Son días de vértigo para Julio Chirino, el poliédrico embajador de Venezuela, apenas con tiempo para hacerse el nudo de la corbata a su llegada a la embajada, en la esquina de Rincón y Ciudadela, en plena Ciudad Vieja. La polémica instalada tras la andanada de críticas y advertencias lanzadas por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, sobre la supuesta falta de garantías alrededor de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, lo tiene a ritmo acelerado. Reuniones con políticos, llamadas telefónicas desde Caracas, entrevistas con la prensa, contactos diplomáticos. Atrás quedaron los tiempos de las relajadas sobremesas en el quincho de Varela, escenario hamletiano de largas tertulias con el entonces presidente, José Mujica. ¿Ve seguido al ex presidente? “Apenas cuando nos tropezamos por ahí”, suelta. Ahora se trata de defender a su gobierno en medio de los chispazos, en el punto exacto de la intersección entre la política local y la agenda internacional. Tal vez por eso, Chirino camina sobre el pretil del lenguaje diplomático, cuidándose a cada segundo de no entrar en el terreno fangoso de la polémica pública.
-¿Por qué Venezuela se resiste a recibir una misión de observación electoral de la OEA?
-Responder esa pregunta le corresponde más al poder electoral. En el caso venezolano, el poder electoral es una instancia propia, totalmente autónoma, y ella es la que ha venido marcando el proceso de acompañamiento de nuestras elecciones. Que yo recuerde, los primeros procesos de acompañamiento importantes que hubo en Venezuela ocurrieron con el referéndum revocatorio que se hizo con el presidente [Hugo] Chávez, en el que participaron la OEA y el Centro Carter. En las últimas elecciones presidenciales tuvimos más de 300 acompañantes, pero es el Consejo Nacional Electoral [CNE] el que lo rige. Lo que sí hay son principios que rigen a esos principios de acompañamiento electoral: que no sean para juzgar, para avalar un resultado. En Venezuela el único ente que puede avalar un resultado es el CNE.
-Pero la misión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) sí va a juzgar.
-Unasur hace todo un proceso de seguimiento, de acompañamiento, y genera un informe. Siempre lo ha hecho.
-Pero en ese informe la Unasur va a tomar una posición.
-En ese informe ellos hacen recomendaciones, y pueden tomar criterios particulares, sin lugar a dudas, pero porque hacen un acuerdo con el CNE.
-Pero hay una consideración política por la que no se recibe a la OEA.
-Lo primero que habría que decir es que la OEA, no ya la del pasado, sino la del presente, la del siglo XXI, ha sido una OEA que en el caso venezolano prácticamente avaló el golpe de Estado de 2002, ha asumido partido por alguna de las parcialidades políticas de Venezuela y no ha fungido como constructora de una perspectiva de diálogo en nuestro país. No es una instancia a considerar por nuestro gobierno, por más que el CNE pudiera tomar en cuenta o no el criterio que asume el gobierno; tiene la libertad de hacerlo. La OEA no es una instancia que nos genere la confianza de un actor equilibrado.
-Ni siquiera esta OEA.
-El máximo órgano de la OEA es el Consejo de Representantes, y el secretario general, como sucede en la gran mayoría de estos organismos internacionales, es un órgano auxiliar, ejecutivo. Pero aun en este marco, todavía la OEA no le ha dado a Venezuela las garantías suficientes para ser un actor que esté en el medio. Nadie pide a la Unasur que asuma una parcialidad política determinada, pero sí el respeto institucional. Y lo que podemos decir viendo el acontecer de los últimos días, cartas van, cartas siguen yendo..., es que ni siquiera observamos un equilibrio en el plano de las formas diplomáticas, las que deben constituirse en un intercambio entre un organismo institucional y un secretario general de una organización que se debe a todos los países que forman parte.
-Tampoco fue muy diplomático el presidente Nicolás Maduro cuando se refirió a Almagro como “basura”.
-Claro, Almagro le escribe al CNE...
-Pero ¿usted comparte ese término?
-Desde la perspectiva de lo que ha sido el accionar de estas últimas dos, tres semanas, yo diría que es un accionar que no ha contribuido a fortalecer una nueva misión de la OEA, y que más bien la lleva por el camino de lo que el presidente describió una vez muy claramente: que estos caminos contribuyen más a sepultar a la OEA que a darle un reimpulso como un organismo válido para todos nuestros países. Además, reafirma algo que ha tenido la OEA desde su constitución: una perspectiva de injerencia y de intervención en los países. Venezuela nunca va a aceptar un mecanismo que vulnere su autodeterminación.
-Leo textual: “Señor basura, se ha metido con nuestra patria. Señor basura, con el perdón de la basura”. Es una declaración fortísima en el marco de las relaciones internacionales.
-Mire, para la gran mayoría de los venezolanos, el ir leyendo 18 páginas, otras declaraciones, tuits y más páginas ha significado un irrespeto a una institucionalidad que en Venezuela se ha venido construyendo desde hace 15 años...
-¿Molestaron las 18 páginas?
-La forma. La forma irrespetuosa de tratar a un funcionario público de un Estado que en ningún momento había generado hechos para actuar de esa forma.
