“Yo sé a dónde voy. Tenía la curiosidad de saber de dónde vengo”. De ese modo resumió el ex presidente José Mujica la motivación de su estadía en Favale de Malvaro, pueblo de 500 almas en medio de las montañas de Liguria, de donde se supone que emigró en 1800 su bisabuelo materno, y que el domingo otorgó a Mujica la ciudadanía. Pueblo de vocación agrícola, en medio de montañas inaccesibles, Favale de Malvaro se ubica en un paisaje de olivos, huertas y flores. Muros de piedra para contener las laderas de las montañas y balcones forjados por la naturaleza, y construidos con fatiga y obstinación por la humanidad durante centenares de años, miran al valle de Malvaro y lateralmente al valle de Fontanabuona, de donde, se cuenta, salió Cristóbal Colón hacia América. Allí llegaron el sábado, como dos turistas más, Mujica y su esposa, Lucía Topolansky, determinados a conocer la tierra de donde salieron los ancestros de los Cordano.

Los acogieron el alcalde de Favale, Ubaldo Crino, y una población emocionada y divertida. Los favaleses están acostumbrados a recibir a emigrados que regresan en busca de sus orígenes. “Favale tiene algo especial en el ADN”, dijo el alcalde en la ceremonia de entrega de ciudadanía a Mujica, “porque tenemos muchos migrantes y muchos casos de gente que se hizo famosa lejos”. A esa tierra pertenecen, por ejemplo, Amadeo Peter Giannini, fundador de Bank of Italy en Estados Unidos; Cesare Pezzolo, conocido acordeonista, y Brian Boitano, patinador artístico, medalla de oro en los XV Juegos Olímpicos de Invierno de 1988 en Calgary. A ellos se suma ahora José Alberto Mujica Cordano. “Pepe apareció más interesado en conocer costumbres y modos de vida que en saber cuál era la casa de la familia”, contó el alcalde. “Hemos identificado la rama de los Cordano de la que salieron sus ancestros, pero todavía no logramos encontrar la partida de nacimiento de Antonio Cordano, el bisabuelo; hay más de 20 personas con el mismo nombre nacidas en Favale a fines de 1800 y el presidente no conoce la fecha exacta de nacimiento de su abuelo, a quien, nos dijo, todos llamaban nonnino. Nos ha dicho que intentará informarse, pero me hizo entender que quería restar importancia a cuestiones de sangre y, en cambio, sumergirse en los lugares y hablar con gente de allí”, agregó Crino. Gente que lo esperó en todos lados para sacarse fotos con él y pedirle autógrafos.

Una señora con ruleros salió a la calle y lo invitó a entrar a su casa; Mujica aceptó y pasó una media hora en la vivienda, charlando y tomando vino con sus compatriotas. Se metió en las huertas, habló de flores, de cultivos, de animales; destacó la ironía por la que, procediendo de una tierra montañosa, se fue a vivir en una llanura. “El sábado de noche los llevé a comer pizza”, siguió contando el alcalde. “Estaba lleno de jóvenes y me di cuenta de que muchos lo conocen: se acercaban a la mesa y querían fotos y autógrafos. Todos fueron satisfechos. El presidente dejó que sacaran fotografías con teléfonos móviles y escribió muchísimas dedicatorias”, relató. Y parece que, además de la pizza, Mujica probó con mucha satisfacción la comida local: ravioli di Borragine al toccò, focaccine di patate di Crevari, vino local.

La ceremonia de entrega de la ciudadanía se desarrolló en la mañana del domingo, durante una reunión extraordinaria del Concejo Comunal en la que participó también Mujica. En la sala se tocó el himno uruguayo y el de Italia. Mujica habló de la migración, de lo importante que fue para América, de lo que pasa en el Mediterráneo y en las costas de Italia, donde siguen llegando migrantes todos los días, de la necesidad de no dejar sola a África. Sus palabras se insertan en un debate intenso no sólo en Italia, sino en toda Europa, mientras las lanchas repletas de seres humanos siguen cruzando el mar para llegar a las costas de Italia y Grecia, y se libran batallas diarias para rechazar masas de desamparados.

Mujica continúa su viaje esta semana y mañana se reunirá con el papa Francisco.