Luis Almagro ya es el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Se convirtió ayer en el segundo uruguayo en ocupar ese cargo luego de que entre 1956 y 1968 lo hiciera José Antonio Mora. Asumió al caer la tarde, a seis cuadras de la Casa Blanca y a pocos metros del lugar donde hace un mes fue votado por los cancilleres del continente. Acompañado por su termo Stanley de color verde, reconoció su nuevo despacho y se tomó fotografías con su amigo y asesor Luis Porto. “Su compromiso denota esperanza, en su tarea tendrá que enfrentar algunos problemas que surgirán, e incluso tendrá que hacer tambalear el statu quo en algunos casos”, advirtió Neil Parsan, presidente del Consejo Permanente de la OEA, al inicio de la ceremonia, dirigiéndose al propio Almagro.

Con los representantes de los 34 países miembros activos de la institución, salvo Cuba, y todos los invitados especiales de pie, el presidente del Consejo Permanente invistió a Almagro. El ex canciller uruguayo posaba de perfil, a un costado. Por un instante se lo vio emocionado. Fue cuando el aplauso, más cerrado, parecía abrazarlo. Un mensaje de José Mujica (de viaje por Europa) le recordó, quizá, el origen de todo. “Me hubiera gustado darte un abrazo al asumir”, escribió el ex presidente. Y agregó: “La OEA necesita un líder con humildad, mucho diálogo y trabajo. No te será fácil como no ha sido nada para nosotros, pero cuando te dije ‘Dale, presentate’ es porque estaba seguro de que los principios y los valores con los que trabajamos juntos son los que necesita la OEA”.

En su primer discurso, Almagro citó al papa Francisco, en lo que podría interpretarse como un guiño a muchos de los países del continente, con una fuerte tradición católica, y, más precisamente, a quien oficia como mediador en el deshielo entre Estados Unidos y Cuba. “Él decía que los esfuerzos por tender puentes, buscar el entendimiento, nunca son en vano [y] señalaba que todas las guerras, las luchas, los problemas que no se resuelven se dan por falta de diálogo”, recordó. También hubo referencias para el sacerdote salvadoreño Óscar Romero: “Si las dos partes de un conflicto solamente van a defender sus posiciones, saldrán como han entrado”. Y frente a un hemisferio al que caracterizó como “harto de exclusión [...], cansado de racismo, de persecución, de prejuicios y antagonismos estériles”, describió la misión de la organización como “la voz que no calle ni transe ante las violaciones de derechos humanos”.

“No me interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino impulsar su renovación”, reiteró durante su intervención. Anunció además que dará a la OEA “un modelo de gestión moderno”. Detrás de la mesa con forma de u que ocupaban los representantes de los países ante la OEA, lo seguía con atención Edison Lanza, el uruguayo que se desempeña desde octubre como relator especial para la Libertad de Expresión. En el otro extremo estaban el ex prosecretario de la Presidencia Diego Cánepa y el embajador uruguayo en Washington, Carlos Pita. Casi al final, Almagro pidió a los países de América “elecciones transparentes, en los tiempos constitucionales establecidos”, y compromiso con “los valores esenciales de la democracia”. También mencionó la presencia de Cuba en la última Cumbre de las Américas y dijo que trabajará por integrar a Cuba al seno de la OEA. Pero, muy medido, pidió “respetar tiempos y procesos”.