“El homicidio fue por causas que la Policía desconoce”, informó Teledoce el viernes 15, día en el que se cometió el hecho. La escena explica qué pasó: “Un hombre que estaba separado de su esposa la mató de un balazo en el pecho al encontrarla conversando con otra persona, con un hermano de la víctima como testigo”.

“¿Qué tipo de violencia permite el amor?” se preguntan las autoras de La violencia contra las mujeres en la agenda pública. Aportes en clave interdisciplinar, que forma parte de la colección Art. 2 de la Universidad de la República, editada en abril. En la publicación, Carla Calce, Valeria España, María Goñi, Natalia Magnone, Serrana Mesa, Flor de María Meza, Gabriela Pacci, Susana Rostagnol y Mariana Viera analizan casos y recogen debates sobre violencia contra las mujeres, tomando al género como categoría analítica y al feminismo como perspectiva para entender el tema. Según este encare, el “por qué” de hechos como el del viernes 15 no debería buscarse en el acto de la conversación en sí, sino que debe ser respondido en los procesos de socialización y transmisión cultural de una generación a otra (endoculturación) que perpetúan relaciones desiguales entre varones y mujeres. Hay que revisar los patrones sexistas de la educación, que transmiten valores, normas y estereotipos.

“La mujer había pasado a vivir a unas cuatro cuadras de la casa en la que vivía él”, añadía el informativo. El feminicida está prófugo. Lidia Ester Milán tenía 33 años. Fue internada en Piedras Blancas, donde falleció horas después. Una semana atrás, el sábado 9, Yeylan Vasconcellos, de 29 años, fue encontrada muerta envuelta en una frazada al costado de la ruta BR 293, ceca de la ciudad artiguense de Quarai. Había sido asfixiada. No hay detenidos por el crimen.

No es el amor

El “amor romántico” aparece como un fuerte pilar que sostiene estas situaciones de violencia machista, en una sociedad donde “el amor aparece como un requisito fundamental” de la identidad femenina. “La mujer debe amar y ser amada, sentirse agradecida al recibir amor. Es regularmente esa construcción del amor la que no permite distinguirlo del acoso”, señalan las autoras, en esta publicación coral que toma este problema como algo “multidimensional”, abordado desde la antropología social, la comunicación, el derecho, la sociología y el trabajo social.

¿Cómo se sostienen situaciones de violencia contra las mujeres cuando el entorno familiar lo sabe? Según este trabajo, por la “perpetuación y aceptación social de ciertas formas de violencia contra las mujeres”.

El libro también pone el foco en la violencia contra las mujeres en el marco de la seguridad ciudadana: “Las referencias a la inseguridad están siempre en los espacios públicos cuando sabemos que es más probable que una mujer sea asesinada por su pareja o ex pareja que por un desconocido. [...] El lugar de mayor inseguridad para muchas mujeres es el hogar y las personas más peligrosas son sus parejas o ex parejas. Pero esto está excluido de los discursos públicos y políticos sobre la inseguridad. La violencia contra las mujeres parece quedar excluida del espacio público”.

Las desigualdades “se apoyan en los estereotipos de género, que se refuerzan y sustentan en la familia, el Estado, la educación y el derecho, lo que contribuye a consensuar qué lugar ocupan los hombres y las mujeres en la sociedad”.

Luz amarilla

“Es necesario ahondar en las razones por las que las mujeres -y su entorno cercano- no logran percibir la violencia de la que son objeto [...]. Confunden control con amor”, señalan las académicas que, además, subrayan la vergüenza y el miedo que genera la violencia. “Vergüenza de vivir violencia en un ámbito en el que deberá reinar el amor y la felicidad, de no cumplir con el estereotipo femenino de 'lo que deberíamos ser'”. “La sensación de culpa por ser violentadas por la persona elegida para amar vuelve más difícil rebelarse y reclamar justicia”, y el miedo a la violencia supone una de amenaza inminente: “Vivir bajo la amenaza o el aviso de un potencial daño es vivir en la inseguridad”, concluyen.

La publicación incluye críticas a la falta de actuación interinstitucional, la falta de sensibilización y capacitación de los operadores judiciales; medidas de reparación y protección insuficientes y, ante la ausencia de una “ley integral” para abordar la violencia contra las mujeres, señala que el país cuenta con un Código Penal y procedimientos penales de “contenido androcéntrico”. “Cómo conceptualizar la violencia contra las mujeres y diseñar nuevas políticas públicas que no reproduzcan los instrumentos ineficaces de represión del crimen y el delito, sino afrontando el ámbito cultural y considerando la óptica de las mujeres que viven en situación de violencia”, proponen pensar las autoras.

Si bien más de 50 organizaciones de la sociedad civil frenaron en diciembre la aprobación de la reforma al Código Penal y reiteraron la entrega de un texto alternativo en el que exhortaban a que los diputados incluyeran figuras delictivas como el feminicidio -argumentos que fueron presentados por Mujer y Salud en Uruguay, Infancia y Adolescencia y Mujer Ahora en marzo ante la Comisión Interamericana de Derechos Humano- el Parlamento no convocó nuevamente a estos colectivos, ni han recibido una notificación oficial respecto de que hayan retomado el estudio del tema. La abogada Marina Morelli (Mujer Ahora) consideró que el debate sobre feminicidio todavía “no está instalado” en Uruguay, y sostuvo: “Nos resta que esta idea se llene de contenido, por medio del debate, con ideas firmes y concretas”.