-¿Por qué no se le responde igual al alto comisionado de las Naciones Unidas, que también escribió una carta expresando su preocupación por el dirigente opositor asesinado? Leo: “La democracia sufre mucho cuando el ambiente preelectoral se deteriora por la violencia, las amenazas y la intimidación”... La reacción, piensa uno, debería ser similar, pero no fue así.
-Si uno lee las cartas, las formas, cómo se han venido sucediendo las cosas en estos días, puede ver cómo unos mantienen formas de respeto, de preocupación, de diálogo, y otros no. No es lo mismo cuando una persona califica y hace un juicio en relación con la institucionalidad venezolana que no hacerlo.
-Pero la carta de Almagro mantiene términos bastante diplomáticos. En ningún momento profiere un insulto, sino quedetalla por ítems cada uno de los argumentos que establece.
-Él dirige esa carta a la presidenta del poder electoral de Venezuela, que es un poder autónomo, incluso le habla de “Señora Lucena”... Después hace una acusación en la que falsea la verdad, cuando señala que en Venezuela no hay igualdad en la campaña electoral, y suscribe esa carta el 9 de noviembre cuando en realidad la campaña empezaba el 13. ¿Cómo se puede afirmar algo que está por suceder? Ahí es donde nosotros vemos un sesgo, un desequilibrio...
-Pero si el problema son las formas de Almagro, ¿cómo habría que calificar el término que utiliza Maduro para responderle?
-Eso depende de los actores. Para nosotros ésa fue una ofensa muy grande, más allá del verbo. Venezuela es un poder soberano, que plantea quién puede ir de acompañante, qué organismo, bajo qué términos... Y siempre en el marco del equilibrio. Más allá de estos elementos de las cartas, la clave principal es que Luis Almagro, como secretario general de la OEA, él mismo se ha descalificado ante una parte del pueblo venezolano como un actor que pudiese contribuir al mejor diálogo.
-¿Hubo algún problema con Almagro antes de que fuera elegido secretario general de la OEA?
-Bueno, existieron algunos hechos, como la interpretación jurídica del ingreso de Venezuela al Mercosur, que fue un hecho particular y puntual, pero nosotros lo vimos circunscripto a la interpretación jurídica del ingreso de Venezuela al Mercosur. Creo que Almagro en la OEA no ha sabido interpretar los nuevos tiempos regionales y de la política interna en nuestro país.
-¿No lo ha sabido interpretar, o hay presiones de Estados Unidos?
-Nosotros eso no lo podemos afirmar. Lo que podemos decir es que hasta ahora no hemos notado un cambio en lo que ha sido un accionar de intervención y prejuzgamiento de la OEA.
-¿Por qué cree que hay tantas dudas alrededor de las elecciones en Venezuela?
-Lo principal, para nosotros, es el accionar de algunos medios de comunicación, que se han dedicado en estos últimos tres, cuatro meses, a que su principal noticia sea Venezuela, de una manera sesgada...
-Pero hay muchos gobiernos, la Unión Europea, las Naciones Unidas, la OEA, todos muy preocupados por la situación en Venezuela.
-Por ejemplo: en Uruguay, en los últimos tres meses, la principal noticia internacional ha sido el proceso electoral en Venezuela, cuando hemos tenido cuatro procesos electorales en la región, algunos presidenciales. Por decirle algo: yo soy el representante del Estado y del gobierno de Venezuela, y a mí los medios de comunicación no me han llamado para preguntarme cuál es la opinión del gobierno.
-¿Se quebró la confianza entre el Frente Amplio (FA) y el chavismo?
-No. Por lo que interpreto, entre ambas fuerzas hay un espacio de contribución, de cooperación con la realidad.
-Pero vio que se empiezan a levantar voces que sostienen que en Venezuela no están dadas todas las garantías de una democracia...
-Yo creo que son voces que han sido llevadas por ese desconocimiento de la realidad venezolana, quizá por falta de información. Pero también hemos observado cómo el FA ha manifestado su confianza en la institucionalidad venezolana, su respaldo a la construcción independiente y soberana de un proceso político de izquierda...
-Fue un poco zigzagueante la relación entre Venezuela y el FA. Se dice incluso que Liber Seregni no recibió a Chávez la primera vez que vino a Uruguay...
-El viaje de Chávez a Uruguay en 1994 fue prácticamente el primero que hizo después de salir de la cárcel. Todavía para muchos, incluso para la izquierda venezolana, era un personaje desconocido. No se interpretaba bien su perspectiva ideológica. Y venía de un proceso de insurrección en Venezuela, de quiebre institucional. Esa vez que vino Chávez todavía tenía un sesgo muy grande.
-¿Cómo caracterizaría la relación actual entre el FA y el chavismo?
-Yo la definiría como de respeto y comprensión mutua, por encima de las diferencias.
-Pero se duda mucho, algo cambió en ese vínculo...
-Son elementos particulares y personales. Lo que puedo decir que yo interpreto es que hay un proceso de comprensión mutua dentro de las divergencias. Los elementos comunes que aproximan a ambas fuerzas políticas son mayores.
-¿Siente que se le exigen más credenciales a Venezuela en este momento que hace pocos años?
-Lo que puedo decir es que también a lo largo del tiempo, en Uruguay podemos ver ahora mayores definiciones en relación con los hechos que están ocurriendo en nuestro país. Y, por supuesto, tenemos una mayor palestra mediática.