“Hoy contradecimos a nuestro querido José Carbajal, porque cuando suena el pito de la fábrica no se termina el hombre, sino todo lo contrario. ¡Arriba los obreros textiles!”, gritó, al final de su discurso y con un nudo en la garganta, el dirigente textil Johnny Solahegui. Hacía referencia a la canción “Grillo cebollero”, en la que El Sabalero decía aquello de: “Se termina el hombre cuando suena el pito”. Solahegui lo dijo desde arriba de un escenario, en el predio industrial de la ex Campomar, en Juan Lacaze. Abajo lo escuchaban los trabajadores de la cooperativa textil Puerto Sauce, que el sábado presentó su proyecto industrial ante las autoridades y los habitantes de la ciudad más porfiadamente industrial de Colonia. En la presentación Solahegui dijo, más de una vez, que no quería llorar. Sus compañeros le perdonaron la mentira; en el fondo, todos sabían cuáles serían las consecuencias de volver a escuchar el sonido del vapor de la caldera después de tantos años.

Los textiles de Juan Lacaze saben lo que es una crisis. Vivieron el cierre de Campomar en marzo de 1993 -en aquel momento quedaron más de 1.000 personas sin trabajo- y luego el de Agolan, en diciembre de 2013. Ahora, por primera vez, la apuesta es por la autogestión y el formato de cooperativa de producción. Empezaron con 100 trabajadores -pretenden llegar a 150- y se concentrarán en la elaboración de bufandas, frazadas, hilados y telas cardadas para el mercado interno y para la exportación (tienen clientes en Brasil y Estados Unidos).

Empezaron a trabajar en octubre de 2014, y en febrero el Fondo de Desarrollo (Fondes) aprobó un préstamo de 900.000 dólares. En el acto hablaron el intendente Walter Zimmer, la diputada Mercedes Santalla (FA), el alcalde Daniel Gonnett, Fernando Spinoglio y Juan Correa, de la Federación de Cooperativas de Producción, representantes de la cooperativa sanducera Cotrapay (ex Paylana), la ex presidenta de la Corporación Nacional para el Desarrollo Adriana Rodríguez y el presidente del Instituto Nacional del Cooperativismo, Gustavo Bernini.

En los discursos se tocaron dos temas centrales: la necesidad de una gestión competitiva y cómo cambiar de una mentalidad asalariada a una cooperativa. Ninguna de las dos cosas será sencilla, porque el sector textil uruguayo lleva décadas de crisis y porque la cultura obrera (y sindicalista) forma parte del ADN de Juan Lacaze.

Rodolfo Moyano, por ejemplo, entró a trabajar en la sección Hilandería de Campomar en 1969 y durante ocho años fue presidente del sindicato de Agolan. “Cuando uno pasa a ser dueño tiene que tomar decisiones, y eso va a ser lo más difícil para nosotros. Llevo más de 40 años recibiendo órdenes, y ahora tengo que aprender a hacer cosas sin consultar a nadie, es un cambio muy grande. Creo que los muchachos más jóvenes lo van a asimilar mejor”, reflexionó. Moyano reconoce que la industria textil vive un momento complicado, pero insiste en recordar que también hubo “pésimos empresarios”.

Bernini también tocó ese asunto: “Ahora hay una campaña contra el Fondes, pero hay que recordar que en Uruguay los créditos bancarios se daban más por tarjeta que por viabilidad. Ese Uruguay terminó, y de la peor manera, en 2002. Esta apuesta es para construir un modelo alternativo, sabiendo que es muy difícil, porque tenés que competir con reglas de mercado que ya están instaladas, y la lucha siempre va a ser desigual. Por eso son tan importantes las políticas públicas”. El ex diputado socialista cuestionó a quienes, desde una “perspectiva ideológica”, asumen que los trabajadores no tienen capacidad de gestionar y ser eficientes. “Como si la eficiencia fuera sólo posible en empresas privadas, a pesar de que en la historia uruguaya sobran ejemplos de lo mal que han terminado varias de ellas. Sin embargo, cuando falla un emprendimiento cooperativo, lo primero que se dice es que falla todo un sistema”, comparó.

De tradiciones

Campomar es un símbolo de esos fracasos que menciona Bernini, pese a que fue la mayor (y más próspera) empresa textil de la historia de Uruguay. Desde su fundación, en 1900, hasta su primera crisis económica, en 1955, tuvo la hegemonía absoluta en la producción textil. Hace unos años la historiadora Magdalena Bertino publicó una investigación sobre Campomar; allí concluye que en 1939 producía algo menos de la mitad de los tejidos de lana consumidos en el país, y en esos años trabajaban 2.000 personas en la planta de Juan Lacaze.

¿Cómo se explica el posterior cierre de una industria tan potente? Por varios motivos, sin duda, pero Bertino coincide con la tesis de que se cometieron graves errores empresariales. “Ser empresario de un mismo rubro no se sostiene por muchas generaciones. Por algo está ese dicho: “‘Padre comerciante, hijo caballero, nieto pordiosero”’, graficó Bertino, en una entrevista que publicó la diaria en 2013.

Ahora, dependerá de la Cooperativa Puerto Sauce cómo seguirá esa larga tradición. “Sabemos la responsabilidad que implica todo esto, porque si fracasa la cooperativa, acá no queda más nada. Hay que meter horas y darle para adelante, es tremendo desafío, ojalá que todos los compañeros lo entiendan”, concluyó Moyano.