Hoy a las 17.30 en la sala Dorada de la Intendencia de Montevideo (IM), el Centro de Fotografía (CdF) recibirá la donación formal del archivo fotográfico de Cámaratres (más de 8.000 fotos y documentos de la transición a la democracia) y se presenta el libro Fotógrafos de la apertura, que cuenta y reconstruye parte de esa historia que finalizó el 1° de marzo de 1985, recogiendo buena parte del trabajo de Cámaratres. Este homenaje a sus autores, y el ingreso del archivo a los fondos del CdF, que coinciden con la conmemoración de los 30 años de la restauración democrática del país, se inscriben en el marco del evento 1985 Expectativas y disputas en torno a la nueva democracia, organizado por la Universidad de la República.
Giambruno y Sosa aseguran que Cámaratres nació de forma fortuita. Mientras se “mejoraban” el vaso de cerveza -para que no perdiera temperatura- y se escuchaba de fondo El trigo y la luna, de Eduardo Darnauchans, contaron a la diaria que en esa época la fotografía era una peña, un lugar seguro. Ambos pertenecían a la categoría C y no tenían acceso al trabajo formal. Giambruno había salido del penal de Libertad a fines de 1976 -donde permaneció tres años recluido- y se había dedicado a varias cosas: vendió seguros, cortó leña, crió chanchos en Villa Guadalupe (Canelones) y tuvo un almacén. Como le gustaba la fotografía, decidió volver a Montevideo y anotarse en el Foto Club. Después comenzaron a surgir trabajos, se conocieron con Sosa -que siempre buscó en la fotografía una forma de vida- y fundaron Cámaratres.
“Cobrábamos a ojímetro y hacíamos fotos de todo, pero también trabajábamos con sindicatos, con FUCVAM [Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua]. Pero eso sí -aclara Giambruno-, el trabajo solidario debía incluir la nafta y la grappa”. Primero se vincularon con Conventuales, donde se reunían varias organizaciones. A partir de la creación del Centro de Investigación y Promoción Franciscano y Ecológico (CIPFE), comenzaron a acompañarlo con el registro de varias de sus reuniones y actividades. Pero, según cuenta el dúo, la fama de Cámaratres les llegó con la célebre fotografía de las Llamadas de 1984: “En las Llamadas del 84 la Policía había puesto una trampa, y había camiones esperando a la gente por Gonzalo Ramírez. En un momento se armó la batahola, ya que las Llamadas no eran como ahora, sino que la gente desfilaba detrás de las comparsas coreando consignas y ese tipo de cosas. Con los palos vinieron las fotos. Por ejemplo, la gente se metía en los apartamentos que los vecinos abrían, solidarios. Era increíble. De alguna manera, fue la primera foto que publicó un medio de prensa, porque en esa época no había fotos. Están las fotos simbólicas, o las que se hicieron el día del Obelisco, pero no las otras”.
Cuenta que cuando quisieron filmar una película sobre el plebiscito, sólo se encontraron los documentos de gente votando. Explica que el miedo estaba instaurado de tal manera que impedía salir a la calle a registrar lo que sucedía. “Nosotros andábamos regalados. Y creo que la falta de fotógrafos en la calle generó que en el primer tiempo los milicos no nos prestaran atención: éramos prensa, y los periodistas eran gente seria”, dice Giambruno.
El retrato iniciático
Cuando revelaron la referida foto de las Llamadas, Giambruno le dijo a su compañera de entonces que “había que vendérsela a alguien”. El comprador fue la agencia AP, circunstancia que ofició como disparador, ya que a los pocos días los llamaron para trabajar en el semanario Aquí. Los fotógrafos le plantearon al semanario la necesidad de contar con un carné de prensa, y “casi sin querer empezamos a trabajar como una agencia, porque hacíamos nuestro propio presupuesto y buscábamos nosotros mismos las noticias, siguiendo cierto olfato político”, cuenta.
Sosa parece conmovido al recordar aquellos años. “Sucedieron tantas cosas en un período tan corto, que fue demasiado”, reconoce. Recuerda que empezaban a trabajar a las 7.00 y cuando eran las 4.00 o las 5.00 todavía no habían descansado: “De pronto, hacíamos 20 notas de mañana y 20 de noche... Por eso, cuando abrimos la caja de Pandora del archivo y vimos todo el trabajo, nos volvimos a sorprender. No te da la cabeza para pensar cuánto espacio de negativo o tarjeta habríamos usado si hubiéramos tenido la capacidad de trabajar en digital como hoy, porque salíamos cuidando el negativo. Teníamos un acceso a 20 o 30 rollos por semana, y cuando revelábamos llegábamos a tener 60 rulos de negativos colgados del cuello”.
Reiteran que esta agencia nunca fue diseñada a conciencia, sino de manera instintiva, y recuerdan que el miedo no los abandonó en 1985. Giambruno refuerza la idea: “Tengo amigos que estuvieron presos, y cuando [Jorge] Tiscornia y [Walter] Phillips-Treby publicaron un libro sobre el penal [Vivir en libertad], al final figuraba la lista de los presos. Era el año 2000, y un amigo me decía: ‘No puede ser’. Yo le decía que se dejara de embromar, pero él consideraba que incluso podía peligrar su cargo como funcionario en una sociedad médica. Esto responde a una falta de capacidad de la izquierda para manejar estos temas”.
