Construyendo la estética de la inclusión se llamó el desfile de modas realizado ayer en el atrio de la Intendencia de Montevideo (IM), una de las actividades de Montevideo Integra, que organiza la Secretaría de Discapacidad de la IM con organizaciones sociales vinculadas a la discapacidad desde hace 15 años. El desfile fue una idea de Cesanette Modas y Espacio Candi, que se conoce más por la sigla que por el nombre completo: Coordinación y Atención Nacional en Discapacidad, de la Dirección Nacional de Sanidad Policial del Ministerio del Interior.

El desfile estaba fijado para las 18.30, pero a esa hora las chicas recién se estaban maquillando, peinando y vistiendo. Tras bambalinas, sorprendía que fuera el atrio de la intendencia el que incluyera una mesa repleta de maquillaje, fijadores de pelo, cerca de una decena de vestidos de novia. Las organizadoras corrían mientras las chiquilinas mostraban sus nervios de diferente manera.

Ana Hosta, diseñadora de Cesanette Modas, fue quien convocó a varias de las participantes, junto con Candi. Había modelos, pequeñas aspirantes a desfilar, chicas con discapacidades -también un varón-, y alumnas de la Escuela Yazirat, que bailan danza árabe y fusiones pop y flamenco. Laura Machín, directora de la escuela, explicó que también ellos estaban por la inclusión y entendía que el desfile era una forma de colaborar con la cultura árabe “para que vean que es una cultura rica, que no sólo es terrorismo, como lo muestran los medios”.

Mientras la maquilladora le ponía base, rubor y sombra al rostro de Victoria Leguizamón, ella esperaba con paciencia, con su bastón blanco plegado entre las manos. No era la primera vez que estaba en una pasarela; contó que su hermana, que también estaba allí, desfilaba en la agencia Miss Uruguay y un día Ana la vio y le preguntó “¿vos querés desfilar con nosotros?”. “Para mí fue una experiencia nueva, siempre me gustó, siempre dije ‘algún día me gustaría desfilar’, y desfilé”. En cuatro desfiles había caminado con su novio, en otro con su primo y ayer con un amigo. Fue vestida de novia y sin bastón.

Lorena Remaso es modelo publicitaria. Mientras un peluquero esparcía fijador por su pelo, comentó: “Es importante incluir también en este ambiente de la moda y de la estética a personas con discapacidad, y está buenísimo. Poder lucir un lindo vestido en una pasarela es el sueño de toda niña, de toda adolescente; este tipo de eventos está genial para demostrar que sí se puede y que tendría que ser lo más normal del mundo que estas chiquilinas puedan participar sin problema”.

El desfile había sido planificado varios meses atrás, pero vino a suceder justo una semana después de que Enrique Espert, presidente de Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay, cuestionara la nueva normativa de la IM para elegir a la reina del carnaval, que eliminó el límite de edad y permite la participación de mujeres trans y con discapacidad. Lorena estaba al tanto del asunto y opinó: “Sé que muchas chicas están en contra, pero mi opinión personal es que está buenísimo, porque se elige la reina del carnaval y el carnaval es algo que disfrutamos todos. Se elige la reina mujer, y las trans, de una forma u otra, se expresan como mujeres: está bien que puedan participar en la elección y brillar como cualquier otra reina en el carnaval. No tiene por qué hacerse una elección aparte ni dejarlas afuera. Todas tenemos el mismo derecho”.

Entre el público aguardaban Fabiana Cairoli y Mariana Rebollo, dos chicas con discapacidades motrices. Al principio estaban ilusionadas con que en el desfile pudieran encontrar ropa inclusiva, con formas fáciles de prenderse, como velcro o broches a presión. Pronto supieron que no, pero eso no las desmotivó. También ellas se postularían a un concurso de reinas. “Está bueno que no tengas que tener un concurso para personas con discapacidad, un concurso para personas trans, que sea el mismo concurso de todos para todos. Lo que vale son las ganas”, dijo Fabiana. Mariana agregó: “Son lógicas que queremos romper, porque lleva a violencias y a desamores”, y habló de que este tipo de acciones son “romper con una estética que nos era enemiga, que nos era hostil, porque si sos feo o no caminás bien... ¿Qué es caminar bien? De mí decían muchas veces ‘no camina bien’. Yo camino bien, sólo que no camino como vos, pero camino bien, me desplazo. Es romper con eso, son otras formas de estar en el mundo, es otro tipo de belleza”.

En la breve presentación del desfile, Federico Lezama, coordinador de la Secretaría de Discapacidad de la IM, retomó el debate abierto. Reafirmó que “la construcción de la idea de la belleza no es una construcción normalizada, no es única, no responde a un proyecto de éxito de la sociedad; debe ser diversa”. Opinó que “la estética de la inclusión representa la ética de una sociedad inclusiva y justa”, y alentó a que esa idea impacte en el ámbito laboral, “porque muchas veces es esta noción de belleza la que impide que alguien contrate a una persona con discapacidad, porque no quiere incluir a alguien que entiende que va a dar una mala imagen”, así como en el tránsito por la ciudad y en ámbitos educativos. Si lo sabrá Fabiana, estudiante de Trabajo Social a quien en la facultad le sugirieron que estudiara Ciencias Políticas, en la que tendría que desplazarse menos; y contó que un día, en un asentamiento, se le salió la rueda chica de su silla, pero no faltaron brazos que la llevaron hasta el ómnibus. Si lo sabrá Mariana, estudiante de profesorado de portugués a quien sus docentes, en pleno Instituto de Profesores Artigas, le han dicho que podría ser mejor profesora si no tuviera dificultades para caminar, porque “tal profesora es muy buena porque se desplaza por la clase”.

Al fin las chicas recorrieron la pasarela. Algunas estaban nerviosas, pero ya sobre el final del trayecto era sólo alegría. Una chica con síndrome de Down iba muy correcta, caminando con un chico del brazo, hasta que vio a una de sus talleristas, no pudo aguantarse y le dio un gran abrazo; después siguió caminando en el rol de modelo.

Al final del desfile, algunas chiquilinas sufrían ampollas en los pies, pero se veían radiantes. Rescataban los aplausos y las cámaras de fotos posadas en ellas; quienes no tenían lenguaje expresaban lo que había pasado de múltiples formas. Todas eran lo más cercano a la felicidad.