Revitalizadora y revisionista de la teoría marxista, profesora emérita de la Hofstra University (Long Island, Nueva York), Silvia Federici logró visibilizar con sus investigaciones la persecución política a las “brujas” hasta el presente; que el trabajo reproductivo y de cuidados producido por las mujeres no es remunerado y esto es clave para la acumulación capitalista; que los aparatos estatales han contribuido a legitimar la violencia machista -por hacer una somera, insuficiente e injusta enumeración-. En su primera visita al país, esta escritora y militante feminista de origen italiano, que desarrolló su trabajo en Estados Unidos, Kenia y México, entre otras latitudes, brindó ayer una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de la República sobre “La violencia hacia las mujeres y el despojo de los bienes comunes”. Su actividad en Uruguay continúa hoy y mañana, con un seminario organizado por Extensión Universitaria, la revista Contrapunto, el Instituto de Psicología Social y la Red Temática de Género de la Udelar.

Ante el auditorio, la autora de una lectura obligada como Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Tinta Limón, Buenos Aires, 2010) hizo énfasis en la necesidad de evidenciar la continuidad que existe entre la violencia del despojo de los bienes naturales con otras violencias implícitas, presentes en condiciones de explotación laboral, como las que sufren las mujeres migrantes que realizan trabajo esclavo en una maquila o en puestos de empleo no formal en tareas domésticas: “¿Acaso no son violentas las afectaciones a la salud al respirar tóxicos en esas fábricas o tener regímenes de trabajo de diez o 12 horas diarias?”, cuestionó, a lo que cabe agregar las mutilaciones y desapariciones forzadas de miles de ellas en Ciudad Juárez, por citar un conocido ejemplo.

La conferencista destacó que en los últimos 20 o 30 años aumentaron determinados empleos diferenciados por género: mientras que fuera de casa las mujeres trabajan como “servidoras” [en referencia a ser sirvientas o cuidadoras] -“trabajo que supone una extensión de la desvalorización de su trabajo en la casa”, puntualizó-, “los hombres han incrementado el trabajo de violencia, como parte del Ejército u otros puestos laborales de seguridad privada”. Ese trabajo, que intrínsecamente es violento, se arrastra hasta la casa y tiene como principales víctimas a las mujeres y sus hijos o personas a cargo: “No se puede torturar todo el día sin llegar a casa desde el trabajo y continuar ejerciendo violencia”, afirmó.

Los varones ejercen a nivel doméstico el control que el Estado aplica a toda la población. “Ejercen violencia en nombre del Estado o en nombre de la empresa privada. El Estado ha delegado a los hombres el papel de controlar el trabajo de las mujeres y el poder de castigarlas”, añadió.

En un país donde todavía es confuso y suele usarse de manera indistinta “violencia doméstica”, “violencia de género” y la más reciente “violencia de género y generaciones”, Federici advirtió que la primera conlleva una trampa porque da la idea de que ese tipo de violencia específica “sólo se ejerce dentro del hogar”; por lo tanto, “se privatiza” y obtura la reflexión sobre cuán político es lo personal e impide deconstruir jerarquías de poder en la familia, en el trabajo, en el sistema económico y construir nuevas “estructuras”.

Sostuvo que para luchar contra la violencia doméstica es tan importante “luchar por educar a los hombres que ejercen violencia” como “cambiar las estructuras laborales” dentro y fuera del hogar, que sigue manteniendo una relación “de poder y subordinación”. Consideró un tema “importante y preocupante” el crecimiento de la cifra de mujeres maltratadas y asesinadas, como fenómeno a nivel internacional, pero que “no es nuevo”. “Al contrario: es un elemento de continuidad perversa en toda la historia del capitalismo, que se acentuó con la globalización, que acentuó el proceso de vulneración de las mujeres, tanto en las relaciones de poder que varones y mujeres construyen en la casa, como la violencia que se inscribe en las relaciones laborales a las que son destinadas las mujeres en este sistema”.