El mayor riesgo en el contexto actual parece venir “de afuera”; los consultados coinciden en que la situación de complicaciones políticas y caídas en la producción de Brasil nos genera problemas, pero discrepan respecto de los canales. El socio de Oikos Pablo Moya considera como primer riesgo la “variabilidad” del tipo de cambio, ya que “vamos quedando más caros en dólares”, mientras que la directora del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (Universidad de la República), Gabriela Mordecki, argumenta que Brasil influye más por la desaceleración de la demanda: “Si el ingreso de esos países [tanto por Brasil como por Argentina] cae, la demanda [de productos uruguayos] va a caer más allá de cuáles sean los precios”. No obstante, considera también la “oportunidad” que esto brinda: “Salir a buscar otros potenciales mercados” para los productos locales, aunque reconoce que “no en todos los casos es posible”.
Por su parte, el socio de Deloitte Pablo Rosselli evaluó como “mayores riesgos” el “enlentecimiento” de China y la “aceleración del dólar”. Esos dos factores “llevan a revisar los pronósticos de crecimiento para este año y el que viene”, hoy en día calculados como “levemente por debajo de 3%”. La expectativa del gobierno es que la economía nacional crezca a 3,5% en 2015 y que aumente levemente año a año durante el próximo quinquenio.
El socio de CPA Alfonso Capurro compartió el pronóstico de 3% para el crecimiento en 2015, pero consideró “más prudente” manejar en la discusión presupuestal una cifra de 2%: “Hay un espacio fiscal muy reducido, por lo que Uruguay debería evitar que los números fiscales se transformen en una vulnerabilidad, como lo fue en Brasil, que terminó perdiendo la confianza de mercado”, afirmó a la diaria.
Para Rosselli, “Las políticas macroeconómicas deberían retomar la consistencia que han perdido”: el Banco Central del Uruguay (BCU), una tónica contractiva y, por otro lado, una política fiscal y salarial “que acompañen”. Considera que “no hay espacio para un aumento del gasto público en los próximos dos años”, y además que no es “lo más prudente” esperar a las próximas rondas de negociación colectiva para corregir la política de salarios: “Es momento de que el gobierno procure una moderación de los aumentos privilegiando el objetivo de empleo”, para lo que, opina, se debería modificar la ley de negociación colectiva “para que los aumentos pautados no sean obligatorios para todas las empresas”. No obstante, para los próximos años, casi todos pronostican “estabilidad” en materia de empleo.
Mercedes Comas, socia de Deloitte, fue más conservadora. Considera que la economía crecerá 2,5% en 2015 y para 2016 pronostica “un panorama más incierto y de menor crecimiento”. Ante esto, plantea que es “clave” la demanda de alimentos proveniente de los países asiáticos, ya que en ese rubro “Uruguay tiene un potencial enorme”.
Vaca y va
“Antes se pensaba que ser productor de alimentos no era bueno, pero eso ha cambiado: lo que Uruguay produce hoy tiene un valor para el mundo”, afirma Comas, que considera que “ocurrió un cambio estructural en el sector agropecuario”. Dice que “la valorización de la tierra” que hubo en los últimos años “ha hecho que muchos productores agropecuarios lo hagan rendir”, lo que se muestra, por ejemplo, en una menor cantidad de tractores utilizados en los campos, según el último censo agropecuario.
Moya se refiere a “una revolución agrícola” que “se ha aprovechado y ha tenido un efecto derrame importante”, sobre todo en lo relacionado con “la baja de la tasa de desempleo en el interior, en mayor medida en el medio rural”. “No hay un cambio estructural, porque la base productiva es la misma, pero sí hay un componente de valor que si no se hubiera agregado, Uruguay no podría haber tenido este crecimiento”.
Mordecki tampoco cree que los cambios en el agro sean estructurales, pero considera que hubo “una modernización de la gestión del empresario agropecuario”, en “la inversión del país en investigación y mejoramiento, y en la trazabilidad del mercado”. Comas opina que el cambio aún no se percibe porque “nos falta distancia para poder entenderlo”. En esa línea va también Capurro, que considera que “por ahora, son cambios positivos pero no estructurales”: “Estamos terminando un ciclo favorable y es muy difícil sacar una conclusión robusta sobre si realmente hubo un cambio estructural, si Uruguay consolidó su crecimiento potencial a tasas más altas que las del siglo XX”.
