El director de la consultora Oikos, Pablo Moya, dijo a la diaria que “no se esperaba” la devaluación, pero advirtió respecto de “un cúmulo de situaciones” que puede haber provocado el “salto”. Se refiere a “la asunción del nuevo gobierno, la corrupción en Petrobras, que el presidente del nuevo Senado sea del mayor partido de la oposición y el hecho de que el PT [Partido de los Trabajadores, de la presidenta Dilma Rousseff] ha perdido peso, que los datos adelantados de crecimiento proyectan una desaceleración de hasta 1,5% en la economía”, un “combo de varios factores” que genera “fragilidad en el gobierno e incertidumbre en el corto plazo”, haciendo que los inversores locales e internacionales “se refugien en el dólar”.

Por su parte, la directora del Instituto de Economía (Iecon) de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (Universidad de la República), Gabriela Mordecki, se refirió a una “fragmentación” como causa de las distorsiones en el mercado de cambios: “menores inversiones y no ingresos de divisas a las bolsas de valores que vienen cayendo”, sostuvo en diálogo con la diaria. Lo que está pasando “es la reversión de una cantidad de fenómenos que hicieron que el real se apreciara mucho más que el peso hace un tiempo, pero Brasil siempre tiene ese efecto más profundo, ahí siempre suceden las cosas con más intensidad, sobre todo en lo que tiene que ver con la depreciación del peso”.

Mordecki recordó que el diferencial entre las devaluaciones locales y las brasileñas “se viene dando desde hace un tiempo”, por lo que para evaluar la profundidad del fenómeno habría que tener en cuenta cómo evoluciona en los próximos meses. “Nuestra relación con Brasil tiene la cercanía, los negocios consensuados, por lo que no habría variaciones de precios a no ser que la devaluación se prolongara en el tiempo”, consideró.

“El gobierno se ha comprometido a que [la moneda] opere libremente y a mitigar las incertidumbres. Entonces, cuando el tipo de cambio sigue una trayectoria coherente a nivel nacional, deja que el propio mercado haga su trabajo. Esto es lo que pasó esta semana: cuando el mercado vio que no había fundamentos para una suba desmedida, volvió a bajar”, dijo Moya. “Si el gobierno incidiera en el mercado tratando de estabilizar la devaluación, perderíamos competitividad”, agregó.

Otra óptica

En un análisis detallado, Moya consideró que la mayor devaluación frente al dólar produce en primer lugar un efecto sobre el comercio exterior uruguayo en los precios. Los bienes que exporta Uruguay a Brasil son mayoritariamente alimentos (arroz, lácteos, etéctera), por ende, “bastante inelásticos en los precios: si bien se ven encarecidos, la retracción de su demanda no es tan fuerte”.

Los afectados en mayor medida son los productos importados, que “son más baratos en dólares con respecto a los uruguayos”. “Tal como se vio en otro momento con los bienes argentinos, es posible que algunos productos brasileños que no se vieron de forma tan masiva en Uruguay ahora comiencen a verse”. Se trata, pues, de “un efecto positivo para los importadores, pero no para la producción nacional, que se puede ver jaqueada o invadida”, puntualizó.

Gabriel Murara, ex vicepresidente de la Cámara de Industrias del Uruguay y actualmente vinculado al área fiscal de la gremial, dijo a la diaria que a la devaluación se suma el hecho de que “Brasil tiene menos inflación que nosotros”, por lo que la pérdida de competitividad “es aun mayor”. A título personal, Murara cuestionó los costos internos, sobre todo los referentes a las tarifas eléctricas, que sostiene que son los que más impactan en la competitividad.

Por su parte, Mordecki se refirió a los servicios exportados, en particular al turismo, que “podría verse afectado a la baja”, ya que si el país sigue perdiendo competitividad “nuestros productos se encarecen relativamente respecto de lo que valen en Brasil”. A días de culminar la temporada de verano, sostuvo que “ha habido un importante ingreso de turistas brasileños”, por lo que “otra óptica” lleva a pensar en el turismo como algo “más allá de la competitividad”, dijo, y opinó que “el destino Uruguay se ha impuesto con un interés más allá de que salga caro o barato veranear acá”.

Para el presidente de la UEU, Álvaro Queijo, la situación “es muy compleja”, ya que el destino brasileño es “muy significativo para las exportaciones, sobre todo las que tienen mayor valor agregado”, como la elaboración de productos químicos, plásticos y envases. Según dijo a la diaria, la pérdida de competitividad con ese país se arrastra desde 2011: “Las exportaciones con Brasil cayeron 5% el año pasado, y todo indica que este año la caída va a ser mayor”. Opinó que el gobierno debería “flexibilizar” la política monetaria del país en el corto plazo y tratar de que las políticas fiscal y salarial sean “más restrictivas” a largo plazo, de manera de “encauzar las tres en el mismo sentido” a fin de “elevar la competitividad”.

Típica pregunta

“¿Qué pasa con el dólar?” es una pregunta que se hacen muchos en este contexto. Tanto Moya como Mordecki advirtieron de la “lógica atípica” del mercado financiero, pero en caso de proyectar el primero recomendó “mirar la cotización de Brasil de reojo” y la directora del Iecon estimó una “depreciación continua” del peso uruguayo en “los próximos meses”. “Hay algunos fenómenos, como el aumento de las tasas de interés de Estados Unidos”, que propiciarían el efecto, evaluó Mordecki, pero también advirtió de “nuevos proyectos” de infraestructura y extracción de hierro y petróleo que “seguramente tengan un impacto amortiguador en la depreciación”.