En noviembre fui invitada junto con mis compañeros de trabajo a participar en un seminario sobre sitios de memoria y territorio, organizado por el Museo de la Memoria, la Intendencia de Montevideo, el Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos Quica Salvia de Las Piedras, la Comuna Canaria, la Fundación Zelmar Michelini y Memoria Abierta de Argentina. Pudimos recorrer varios sitios en los que hubo detenciones y torturas durante la última dictadura cívico-militar uruguaya: el Batallón de Infantería Paracaidistas Nº 14, en Toledo, Canelones; el Centro Clandestino de Detención y Tortura de la ciudad de Canelones (“Los Vagones”); Servicio Material y Armamento-Batallón Nº13, conocido como “El Infierno Grande”; la Cárcel de Punta de Rieles; y la casona de Bulevar Artigas y Palmar, antigua sede del Servicio de Información de Defensa. Todos estos lugares normalmente no están abiertos al público.
En épocas en las que la gente está como loca en la calle y comprando compulsivamente, estas visitas me hicieron reflexionar que hay un sitio que, si bien no ha sido considerado un lugar de memoria, no puede ser categorizado tampoco como sitio de amnesia. Es un lugar que mucha gente visita seguido: el shopping de Punta Carretas.
En un artículo que escribimos Ana Guglielmucci y yo, publicado en la revista Latin American Perspectives en mayo de 2015, debatimos sobre la idea de lugar de amnesia con respecto a este caso específico. Para aquellas personas jóvenes que no han conocido la historia del lugar, el shopping de Punta Carretas fue una cárcel en la que hubo presos políticos en la última dictadura militar y de donde se escapó un grupo significativo de militantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Para la escritura de este artículo, que titulamos “Site of Memory and Site of Forgetting. The Repurposing of the Punta Carretas Prison” (Sitio de memoria y sitio de olvido. La refuncionalización de la cárcel de Punta Carretas -traducción propia-), realicé un trabajo de campo para el cual entrevisté a los vecinos de la zona, sobre todo en el almacén ubicado en la calle García Cortinas, al costado del shopping, ya que se conserva desde las primeras generaciones que poblaron el barrio y su dueño siempre vivió allí. También fui al shopping y les pregunté a quienes encontraba allí si recordaban la historia del lugar. La mayoría conocía la historia del sitio. Luego, lamentablemente, los guardias de seguridad me echaron, porque no querían que molestara a quienes compraban allí.
De acuerdo con las reflexiones que realizamos en ese artículo, consideramos que la reutilización de la antigua prisión de Punta Carretas como centro comercial no puede ser leída como un ejemplo de amnesia impuesta vinculado a la ley de caducidad. Esta reutilización espacial incorpora nuevas relaciones generadas desde el lugar, que difieren de las dadas previamente (en el tiempo en el que funcionó como prisión) y conducen a una resignificación de los recuerdos del lugar que no es necesariamente la imposición de amnesia colectiva (Guglielmucci y Scaraffuni, 2015:5, traducción propia). Esto implica que las relaciones entre las personas y el propio sitio se resignifican diariamente. Recuerdo el relato de una vendedora que me contó que su hermano fue ayudante de arquitecto en el momento de tirar abajo las celdas para construir los espacios donde hoy se ubican las tiendas. Según ese relato, los arquitectos y los trabajadores que debían realizar las reformas del lugar tenían miedo de permanecer mucho tiempo allí debido a la presencia de fantasmas.
El ejercicio de abordar el análisis de este sitio, frecuentar este lugar y participar en las dinámicas de mercado que allí se generan me hace cuestionar que el proceso de construcción de memorias que refieren a eventos pasados surge de representaciones, construcciones y prácticas disímiles por parte de diferentes grupos sociales o administraciones públicas, incluso de disputas silenciosas que se dan dentro y fuera de los mismos espacios que se busca delimitar como sitios de recuerdo u olvido.
La productividad de dicho lugar como vehículo de memorias, no solamente ligadas a la última dictadura militar, sino también a la lógica del neoliberalismo y a la privatización del patrimonio público, confluye en el espacio y se configura en el relacionamiento con los transeúntes y los consumidores que lo frecuentan. No es difícil observar los vestigios de la cárcel en el actual shopping. Cuando entramos por la puerta principal, podemos apreciar que se conservan la fachada y el reloj, así como el arco que está en su interior, bajo el cual hoy en día se encuentra el árbol de Navidad. Ambos siguen siendo los mismos que presentaba la cárcel anteriormente, aunque su destino actual sea otro completamente. Un vecino me indicó que el muro que se encuentra en el estacionamiento detrás del edificio también se mantiene igual; allí solía ser el patio de la cárcel.
Esto me hace pensar que en estas fechas, cuando todos van desquiciados a la noche de los descuentos, ese shopping sigue siendo un sitio en el que la gente está de cierta forma aprisionada, hoy en día por una lógica de mercado. Desde su propio nombre, que continúa siendo el mismo, y teniendo en cuenta que cada espacio alimenta distintas construcciones y configuraciones de recuerdos por medio de ciertas disposiciones en los cuerpos, debemos considerar que este lugar significa y resignifica las relaciones entre las personas que allí se encuentran, así como la relación con su entorno, es decir, el barrio y la ciudad.
Los espacios en el shopping de Punta Carretas generan ciertos disciplinamientos corporales, tal como lo hacían cuando era una cárcel, ya que, como distingue Michel Foucault, “el cuerpo queda prendido en el interior de poderes muy ceñidos, que le imponen coacciones, interdicciones u obligaciones” (1998: 140). En el shopping se genera también una organización de los movimientos de los cuerpos dentro del espacio, rodeados de amplias superficies vidriadas y escaleras mecánicas y ascensores que los guían.
A los sitios que funcionaron como centros de detención mencionados al comienzo de este artículo pude visitarlos gracias a la realización del seminario de territorios de la memoria. Al shopping de Punta Carretas, en cambio, accedemos sin inconvenientes, lo que me hace reflexionar en que este disciplinamiento de los cuerpos en el espacio del shopping también produce un disciplinamiento tanto de la memoria en los cuerpos como de la memoria en el espacio. Es en este espacio donde coexisten diferentes memorias, primando la del mercado. Las memorias confluyen en el shopping de Punta Carretas como en un palimpsesto, es decir, como en un manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior que quiso ser borrada pero no se borró del todo. Lo que pasó dejó huellas, y esto confluye con lo que pasa ahora en ese mismo espacio.
Referencias bibliográficas:
Guglielmucci, Ana y Luciana Scaraffuni (2015), “Site of Memory and Site of Forgetting. The Repurposing of the Punta Carretas Prison. Latin American Perspectives”.
Una versión previa de esta columna se publicó en el blog Razones y personas.