-¿Qué hace el Center for Environmental Farming Systems?
-Estudiamos los problemas de sustentabilidad de la agricultura desde tres puntos de vista: ambiente, comunidad e ingresos para las familias. Tenemos un ambiente similar al uruguayo, nosotros estamos en la latitud 35o pero al norte del Ecuador. Muchas personas piensan que solamente hay grandes sistemas, como la producción de soja, Cargill, ADM, Walmart, pero en realidad hay posibilidad de continuar un sistema local si podemos consolidar un mercado para la producción. Un gran problema es conectar a productores con consumidores. Nuestra idea fue desafiar a los consumidores a pensar los problemas de los productores al mismo tiempo que los productores deben entender lo que los consumidores quieren. Por eso creamos un sitio web (www.nc10percent.com). Gastamos 36 billones de dólares de comida al año en Carolina del Norte, con una población de 10 millones de personas; las compras del 10% pueden hacer una gran transformación en la vida económica de pequeños productores sin que eso signifique un gran cambio en la vida de los consumidores.
Dando criollos el tiempo
La Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas -que nuclea a unas 300 familias productoras-, el Colectivo de Vecinos de Guichón en Defensa de los Bienes Naturales y REDES Amigos de la Tierra, entre otros colectivos, organizaron el 25 y 26 de abril la Fiesta de la Semilla Criolla y la Agricultura Familiar, en Guichón, Paysandú. En una declaración emitida al término del encuentro, los participantes reafirmaron su derecho a “conservar, reproducir e intercambiar nuestras semillas” y exigieron “respuestas adecuadas del Estado ante la problemática de la contaminación transgénica de nuestras semillas”, que “demuestra la inviabilidad de la coexistencia”. También denunciaron el “uso masivo de agrotóxicos” que “amenazan nuestra salud, fuentes de agua y biodiversidad”. Hicieron énfasis en la necesidad de definir un plan nacional de agroecología que abarque las semillas criollas, conservación de suelos y agua, y acceso a la tierra.
-¿Cómo se implementó la campaña de que 10% de lo que se consume sea de producción local?
-Los consumidores que forman parte de la campaña reciben un correo electrónico con preguntas sobre cuánto compraron a productores locales. Sumamos los presupuestos declarados y después de cinco años llegamos a 60 millones de dólares. El sistema de marketing dice que los consumidores prefieren comprar barato, pero si las cosas están baratas es en grandes cantidades, en un sistema global: son cosas de China, de Vietnam, no están los productos de nuestros estados, donde los impuestos o los salarios son altos. En realidad no existe comida barata, ésta es producto de la explotación del ambiente, de las personas. La buena comida cuesta, la producción orgánica y que protege los ambientes cuesta. Si soy un productor que puede volcar al río la basura sin costo, otra persona, el gobierno, o alguien lo va a tener que limpiar. El sistema moderno es una contradicción, es de monoproducción, de animales confinados en jaulas. Es posible transformar y hacer un sistema de protección para hacer vivir a los pequeños productores familiares y que al mismo tiempo el sistema global funcione. No es para hacer uno en oposición del otro. En el sistema global hay muchas contradicciones. El sistema industrial no es la solución para el problema de la comida insuficiente, por eso el gobierno y las personas deben ayudar al éxito de un modelo diferente.
-¿Qué encontró en Uruguay?
-En realidad lo que vi es que hay muchas personas aquí que piensan en esos problemas, pero hay problemas de comunicación. Las ferias, por ejemplo, desde mi punto de vista, son un sistema agotado, poco transparente, porque los consumidores no saben si están comprando producción local o importada. En algunos hipermercados la comunicación es más clara. Necesitamos pensarlo como un sistema de protección a los consumidores, desde el campo al plato. Los consumidores, los doctores, las madres que tienen bebés y están preocupadas por su alimentación, todos ellos tienen voz pero creen que no pueden cambiar este sistema. Si pensaran de otra forma se darían cuenta de que el suministro de alimentos es tan importante como el médico. El doctor está curando un problema y un buen productor de alimentos está evitando los problemas.
-¿Qué lugares visitó en Uruguay?
-Visité el Centro Emmanuel, en Colonia Valdense, donde hay sistemas de protección un poco antiguos pero que piensan el problema de la agroecología desde un punto de vista religioso, ético. Visité a Laura Rosano, de Slow Food. Hay chefs y restaurantes que quieren cocinar con productos producidos localmente, con sistemas alternativos, que quieren mejorar los sabores de las comidas, cocinar con alimentos frescos. Visité Punto Verde, una cooperativa orgánica. Me reuní con 25 productores orgánicos jóvenes de Sauce que piensan hacer dinero produciendo buena comida. Fui a INIA La Estanzuela, al Encuentro Nacional de Frutos Nativos, donde había productores de frutos nativos que están colocándolos en el mercado. Fui a la Fiesta de la Semilla Criolla, que fue muy interesante; allí hice una presentación y había más de 100 personas, sobre todo gente joven interesada en hacer algo distinto. Todo el país piensa en otro modelo. En INIA La Estanzuela me entrevisté con muy buenos investigadores que están interesados en investigar sobre sustentabilidad ambiental. Tienen un plan para trabajar en agricultura sustentable. En INIA Treinta y Tres, están investigando en temas de suelos, de pastoreo, tienen proyectos en apoyo a productores familiares. Pero pensándolo desde la óptica de un sistema, si estoy ayudando a productores a producir muy bien hortalizas, por ejemplo, los tengo que ayudar también con el manejo poscosecha, con el transporte, con la conexión con el mercado, pero se piensa que “no es mi problema”. Eso es lo que vi. A nivel de investigaciones se hace un muy buen trabajo, pero no se integra la investigación con el consumidor. No sólo ocurre en el INIA: es el problema que hoy tenemos con la agricultura en general. Aquí, en Uruguay, hay una ley que establece que el Estado tiene que comprar un porcentaje de la producción de productores pequeños. Eso va a requerir muchos recursos y dinero para hacer que funcione. No nos quedemos pensando que los grandes productores de soja se van a llevar todo, pensemos qué sistema de producción queremos para el futuro, involucremos a los productores, a los consumidores. Tenemos que lograr que la gente se dé cuenta de que el poder de lograrlo está en sus manos.
-¿Cómo se encuentra la demanda con la oferta?
-Tiene que haber trazabilidad: que cuando un productor va a comprar un alimento sepa que es de un productor local, que fue logrado en un sistema alternativo. En nuestras ferias los productores les venden directamente a los consumidores, y el consumidor tiene derecho a visitar el predio del productor, ver cómo produce y, si no le gusta, no comprarle. El productor no puede contratar a alguien para que vaya a vender a la feria, pero puede venderles a distribuidores y en los supermercados se puede ver de dónde viene cada producto. Los restaurantes especifican en el menú de dónde vienen los huevos, la carne, el queso. Al final de la semana el consumidor puede repasar cuánto gastó en la feria local. Ésa es la información que recoge el sitio web, a la que se adhieren consumidores y comercios -cafeterías, restaurantes, universidades, iglesias-, que también compran 10% de producción local trazada.