“La violencia contra las mujeres y las desigualdades de género colocan a las mujeres y niñas en un contexto de mayor vulnerabilidad a la epidemia de VIH, incidiendo tanto en la exposición a contraer el virus como en el acceso a la atención y tratamiento en caso de haberlo contraído”, señala el informe del Monitoreo VIH y violencia contra las mujeres, publicado por Mujer y Salud en Uruguay (MYSU). Es necesario “incorporar la problemática de género así como la violencia contra las mujeres en los planes nacionales de respuesta al VIH”, añade.

El trabajo forma parte del proyecto regional Incorporación de la violencia contra las mujeres en las respuestas nacionales al VIH, llevado adelante por la coalición, y la campaña Las Mujeres no Esperamos (Women Won’t Wait), llevada adelante entre 2014 y 2015 en Uruguay, Argentina, Brasil, Colombia y Perú, coordinada por la organización brasileña Gestos, con el apoyo de ONU Mujeres. Este informe es la continuación de Dos caras de una misma realidad: violencia hacia las mujeres y feminización del VIH/sida en el Mercosur, estudio realizado en 2008 que detallaba que “78% de las mujeres viviendo con VIH fue víctima de violencia” y 2% de las mujeres seropositivas encuestadas en Uruguay declaraba que sus motivaciones para realizarse el test de diagnóstico de VIH había sido ser víctima de una violación, mientras que 38% decía haber sufrido episodios de violencia tras recibir el diagnóstico. “La violencia fue, en muchas de ellas, causa o consecuencia de la infección por VIH”, concluye la reciente publicación.

Actualmente, en Uruguay “no existe un sistema de vigilancia unificado para ambas pandemias [VIH y violencia contra las mujeres]”. “No existe información ni estudios que refieran al impacto del abuso físico o económico como consecuencia de ser una persona viviendo con VIH. No hay datos oficiales sobre el número de mujeres y niñas con VIH como consecuencia de una violación. El formulario de solicitud de test de VIH no incluye entre las razones la causa por relación sexual consentida o no consentida, excluyendo así la ‘violación’ como motivo de solicitud”, puntualiza MYSU.

En los servicios de salud no existe, por lo tanto, registro del número de mujeres que reciben tratamiento para la prevención de la transmisión vertical de VIH o tratamiento ARV (antirretroviral) por ser víctimas de violencia, agrega.

A esto debe sumarse el estudio Necesidades y demandas en salud sexual y reproductiva en mujeres uruguayas, realizado por MYSU en 2012, que relevó que casi 25% de las más jóvenes y con menor nivel educativo y 15% de las mujeres con niveles educativos superiores mencionaron “sentir impotencia” para negociar con sus parejas el uso de preservativo. “Esto demuestra la real dificultad que enfrentan las mujeres uruguayas para negociar el uso del preservativo con sus parejas” y “la falta de capacitación de los equipos técnicos y médicos para fortalecer a las usuarias de salud en este sentido”, indica el informe.

Feminización de la epidemia

En Uruguay la epidemia de VIH es de tipo “concentrado”. En la población general, la prevalencia es menor a 1%; en poblaciones más expuestas, el promedio supera el 5%. “La relación hombre/mujer para los casos notificados de VIH ha ido disminuyendo en el largo plazo, lo que demuestra una feminización de la epidemia”, indica MYSU.

En las personas trans se registra la prevalencia más alta (21%), que aumenta en las que realizan trabajo sexual (23%). En los varones que realizan trabajo sexual es de 8,5%, y en las mujeres trabajadoras sexuales es de 0,7%; en usuarios de drogas es de 6,3%; en hombres que tienen sexo con hombres es de 9,7%, y en personas privadas de libertad es de 2%. La prevalencia más alta se presenta en el grupo que va de los 25 a 34 años, seguido por el grupo de 35 a 44 años. El predominio en el sexo masculino es claro en casi todos los grupos, excepto en el de 15 a 24 años y en el de 35 a 44, en los que la frecuencia es mayor en el grupo de mujeres. Cerca de tres cuartos de los casos de VIH/sida corresponden a personas que viven en Montevideo, y le siguen Artigas, Rivera, Rocha y Maldonado como los departamentos más afectados por la epidemia.

Si bien se destacan mejoras respecto de años anteriores (aumento de la disponibilidad de condones masculinos, profilaxis al momento del parto, entre otras), “la verticalidad de los programas y los servicios diseñados e implementados como compartimientos estancos según áreas de especialización deberían ser sustituidos por una modalidad articulada de intervención que esté transversalizada por la equidad de género y que tenga la igualdad de oportunidades como meta fundamental”, concluye la publicación.