Invertir en educación para las mujeres es positivo, pero no alcanza si de manera subrepticia persisten discriminaciones de género. “Igual remuneración por igual tarea” es un pedido histórico de la clase trabajadora y sigue siendo una exhortación de las feministas. “Igual remuneración por igual nivel de estudio” podría ser la actualización de esta demanda, si se considera que en el mercado laboral, las mujeres con nivel educativo terciario perciben 20% menos de salario que los hombres con igual escolarización.

Las hipótesis que explican esta brecha salarial fueron expuestas ayer durante la presentación del cuarto cuaderno sobre desarrollo humano, Desigualdades persistentes: mercado de trabajo, calificación y género, de las economistas uruguayas Alma Espino, Soledad Salvador y Paola Azar, editado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

A pesar de que la mejora en el nivel educativo de la oferta laboral “responde al aumento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo en las últimas tres décadas” y de que “las mujeres con mayor nivel educativo tienen tasas de actividad y de ocupación mayores que el resto y más similares a las de los hombres”, la brecha de ingresos se ha reducido en menor medida en el segmento de población que cuenta con educación terciaria que en el resto del mercado laboral.

Contrario a la teoría económica clásica que sostiene que la persona más capacitada “debería ser quien consiga mejor empleo y gane más”, hay “factores no observables” de manera econométrica que explican la discriminación hacia las mujeres que les impide acceder a cargos jerárquicos y percibir el mismo salario que colegas varones.

Las mujeres representan 63% de la población asalariada con nivel terciario. Sin embargo, entre personas asalariadas de entre 25 y 59 años, la brecha salarial es de 20%. Es decir: “entre un hombre y una mujer con el mismo nivel y la misma cantidad de años de escolarización, él gana 100 y ella 80”, tradujo Espino, en diálogo con la diaria.

“Las mejoras en la educación de las mujeres son de los factores más importantes para lograr la autonomía personal, económica, física y, en general, para contribuir a las mejoras en el desarrollo humano”, afirmó la economista, pero esto “se complejizó cuando vimos que, en mujeres y varones con educación terciaria, las brechas son incluso más importantes cuando se compara el conjunto del mercado laboral, donde la diferencia es de 9,5%”. Las mujeres “son menos discriminadas si tienen mayor nivel educativo; pero una vez asegurado esto, hay que adentrarse en factores invisibles que remiten directamente a la discriminación: la mujer se tiene que esforzar el doble para ganar lo mismo”, expresó Espino.

Las razones para que se produzca la brecha salarial de 20% se explican en el informe por medio del concepto de “segregación ocupacional horizontal”, es decir, la concentración de mujeres en cierto tipo de ocupación. Según datos de 2011, 13 ocupaciones reúnen a 75% de las asalariadas con nivel educativo terciario y sólo a 47% de los hombres.

Sigue presente el fenómeno conocido como “techo de cristal” que, de manera invisible, pone un “tope” al crecimiento profesional de las mujeres. “Estudiás mucho, pero nunca llegás al directorio del Banco República”, circuló como una broma-en-serio durante la presentación del informe a la prensa.

Otro factor que incide es “la educación que recibimos las mujeres, o la que decidimos obtener”, dijo Espino. Un ejemplo son las mujeres que estudian Medicina y optan por ser pediatras, en lugar de cardiólogas, siendo esta última especialización mejor remunerada que la primera, sumado a que en la pediatría se expresa inconscientemente un sesgo de género que responde a los estereotipos de la mujer a cargo de los cuidados humanos.

De este análisis se desprende que los avances educativos “no resultan suficientes para eliminar las brechas salariales de género”. Por ello, las expertas recomiendan que las políticas de oferta laboral “promuevan medidas de acción positiva que procuren reequilibrar las desigualdades de partida, considerando que los factores culturales, las expectativas de trayectorias laborales, las aspiraciones respecto a la vida familiar y la carga de trabajo doméstico pesan a la hora de elegir carreras profesionales o tecnicaturas”, así como “modificar los patrones de género” de las instituciones educativas “mediante campañas de promoción de la igualdad de género” y desarrollar el Sistema Nacional de Cuidados.

Por otra parte, por el lado de la demanda, “se deberían promover procesos de contratación y ascenso lo más transparentes posible; políticas de capacitación y actualización dirigidas a las mujeres para fomentar su ingreso y permanencia en trabajos mayoritariamente masculinos”, y “asegurar que no se obstaculizará su acceso a puestos de responsabilidad”.