Si bien “The Thrill is Gone” es indudablemente el tema más conocido de BB King, tal vez sea “Riding with the King” (canción que da título al álbum que grabó en el año 2000 con Eric Clapton) la que resume la trayectoria vital del músico. En el video podemos ver a King sentado en un lujoso descapotable conducido por Slowhand. A manera de flashback, aparece un muchacho secándose el sudor en el baño de una estación de servicio en medio de la nada, pero camino a la gran ciudad.

Riley Ben King nació en 1925, en una plantación del estado de Mississippi. Por aquellos tiempos, las condiciones de vida para los negros en Estados Unidos no eran mucho mejores que en la época de la esclavitud. Riley fue criado por su abuela materna y tuvo su educación musical inicial en el coro de la iglesia local. A los 12 años adquirió su primera guitarra.

A los 20 años se mudó a Memphis, Tennessee. Tocando en diversos bares, consiguió una audición radial semanal y pronto comenzó a trabajar también como DJ en la misma estación. Ese empleo le permitió ampliar sus horizontes musicales, hacer contactos y una buena posición para observar el funcionamiento del showbusiness. También fue en ese medio que adquirió el seudónimo BB, que resulta más pegadizo que Riley Ben.

BB King perteneció a la primera generación que tocó la guitarra eléctrica de una manera diferente a la acústica, y exploró sus posibilidades expresivas. Unió las innovaciones técnicas con un fino sentido de la melodía que le permitió realizar solos emotivos y agradables al oído sin que sonaran como meros ejercicios de virtuosismo.

Para el comienzo de la década de los 60, King era todo lo que un músico negro podía aspirar en su época. Era un artista reconocido y respetado por la comunidad afroamericana. Tocaba y su trabajo era difundido en los circuitos propios de su raza, mientras que para el público blanco era un desconocido. Sin embargo, del otro lado del Atlántico se estaba gestando un cambio cultural que afectaría sustancialmente la historia de la música moderna.

Por aquellos años, existía en Londres un circuito underground de blues. Se traían discos de contrabando desde Estados Unidos y abundaban bandas que tocaban en pequeños bares locales. Finalmente, el movimiento hizo eclosión, muchas de estas agrupaciones se volvieron famosas (The Rolling Stones sería la más conocida de ellas) y realizaron giras por Estados Unidos. No perdieron oportunidad de tocar junto a sus ídolos, interpretar temas suyos, poniéndolos por primera vez en la mira del gran público y otorgándoles proyección internacional.

King fue el único de los músicos que supieron aprovechar esta rehabilitación del blues por parte del rock que vivió lo suficiente para poder disfrutarlo. Ofrecía un blues elegante, de numerosos músicos y con toques de jazz. La opción escénica de presentarse siempre en impecable traje de gala le abrió la puerta al público blanco, que percibía la suya como música culta y refinada.

Saberse el exponente más conocido de un género musical que no estaba teniendo suficiente recambio general lo llevó a realizar un apostolado del blues a nivel mundial. Llegó a dar hasta 300 conciertos al año, a pesar de la diabetes y las recomendaciones médicas. Tocó en países en los que resulta absurdo pensar en un concierto como algo redituable, sólo para que el blues llegara a oídos olvidados y poder decir “yo estuve ahí”.

Para cuando se presentó en el cine Plaza, en 1999, tocó todo el tiempo sentado en una silla que bien podía pasar por trono. A pesar de eso, resultó ser un showman formidable y quedaba claro que los músicos que lo acompañaban eran parte de un sistema solar, del que era el centro.

Realizó su gira de despedida en 2006; sin embargo, dio recitales hasta el año pasado. Incluso se dio el gusto de cantar a dúo con el primer presidente negro de su país, Barack Obama, algo impensable en los tiempos de su infancia. En octubre de 2014 debió cancelar presentaciones debido a problemas de salud. Su estado fue deteriorándose hasta que falleció en la madrugada del 15 de mayo. Concluir que la leyenda ha nacido sería negar que se venía forjado desde hace décadas.