Año de aniversarios este 2015. Cuando apenas se han apagado las polémicas relativas al final de la Segunda Guerra Mundial llegan nuevas conmemoraciones. Ahora, los 70 años de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, si se trata de hacer un balance, es complejo el intento. El mundo se empecina en devolver imágenes contradictorias. Las citó, a su modo, el vicecanciller José Luis Cancela cuando ayer, en un panel organizado por la oficina de la ONU en Uruguay en el Paraninfo de la Universidad de la República, recordó “la carnicería en los Balcanes” o el genocidio en Ruanda, en el que 800.000 personas fueron masacradas mientras la ONU, en lugar de intervenir, retiraba sus fuerzas de ese país. Quizá por eso, el secretario general de Iberoamérica hasta hace un año, Enrique Iglesias, resaltó la necesidad de “fortalecer el papel de las Naciones Unidas”. La diferencia estuvo en el énfasis puesto por Iglesias en dirección a “atender a un nuevo orden mundial” que, dijo, está determinado por “la transferencia de poder de Occidente a Oriente”. El primer canciller uruguayo de la democracia posó la lupa en la emergencia de “un nuevo fenómeno” determinado por los conflictos de razas, religiones y nacionalismos.

Por eso, señaló, es necesario “actualizar el papel de la ONU” frente a “fenómenos en los que la gente no sólo mata sino que también se suicida para hacerlo”. Ante la atenta mirada del embajador francés, Sylvain Itté, que seguía su intervención desde las gradas acompañado por sus colegas de Costa Rica, Israel, Rusia y el encargado de negocios de Estados Unidos, Iglesias se preguntó “cuáles son las soluciones”. Él mismo se respondió: “Lo primero que habría que hacer es conocer las causas, entender qué hay detrás de esto”. Para enfrentar situaciones como las de Estado Islámico -al que nunca mencionó como tal, aunque sí de forma elíptica-, enfatizó que “la fuerza no es suficiente”. Frente a “la situación de una humanidad perpleja”, el propulsor de la Fundación Astur -una especie de think tank desde donde se sigue observando con agudeza los nuevos fenómenos que matrizan al mundo- propuso “un nuevo proyecto de sociedad internacional”, para lo cual, reiteró, es necesario reformar la ONU y, con ello, también el Consejo de Seguridad, ampliando el número de miembros y rediscutiendo el poder de veto. Antes de Iglesias, el ex canciller colorado Didier Opertti defendió una reforma que dé cabida en el seno de la ONU ya no sólo a los estados o a las regiones, sino también a las civilizaciones. Lo fundamentó en “el choque de civilizaciones” al que, sostuvo, asiste el mundo, y cuya “expresión más dañina” sintetizó en “las actitudes liberticidas del terrorismo internacional”.