La inexistencia de examen de ingreso en la mayoría de las carreras que ofrece la Universidad de la República (Udelar) es para muchos una bandera intocable, ya que con ella se procura no obstaculizar el acceso de estudiantes de contextos socioeconómicos más desaventajados. Más allá de los cambios recientes registrados en la oferta educativa de la Udelar, a un extranjero no dejaría de sorprenderle que, pese a la ausencia de ese examen, no se produzca un arribo masivo de jóvenes a sus facultades. Una de las principales explicaciones que se han planteado es que la educación media superior (EMS), por no decir la educación media en general, opera como una suerte de examen de ingreso o “filtro”.

Como es bien sabido, la tasa de egreso de la EMS en Uruguay es alarmantemente baja. Tal como se observa en el cuadro, en 2011 la proporción de jóvenes de 21 a 24 años que habían completado ese nivel en Uruguay era 39,1%, marcadamente por debajo de otros países de la región y superando tan sólo a algunos países centroamericanos. Un fenómeno menos comentado es que Uruguay presenta, en el contexto latinoamericano, una de las menores tasas de egreso de la EMS para el quintil más bajo de distribución del ingreso. Es decir, países que afrontan mayores desafíos en términos de pobreza y desigualdad económica alcanzan mejores resultados en materia de egreso de la educación media, no sólo en promedio sino también en el caso de los jóvenes provenientes de hogares más desaventajados. El sistema educativo uruguayo parece amplificar, en vez de amortiguar, la desigualdad derivada de las diferencias socioeconómicas, patrón que también ha sido observado en los resultados de las pruebas de aprendizaje PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, por sus siglas en inglés).

En gran medida debido a lo que ocurre en materia de egreso de la educación media, el porcentaje de jóvenes de 21 a 24 años que cuenta con por lo menos un año completo de educación terciaria en Uruguay también es uno de los más bajos de América Latina, y el panorama es tanto o más sombrío si se considera lo que sucede en los quintiles más bajos de la distribución. Como muestra también el cuadro, Chile, Argentina e incluso Perú y México logran un porcentaje mucho mayor de matriculación en educación terciaria por parte de jóvenes provenientes de hogares ubicados en el primer quintil de ingresos. El filtro en la educación media determina, entre otras cosas, que el flujo de estudiantes que se matricula en la Udelar no sea masivo, y que pierdan relevancia las reglas de ingreso pensadas con el espíritu de no penalizar a quienes vienen de contextos más desaventajados.

Capital humano ampliado

Las razones por detrás de la situación crítica que atraviesa el sistema educativo uruguayo son múltiples y esta nota no pretende arrojar nueva luz sobre ellas.1 La motivación es resaltar la necesidad de modificar esta situación no sólo desde la perspectiva del capital humano más estándar, sino también desde la de todos los factores que hacen que un mayor nivel educativo determine mejores resultados para los individuos, especialmente en su desempeño en el mercado laboral. ¿Qué plantea la economía al respecto (con un considerable rezago respecto de otras disciplinas)?

Durante mucho tiempo, la visión que primó entre los economistas identificaba a la adquisición de habilidades cognitivas como el mecanismo por el cual el pasaje por el sistema educativo incrementaba los ingresos obtenidos luego en el mercado laboral. Sin embargo, recientemente se ha reconocido que una porción sustancial de los retornos privados a la educación son generados por efectos de ésta en habilidades que se han denominado “no cognitivas”, “blandas” o rasgos de la personalidad. Según Bowles y coautores, las empresas valoran ciertos rasgos de la personalidad porque permiten atenuar problemas de incentivos generados por la asimetría de información que caracteriza al mercado laboral, derivada, a su vez, de que no es posible monitorear perfectamente la calidad y cantidad de esfuerzo que realiza cada trabajador.

Los rasgos de la personalidad deseados por los empleadores varían según el tipo de trabajo. Es probable que ser proactivo o tomar decisiones de forma independiente sean características deseadas para un puesto de alto nivel en la jerarquía de mando, e indeseadas para un puesto en la base de la pirámide jerárquica. No obstante, existe evidencia de que ciertos rasgos son apreciados para la mayoría de los empleos, como la perseverancia, la disposición a trabajar intensamente, la puntualidad, la sociabilidad y la idea de que los resultados obtenidos no son producto de la suerte o del destino, sino de las acciones que se emprenden. Se sabe poco de cómo el sistema educativo modifica el comportamiento de los individuos para “producir” trabajadores con estas características. Una hipótesis es que la educación expone a los estudiantes a interacciones sociales y a sistemas de recompensas y sanciones que replican los que se dan en el ámbito laboral.

Es claro que, a diferencia del objetivo de fortalecer las habilidades cognitivas de los estudiantes, el de fomentar el desarrollo de al menos algunos de esos rasgos de la personalidad es discutible. Lo que es un hecho incuestionable es que el mercado laboral está dispuesto a remunerar mejor a quienes cuentan con un pasaje más prolongado por instituciones educativas, no sólo por los conocimientos o habilidades “duras” que se espera que hayan adquirido, sino también por las habilidades no cognitivas. Esto último con independencia de que el sistema educativo haya contribuido realmente al desarrollo de tales habilidades, o de que ocurra, simplemente, que terminar la EMS sea una señal de que se cuenta con los rasgos de la personalidad deseados, de forma innata o por su adquisición en el hogar.

Por otra parte, es esperable que transitar durante más tiempo por el sistema educativo permita alcanzar una mayor madurez personal, que a su vez promueva decisiones laborales y personales más informadas y deliberadas, redundando esto en beneficios individuales y para la sociedad en su conjunto.

La intención no es en absoluto transmitir el mensaje de que deberíamos despreocuparnos de mejorar la calidad de la enseñanza media y concentrarnos en pasar a más alumnos de grado, facilitándoles la obtención de diplomas de egreso. Más bien, la motivación es resaltar la importancia de lograr mejores tasas de egreso de educación media desde múltiples perspectivas, incluso abstrayéndonos del objetivo impostergable y primordial de que esto sea acompañado por mejoras del desempeño en competencias básicas como el razonamiento lógico, la comprensión lectora y la escritura.

Una versión previa de esta nota fue publicada en Razones y Personas


  1. Para un diagnóstico de los principales problemas del sistema educativo uruguayo, ver por ejemplo la exposición de Andrés Peri en TEDxMontevideoED y entrevistas varias a Fernando Filgueira.