Sosa agrega que si bien el miedo estaba instalado, al “estar jugado sabías que si te la daban te la daban, y sobre esa base hicimos muchísimas cosas. Estamos convencidos de que toda la gente que pasó por Cámaratres se convirtió en el engranaje y motor del movimiento. Venían vecinos y nos decían: ‘Che, ¿no nos revelan esto?’. Nunca preguntamos nada y siempre colaboramos”. En medio del temor y la paranoia, recuerdan que el barrio era una extensión de la familia, donde de alguna manera ellos resultaban confiables. El laboratorio de fotos funcionaba frente a la cárcel de Punta Carretas, cuando todavía no había sido desalojada, “y en el barrio había ranchos de lata y corredores al fondo, e incluso todavía existía el edificio de la carbonería El Buen Trato” (el 18 de marzo de 1931, un grupo de anarquistas, entre los que se encontraba el argentino Miguel Ángel Roscigna, protagonizó una recordada fuga de esa cárcel, utilizando ese edificio como salida).
El nombre del colectivo surgió como una necesidad, ya que el genérico Cámaratres permitía no revelar el nombre de los fotógrafos, si bien aseguran que todos sabían quiénes eran. El “tres” refiere a que en un comienzo también se sumó la compañera de Giambruno, pero luego se fueron sumando y alejando distintos integrantes.
Sobre el cuantioso archivo, los fotógrafos dicen que siempre lo concibieron como patrimonio del pueblo uruguayo, “porque aunque nosotros sacáramos las fotos, el protagonista era el retratado, y el que estaba tirando la piedra era él, y él era quien propiciaba la apertura”. Los archivos donados al CdF comienzan con la primera foto histórica de Cámaratres, la del viaje de los niños, hijos de exiliados, de 1983, y se extiende hasta la caminata de Liber Seregni y Wilson Ferreira Aldunate por 18 de Julio, el 27 de junio de 1985.
Juego documental
Giambruno recuerda que Julio María Sanguinetti abrió el penal de Libertad para que la prensa lo visitara, pero “perdió”. “Tengo una foto sonriente en mi celda, con dos cámaras colgadas, que es un buen recuerdo... Los tipos hicieron una visita guiada al penal, para relatar cómo era, pero fue toda una contradicción”, dice. ¿Cuál era la diferencia de las fotos de Cámaratres con respecto a las de los demás medios de prensa? Giambruno explica que, en la medida en que los fotógrafos no habían vivido allí dentro, no fueron a buscar aquellas cosas que para los presos eran significativas. “Por eso, hay fotos que nadie sacó. Incluso, en un momento, le dije al Petiso [Alfonso] Lessa: ‘Vení, vamos para los basureros’. Nos fuimos para atrás de la cocina y revisamos la basura con papeles quemados. Cuando empezamos a revisar, sacamos documentos con órdenes de hostigar a los presos, y cosas por el estilo; la foto de esa escena está en nuestro acervo”, cuenta.
En cuanto al archivo, recuerdan a una mujer que “enloqueció” en una muestra de la IM, porque en ella su hijo pudo ver una foto de su padre antes de que éste conociera a su madre. Episodios como éste se repitieron en incontables ocasiones, además de que recibían constantes pedidos de fotografías de personas que figuraban en sus fotos. Por esto, ambos fotógrafos coinciden en que este material debía retornar a la sociedad.
“¿Vos sabés que alguna vez un Kennedy estuvo en Uruguay? Cámaratres estuvo ahí y documentó a Kennedy junto a Seregni”, arremeten. “Y si en un bar nos encontrábamos a Sanguinetti hablando con alguien, por ejemplo, lo llevábamos a la redacción e improvisaban una nota”. Reconocen que por esta misma particularidad, si debieran catalogar el archivo, la tarea se volvería imposible por una cuestión de tiempo, ya que el cruce de líderes o personalidades -como Seregni o José Pepe D'Elia- ya convierten al registro en fotos históricas.
En cuanto a sus colegas, Giambruno y Sosa recuerdan que los fotógrafos no salían a la calle. Cuentan numerosas anécdotas sobre la cobertura de manifestaciones o notas periodísticas de esos años. A Sosa, por ejemplo, los militares lo corrieron desde la Facultad de Derecho hasta 18 de Julio y Juan Paullier, donde una mano lo “tiró para adentro de su casa”. En esa ocasión, a Giambruno lo rescató una camioneta del Partido Nacional. Cuentan que cuando lograron encontrarse, se miraron sabiendo que “tenían la foto” (conocida fotografía en la que unos militares toman a un manifestante por los pies y brazos).
Explican que la única herramienta que tuvieron para mostrar lo que sucedía era la fotografía, incluso cuando ésta “no tuviera identidad”. Para Sosa, su modo de trabajo en prensa no cambió hasta el día de hoy. Considera que una buena fotografía no necesita un pie explicativo, ya que habla por sí misma, y es en ese punto que el fotógrafo se convierte en fotoperiodista, y no en un “simple mostrador de cosas lindas”.