Priorizar y elegir
El día que asumió la presidencia de la República, en cadena nacional, Tabaré Vázquez anunció el objetivo de bajar la inflación a 5% en los próximos 18 meses. El aumento de precios está convergiendo desde hace unos meses al techo de 7% del rango meta del BCU, fruto de un esfuerzo extraordinario del Poder Ejecutivo mediante acuerdos con el sector empresarial y sindical, y de sacrificios de recaudación, principalmente por concepto de Impuesto al Valor Agregado. Tras la puesta en marcha de esas medidas, en marzo de 2014, un año después la contracción de la inflación fue de 2,39 puntos: pasó de 9,82% en los últimos 12 meses a febrero de 2014 a 7,43% en el mismo período a febrero de 2015.
La mayoría de los consultados no considera posible alcanzar este objetivo, “demasiado ambicioso”, ya que “no hay espacio fiscal ni monetario” y “las medidas a implementarse, en todo caso, tendrían que ser más fuertes que las implementadas el año pasado”, opinó Moya.
Además, visualizan otro problema: “Una restricción [de precios] tan fuerte en el corto plazo contraería el nivel de actividad”, es decir, “no sería consistente con mantener tasas de crecimiento a 3%”, continuó Moya, que considera que “la inflación a 5% es una situación de desequilibrio para el país”. Para el analista, con el anuncio Vázquez buscó “un shock de expectativas”, pero considera que “no va a funcionar”: “En cuanto no se produzcan cambios estructurales de infraestructura y de reforma del Estado, Uruguay seguirá siendo un país caro para producir bienes y servicios, y tendrá un rango de inflación de entre 5% y 8%, tendiendo o estable en 7%”, afirmó.
Comas considera que la “productividad” es el primer impedimento para una baja de los precios. “Ahora que el ciclo económico ha cambiado, las negociaciones en los Consejos de Salarios no deberían reducirse a salarios y beneficios, sino que se tendría que ir hacia algo más amplio, hacia una nueva cultura laboral”, opinó, en línea con lo propuesto por el gobierno. “Mejora en las condiciones de trabajo, capacitación, planes de carrera para los trabajadores, calidad de vida”, ejemplificó.
Rosselli observó que “es difícil corregir una suba de precios relativos si los salarios aumentan más que la inflación”. “Hasta ahora hemos visto una caída de la inflación de casi 10% a 7,5%, de una manera no lo suficientemente sostenible, porque el gobierno redujo en términos reales los precios administrados que computan para el costo del IPC [Índice de Precios al Consumidor], pero el resto de los precios continúan subiendo a un ritmo sostenido”, por lo que, “sin una moderación de la suba de salarios”, hay “poco espacio” para que la inflación siga cayendo, sostuvo.
Capurro evaluó “de manera positiva” que “el gobierno haya puesto el tema sobre la mesa”, ya que “no ha sido prioridad de las políticas en los últimos años, y hoy la inflación es elevada en parte por eso”. No obstante, también consideró “poco probable” que se alcance el objetivo propuesto por Vázquez, porque “los costos asociados son muy elevados”. “Una forma de hacerlo muy rápido es bajar el precio de los combustibles, pero esto traería acarreado un sacrificio fiscal muy importante, y entendemos que al hacer las cuentas el objetivo de estabilidad fiscal va a pesar más que el objetivo de inflación”.
Por su parte, Mordecki dijo que “el BCU va a hacer la política con ese objetivo” pero “no necesariamente lo va a alcanzar”. Considera más probable que “al enlentecerse un poco el crecimiento, la inflación sea menor que en años anteriores”. Explica que bajar la inflación “implica medidas recesivas, y en un momento en el que la economía está creciendo menos, quizá el gobierno -cuyo equipo económico es el mismo que estuvo hasta ahora, y sabemos los objetivos que privilegia- opte por preservar el crecimiento sobre la inflación”. “En la política económica hay que elegir, no es posible alcanzar todos los objetivos”, afirmó la economista, que considera que “llegar al techo [del rango meta], que es 7% [a los 18 meses], ya sería un logro importante”. Sin embargo, los pronósticos no indican eso; las expectativas publicadas por el BCU el martes proyectan un aumento de precios de 7,81% para entonces.