales y de la propia comunidad científica, así como por iniciativas diversas desde el Estado que acompañaron ese proceso.
Dos componentes centrales estuvieron en los orígenes de la Facultad de Ciencias. Por un lado, la creación y los primeros pasos del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, cuyo gran acierto (que le hace mantener su plena vigencia y fortaleza en el presente) fue definir como punto central para el desarrollo científico nacional la formación de investigadores, por medio de programas de maestrías y doctorados con las mayores exigencias de calidad. Por otro lado, y en paralelo, debe recordarse el proceso de reconstrucción de la Universidad de la República, que enfatizó desde el inicio la necesidad de desarrollar y fortalecer su capacidad científica. También vale destacar la política de estímulo a las dedicaciones totales (acotada sistemáticamente por las limitaciones presupuestales) y la creación de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, verdadero pilar del desarrollo de las capacidades de creación de conocimiento y formación de investigadores de la Universidad de la República.
Los cinco lustros transcurridos encuentran hoy al país con una plataforma científica de calidad reconocida internacionalmente, con una importante capacidad de formación de profesionales científicos de alto nivel y un firme compromiso con el país.
Las proyecciones para un futuro cercano a partir de los avances actuales de la ciencia y sus aplicaciones, en todas las áreas, generan formidables promesas. En los próximos años seguiremos siendo testigos de grandes y profundas transformaciones en las capacidades de acción del ser humano sobre sí mismo y sobre la comunidad y la naturaleza, en el sentido más amplio. Al mismo tiempo, los cambios tecnológicos y el desarrollo de las ciencias de la información seguirán provocando profundos cambios en la vida de las personas y las sociedades, con un alto impacto en los referentes culturales y en la vida cotidiana. En paralelo, se profundizará la relación entre la riqueza de las sociedades y las capacidades de creación de conocimientos y se incrementarán las distancias entre las sociedades y las personas por las diferencias de acceso y de uso socialmente valioso de éstos. Las opciones de hoy le darán forma a nuestro futuro.
¿Cómo construir un país de conocimientos? El país de conocimientos es un país que vale por las capacidades de su gente. Es un país de educación, de cultura y de convivencia. Es un país donde la ciencia se asume como parte de la cultura, donde existe una verdadera apropiación social de la ciencia y de sus aplicaciones. La tecnología implica una combinación de saberes, un vínculo fértil entre el ser humano, los conocimientos que crea y las herramientas que construye. Más allá, la creación de riqueza en una sociedad, apoyada en la creación y la innovación, requiere una confluencia de actores y oportunidades.
¿Cuánto y cómo apostar a ese futuro? ¿Utopía en su sentido pleno de país imaginario? En los tiempos de la creación de la Facultad de Ciencias, había quien afirmaba que hacer ciencia en Uruguay era una utopía. La respuesta de la pequeña comunidad científica de entonces, de los jóvenes que osaron emprender ese camino cuando aún no había certezas, y de un puñado de actores institucionales, gubernamentales y sociales, fue que la utopía era pensar en un futuro para el país sin ciencia.
Hoy Uruguay está en el mapa de la ciencia del siglo XXI. Decir ciencia es decir ciencia de calidad; un pequeño país de recursos limitados no puede darse el lujo de hacer ciencia que no sea de la más alta calidad. Científicos uruguayos son reconocidos y distinguidos a nivel internacional; sus trabajos son difundidos por las revistas especializadas internacionales más prestigiosas; los jóvenes científicos formados en el país tienen altos desempeños en sus estadías en centros de excelencia. Al mismo tiempo, en forma creciente, aunque aún con respuestas empresariales limitadas, el quehacer científico uruguayo está cerca de las aplicaciones, de la innovación y de los problemas del país. La promesa de un incremento significativo de los recursos que el país dedica a la ciencia y la tecnología encuentra a la plataforma científica nacional en condiciones de un cambio cualitativo de significación.
Mirando el camino recorrido y mirando al futuro, destacaríamos en particular tres puntos gravitantes para las opciones de estos tiempos.
En primer lugar, la importancia de las instituciones y de la institucionalidad. Se requiere alta flexibilidad -institucional, social, política- para asumir los desafíos de hoy. En ese sentido, precisamos profundizar la vocación de instituciones generosas, abiertas, que se complementen y renueven. Ello requiere un cambio de cultura institucional. Además se requiere el nacimiento de nuevas instituciones de cara al siglo XXI en diversas áreas de carácter estratégico, diseminadas en el territorio, vinculadas a proyectos de desarrollo territorial y a nuevas propuestas de formación.
En segundo lugar, no debería ser necesario destacar el rol de las nuevas generaciones; sin embargo, cada nueva etapa requiere hacerlo nuevamente. Los jóvenes, primero durante su trabajo de tesis de posgrado, luego como incipientes investigadores independientes en su posdoctorado, son uno de los motores principales del quehacer científico. La producción científica nacional, como ocurre en todo lugar, sigue exactamente la curva de evolución de las maestrías y doctorados. Becas primero, diversos contratos luego, son en general la norma, siendo la excepción las oportunidades de trabajo estable. La expectativa de la apertura del mundo empresarial a los jóvenes con perfiles científicos se va cumpliendo todavía de manera muy limitada. Es interesante destacar que cada vez más jóvenes científicos optan ellos mismos por un camino de desarrollo empresarial, en orientaciones de base científico-tecnológica muy diversas. Nuestros científicos jóvenes representan una enorme riqueza para un país que necesita más profesionales de la ciencia. En efecto, a pesar de los importantes avances logrados, estamos, incluso si nos comparamos con los países de la región, aún lejos del número de científicos por habitante que requiere una sociedad de conocimientos.
En tercer lugar, estos tiempos requieren un nuevo compromiso de la ciencia con la sociedad y de la sociedad con la ciencia. Un compromiso que fortalezca a la ciencia como componente de la cultura, necesario para alcanzar una ciudadanía plena en el mundo de hoy; que permita su aporte pleno a la educación a todo nivel, desde los años de formación básica a la formación de los profesionales en las áreas científicas, lo que constituye un desafío mayor en estos tiempos; finalmente, que abra los más amplios cauces para las confluencias necesarias para el desarrollo tecnológico, la innovación y la creación de riqueza en nuestra sociedad. Ese compromiso debe acompañar un significativo incremento de la inversión nacional -pública y privada- en ciencia y tecnología. El camino recorrido constituye una garantía del retorno social de ese esfuerzo.
En el contexto descrito, la Facultad de Ciencias de los próximos años tiene formidables desafíos, al lado del conjunto de instituciones científicas nacionales. En estos 25 años ha dado su medida. Hacia adelante, puede y debe contribuir a explorar nuevos caminos institucionales, los caminos requeridos para fortalecer la comunidad científica nacional y su compromiso con el país.
Sobre el autor
Ehrlich es profesor de Bioquímica en la Facultad de Ciencias y preside actualmente el Consejo de Administración del Institut Pasteur de Montevideo. Es doctor en Ciencias por la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo (Francia) y ha sido investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (1998-2005), intendente de Montevideo (2005-2010) y ministro de Educación y Cultura (2010-2015). Sus líneas de investigación se han centrado en el estudio de mecanismos de control y regulación de la expresión génica