Debemos recordar el 10 de mayo de 2015 como una fecha importante en la historia de nuestro Partido Colorado. Una larga agonía que llega a su fin. Termina la penitencia que la sociedad nos ha impuesto. Tocamos fondo, y yo diría: ¡¡por fin!!
Perdimos la aprobación de las grandes mayorías populares por hacer, paulatinamente, un ejercicio del poder ligado más al otorgamiento de prebendas y cargos que a contemplar las necesidades de la gente. Abrazados a los poderosos olvidamos a los que solamente tienen en sus manos el voto y, naturalmente, no nos votaron más.
Ya en el llano, nos ganó un espíritu de revancha ejercido con soberbia y despecho aplicado a demonizar al Frente Amplio, con la pretensión de convertirlo en el enemigo. El Partido Colorado ha estado ganado por el espíritu revanchista, cuyo papel estelar han desempeñado con particular empeño nuestros líderes históricos, Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle.
No supieron procesar el desplazamiento paulatino de que fueron objeto y se empecinaron en su incapacidad de reconocer un nuevo tiempo. Parece mentira ver como nuestros ex presidentes siguen describiendo un mundo de Guerra Fría tratando de descubrir los escondites marxistas. Mientras Raúl Castro y Barack Obama se dan la mano frente al mundo entero, Sanguinetti y Batlle siguen acusando al Frente Amplio de comunistas, dictadores, totalitarios e intolerantes. Quieren la revancha contra algo que ya no existe.
No terminan de entender por fin que quienes nos desplazaron del poder no son los viejos tanques rusos, ni los barbudos de Sierra Maestra, ni los bolcheviques comunistas dispuestos a arrebatarnos “los medios de producción”. Nos desplazó una organización política profesional que fue construyendo su legitimidad sobre el enorme desgaste del Partido Colorado en el poder. Lograron ser una alternativa a tanto cansancio.
En el escenario anterior surgió un fugaz intento de renovación: Pedro Bordaberry, que no logró sobreponerse a las fuertes y extemporáneas influencias de los ex presidentes empeñados en sus imaginarias batallas. Tampoco el ejercicio errático de su emergente liderazgo lo ayudó mucho y éste terminó enredado, auspiciando la idea de la concertación, pero sin fuerzas para materializarla adecuadamente. En ese desvarío ocurrió la caída de Ney Castillo y se ambientó la candidatura de Edgardo Novick, lo que él mismo califica ahora como una muy mala solución.
La Concertación es el último eslabón de esa larga cadena de intentos fallidos. Un fracaso total que intentó ver de nuevo el escenario en términos de revancha. Ya lo advertimos en su momento y bastante sufrimos por eso. Decíamos, y hoy lo comprobamos, que ese ensayo sería el amargo final de las familias ideológicas, cuyas consecuencias serían de enorme gravedad. Hoy, lamentablemente, lo estamos constatando y pagando un precio muy caro para nuestra querida colectividad.
Por eso hoy, en esta hora tan difícil decimos con toda claridad y firmeza que se terminó la hora de la revancha. Esa bandera nos condujo hasta aquí. Y desde aquí, desde el llano, es que empezaremos a construir un Partido que apueste a la alternativa. La revancha se perdió, sólo nos queda pelear por la alternativa. Y que quede también muy claro: nuestra apuesta es al trabajo duro y frontal para lograr sustituir de forma total y definitiva a la actual conducción partidaria. Sin concesiones y sin miramientos. Estamos en el abismo, no hay espacio para medias tintas.
Debemos construir una organización política diferente, con otra mirada, con otra cabeza. La “cortina de hierro” de Churchill ya no protege a la sociedad del Frente Amplio. Más bien esa cortina divide hoy a los uruguayos de los colorados. Es hora de darse cuenta y seguir adelante. El camino será largo, tal vez ni en uno ni en dos años, posiblemente ni en uno ni en dos períodos de gobierno lo logremos, pero sólo lo haremos apostando al camino de construir una alternativa real. Apostando a ser, nuevamente, un partido de ideas y sueños, no de cargos.
¿Y por qué creemos que esto es tan importante? Porque estamos convencidos que la alternativa al Frente Amplio pasa por la reconstrucción de una vigorosa organización política que apele a la memoria histórica del Partido Colorado para evitar los principales daños que quienes hoy nos gobiernan introducen en el país.
Porque claro que hay problemas y diferencias importantes con el Frente Amplio.
La fuerza política gobernante es un racimo de grupos que la está obligando a cuadricular el Estado para repartir de manera obsesivamente exacta las parcelas de poder de cada quien. El Frente Amplio en el gobierno nos obliga a los uruguayos a pagar viejas deudas contraídas a lo largo de las décadas, viejas alianzas con grupos corporativos, que por definición no persiguen el interés general. ¿O acaso no estamos pagando los uruguayos la soberbia de los gremios de la educación? ¿O acaso no estamos pagando la impunidad de las empresas públicas cuando Antel vilipendia nuestros recursos para construir un estadio? ¿O acaso no vemos cómo el gobierno sucumbe a la presión explícita de grupos empresariales con quienes no tienen prurito en mostrar su relación particular? ¿O acaso no vemos la incapacidad para introducir reformas en el Estado que viejas alianzas traban sistemáticamente? ¿O acaso no vemos cómo estos diferentes grupos de interés están frenando el desarrollo del país, de la sociedad? Todas estas cosas nos hacen diferentes y vaya si vale la pena luchar por ellas. Pero desde la madurez y la realidad. No debemos lograr vencerlos porque sean marxistas, comunistas, dictadores, antidemocráticos, peronistas, populistas o revolucionarios, sencillamente porque no lo son. Sí son jugadores en una creciente “piñata” del poder.
Construir el Partido Colorado de la alternativa es nuestro principal desafío. Desde el fondo del abismo en donde nuestro divorcio con la sociedad nos ubicó remontaremos las más altas cumbres para volver a afirmar más temprano que tarde que el Partido Colorado victoriosamente va.