El núcleo duro de poder en el Poder Ejecutivo no ha sido permeado por la equidad de género, tampoco por la cuota y ni siquiera por la inclusión femenina con la llegada al gobierno del Frente Amplio (FA), que mantuvo la tradición instalada por sus antecesores colorados y blancos desde el retorno de la democracia, al reservar para los varones los puestos de mayor relevancia: presidencia, vicepresidencia, secretaría, prosecretaría y Oficina de Planeamiento y Presupuesto. En 30 años de democracia no hubo mujeres en esos cinco cargos.

Si se abre el análisis a las 12 direcciones, oficinas y programas que dependen directamente de Presidencia, por ejemplo, Secretaría Antilavado y las unidades reguladoras de Servicios de Comunicación y de Energía y Agua, en este segundo período de gobierno de Tabaré Vázquez se constata que diez (83%) están asignadas a varones y dos a mujeres.

En los ministerios, la estructura de mando se repite en los 13 existentes: titular, subsecretaría y dirección general. Por tanto, son 39 los puestos de máxima relevancia, 67% de los cuales son ocupados por varones en el arranque de este gobierno, y 33% por mujeres. Si se desglosa por nivel de responsabilidad, en el primer escalón el porcentaje femenino aumenta a 38,5%, por la presencia de cinco ministras. Por el contrario, en las subsecretarías se amplía la brecha hasta 85% a favor del género masculino, que tiene 11 representantes contra dos del femenino, mientras que la primera aproximación a la paridad se da en el tercer escalón, con siete varones (54%) y seis mujeres (46%) a cargo de las direcciones generales.

Lo que sí varía en cada secretaría es la cantidad de direcciones, inspecciones o institutos nacionales o generales que dependen del ministro. Si se consideran todas estas dependencias en los 13 ministerios, la cifra global es de 97 puestos de mandos medios, de los cuales 68 (70%) son ocupados por varones y 29 por mujeres (30%).

Sumados estos 136 cargos de primer orden en los 13 ministerios (los 39 de máxima responsabilidad y los 97 mandos medios) la relación es de 77% de varones y 23% de mujeres, y la inequidad se acentúa con respecto a los números globales de cada uno de los niveles de poder: 67%-33% en el primero y 70%-30% en el segundo.

A no engañarse

La realidad varía sustancialmente si se estudia la composición por género de cada una de las carteras y según la variable que se contemple. Una primera conclusión podría ser que la presencia de mujeres en la titularidad de un ministerio favorece la participación femenina en la política, ya que del análisis de todos los puestos de alta responsabilidad disponibles en esas cinco secretarías (52), surge que 58% son ejercidos por mujeres, en contraposición con el 23% de mujeres que tienen algún grado de poder en los ocho ministerios manejados por varones, en los que hay 84 puestos relevantes.

Sin embargo, una segunda lectura sobre lo que sucede en cada una de las unidades ejecutoras conducidas por mujeres demuestra que la máxima “la presencia femenina en la titularidad de un ministerio favorece la participación de la mujer” no se cumple cabalmente. En el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), además de la titular, María Julia Muñoz, otras dos mujeres accedieron a lugares de incidencia, contra 12 varones, entre éstos los dos que completan el comando, es decir, subsecretario y director general. En esta cartera el género masculino acapara 80% de los cargos de poder, superando el 77% que se constata en los 136 cargos disponibles en los 13 ministerios. Algo similar ocurre en el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA), en el que además de la titular, Eneida de León, figura en el equipo de gestión principal, compuesto por siete personas, Lucía Etcheverry como directora nacional de Vivienda.

Sí puede decirse que en las restantes tres secretarías de Estado dirigidas por mujeres se cumple la máxima. Sobre todo en el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), cuyo comando está integrado por tres mujeres (el único caso) y las 12 direcciones se distribuyen prácticamente de forma equitativa, dando una relación total de 60% de cargos de responsabilidad femeninos. El mismo porcentaje global se repite en el Ministerio de Turismo y Deporte, a cargo de Liliam Kechichián, mientras que en el de Industria, Energía y Minería (MIEM), encabezado por Carolina Cosse, hay paridad en las diez direcciones que controla.

Solidaridad de género

A diferencia de lo afirmado en relación con los cinco ministerios “femeninos”, puede decirse que el hecho de que un varón los encabece favorece la participación masculina en la política. Como se dijo, en este grupo de carteras la relación varones-mujeres es de 77% a 23% en beneficio de los primeros.

Víctor Rossi encabeza el ranking de ministros menos amigables con la participación política femenina en cargos de poder, ya que no optó por ninguna mujer para cubrir alguno de los seis cargos de poder que tenía para distribuir antes de comenzar la gestión, los cuales completan el comando de la cartera: subsecretario, director general y cuatro direcciones. 100% de los cargos de esa unidad ejecutora son masculinos. Lo sigue de cerca Eduardo Bonomi, que tenía 13 cargos para repartir e incluyó sólo una mujer en su equipo: hay un viceministro, un director general y diez directores en 11 dependencias. Esto sin contar las 19 jefaturas policiales, que juegan un rol clave en la aplicación de las políticas de seguridad del gobierno, y sus representantes son considerados funcionarios de la máxima confianza política del titular de la cartera: no hay mujeres jefas de Policía ni tampoco subjefas.

La más amigable es la cartera de Danilo Astori, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), que eligió a mujeres para ocupar cinco de las nueve direcciones. Sumadas al comando ministerial (Astori, el subsecretario Pablo Ferreri y Susana Díaz, la directora general), el resultado es equitativo: seis mujeres y seis varones.