El Tercer Encuentro Latinoamericano por el Desarrollo Inclusivo reunió desde el viernes hasta ayer a chicos con y sin discapacidades de Uruguay, Argentina, Costa Rica, México, Perú y República Dominicana. Muchos de ellos ya se conocían porque habían participado en los encuentros anteriores, realizados en México en 2013 y en Costa Rica en 2014. “Estamos trabajando en la creación de un movimiento de jóvenes por el desarrollo inclusivo” explicó Sergio Meresman, director de proyectos del Instituto Interamericano sobre Discapacidad y Desarrollo Inclusivo, organizador del encuentro. Más allá de lo que hay que hacer a nivel político y legal, el encuentro apuntó al componente social, indicó Meresman, que resaltó la necesidad de “cambiar las expectativas que existen sobre las personas con discapacidad”. Estamos tratando de incidir en eso, en dar un mensaje de que las personas con discapacidades pueden ser protagonistas y partícipes de los cambios”.

Los organizadores difundieron los currículums de 12 participantes. Una psicóloga, educadora y activista en programas de inclusión educativa que tiene parálisis cerebral congénita. Un joven con discapacidad física, licenciado en comunicación y magíster en comunicación política, que tiene un programa de radio y es docente universitario, una joven sorda dedicada al diseño multimedia, una orientadora de jóvenes con discapacidad y que usa prótesis en los miembros inferiores, un docente de informática para personas con discapacidad visual, como él. La lista seguía. También había jóvenes sin discapacidad que trabajaban en organizaciones promotoras de inclusión, en temáticas de género y diversidad sexual. De ese cruce de perspectivas se alimentó este encuentro. El viernes de mañana recibieron charlas de expertos y de tarde discutieron en talleres, para repensar sus realidades y buscarle la vuelta al desarrollo inclusivo. Al terminar recibieron a autoridades: Santiago Soto, director del Instituto Nacional de la Juventud, Pablo Álvarez, coordinador general de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Javier Miranda, secretario de Derechos Humanos de Presidencia de la República y Begonia Grau, directora del Programa Nacional de Discapacidad.

Meresman empezaba a hacer uso de la palabra cuando del parlante sonó una música contagiosa, que movió a dos o tres chicos a hacer un paso; a eso le siguieron otros y formaron una gran ronda bailando, incluyendo bastones y sillas de ruedas. El ritmo no parecía estar marcando tanto la formalidad como por las ganas de expresarse, la felicidad del encuentro. “Tratamos de poner un espacio en el que tomen la palabra los jóvenes, hace mucha falta el recambio generacional. Las organizaciones de personas con discapacidad han tenido históricamente predominio de los adultos y de los temas de los adultos en su agenda”, explicó Meresman a las autoridades cuando sí hubo espacios para la oratoria.

Las autoridades agradecieron a los participantes. “El Estado sería mucho más excluyente sin ustedes”, afirmó Soto. Álvarez reconoció que “la sociedad civil debe exigirle al Estado” la inclusión de las personas con discapacidad, y dijo que es necesario “abandonar la lástima y la filantropía” porque “es un problema de derechos”. Miranda sostuvo que “la batalla por los derechos es una batalla política, es la batalla política”, y que el Estado “no tiene otra finalidad” que la realización de los derechos de las personas.

Educación, cultura y deporte

Natalia Farías, psicóloga uruguaya, educadora y activista en programas de educación inclusiva, expresó: “Estamos en una etapa de conformación. La idea es llegar a una carta fundacional y a un plan de acción a dos años”. Meresman amplió que se buscará intervenir en dos temas en particular, dos artículos contenidos en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: la educación inclusiva, que las escuelas sean las mismas para personas con y sin discapacidad, y el acceso a la cultura, la recreación y el deporte. Carolina Buceta, una de las coordinadoras del grupo de jóvenes de Argentina y miembro de la Federación de Ciegos, explicó que en su país “no se ha encontrado la dinámica para poder conjugar toda la expertise que tiene la escuela especial para aportarle a la escuela convencional, y todavía existe cierta puja entre la escuela de modalidad especial y común”. Manifestó que hay resistencias de sindicatos docentes -hay quienes piensan que van a tener menos trabajo y otros más trabajo por el mismo sueldo- y también por parte de algunos padres. “Hay muchos mitos y estereotipos que hay que empezar a derribar y eso sólo se logra con trabajos de sensibilización y llevando los casos al terreno”. Lamentó que “prácticamente no existen espacios de deportes inclusivos, que es muy baja la cantidad de películas y de obras de teatro que tienen audiodescripción, son pocos los museos que tienen un recorrido inclusivo, así que mucho hay por hacer, por decir y por proponer”.

Matías Ferreyra, de Buenos Aires y docente de informática para personas con discapacidad visual, opinó que sigue habiendo diferencias importantes “en cuanto a niveles educativos alcanzados entre personas con y sin discapacidad”. Agregó que “el acceso al trabajo es una deuda muy pendiente, que si bien se está mejorando, el nivel de desocupación sigue siendo muy grande”. También desde Argentina, Facundo Ferro, integrante de la Red por Derechos de las Personas con Discapacidad, expresó que “es cuestión de militancia y lucha” cambiar la situación.

El encuentro de personas con y sin discapacidad es una fortaleza de la red. Santiago Álvarez, integrante de la Red Nacional de Juventud de República Dominicana, cambió la perspectiva tras participar en los encuentros. “Nos dimos cuenta de que éramos un desastre: hacíamos actividades en un segundo o tercer piso, no contratábamos intérprete en lengua de señas, entendíamos que ésa era la lucha de las personas con discapacidad, no la nuestra. Nos hemos dado cuenta de que el tema de inclusión hay que trabajarlo de manera horizontal, porque toca a cada una de las organizaciones, independientemente del tema que estén trabajando”.