“No se puede ingresar a una negociación para mandarse a mudar a la vuelta de la esquina”, opinó ayer el ex vicecanciller Roberto Conde. La referencia era a la participación de Uruguay en el Acuerdo de Liberalización del Comercio de Servicios (TISA, por su sigla en inglés), en el marco de una reflexión general sobre la inserción internacional de Uruguay, durante una charla organizada por la fundación Vivian Trías con el apoyo del PIT-CNT. La actividad, denominada “La Alianza del Pacífico y el Tratado Transpacífico”, se enmarcó en el ciclo de conversaciones que organiza la fundación sobre el TISA y el regionalismo abierto, y contó también con la participación de la académica Isabel Clemente, coordinadora de Estudios Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales.

Conde aseguró que no vio en las negociaciones del TISA “aspectos que puedan satisfacer el interés nacional”. De todos modos, hizo notar que en esas negociaciones “están algunos de nuestros principales socios comerciales”, entre ellos la Unión Europea (UE), y que no es “realista pegar un portazo” porque ello tendría un “costo político”. Consideró que las condiciones para retirarse estarán dadas cuando Uruguay tenga “una posición país”, construida a partir de una “síntesis política”, y cuando logre “racionalmente demostrar que esas negociaciones no son satisfactorias para el interés nacional”. “Cuando haya cierto grado de definición en las negociaciones Uruguay podría retirarse bien, con fundamentos”, estimó. Dijo, además, que no quiere “cargar con un debate interno mal resuelto en el FA” y que el retiro debería suceder “con el convencimiento de todos”.

El ex legislador socialista hizo estas valoraciones en el marco de una exposición en la que sostuvo que la región está negociando “con agenda ajena”, porque lo hace en base a los intereses de las grandes potencias. “Los negociadores, los políticos conservadores y los organismos internacionales repiten todos el mismo esquema: primero el comercio, después la inversión y después la cooperación, en ese orden. Y no mueven sus inversiones si no tienen garantizado el libre comercio OMC [Organización Mundial del Comercio] plus: bienes, servicios y compras gubernamentales, lo que exige trato nacional a empresas transnacionales. Es decir, van por todo, ésta es la característica dominante de la negociación actual”, sostuvo. Advirtió que “el verbo o el axioma -para no ser irrespetuosos- económico global da por hecho que el libre comercio y la inversión resuelven el desarrollo de los países, y la terca realidad ha demostrado que esto no es así”.

Citó una frase de José Luis Fiori, académico brasileño especialista en asuntos internacionales, que sostiene que los países de América del Sur se mantienen “como una sumatoria de economías primario-exportadoras paralelas, orientadas por los mercados internacionales”. En ese sentido, Conde opinó que la Alianza del Pacífico “nos retrotrae 20 años atrás”, a la idea de “una apertura pasiva al comercio mundial en una América reprimarizada”. “Tenemos que pensar si realmente son soluciones o son caminos ilusorios que no nos van a llevar al desarrollo”, advirtió. Indicó que negociaciones como las del acuerdo Transpacífico o el TISA son “tan asimétricas” que no permiten asegurar “las condiciones para el desarrollo” de estos países, y que en ellas se eliminan contemplaciones a los países en desarrollo que sí existen en el sistema multilateral (en la OMC). Conde enfatizó que estas negociaciones conllevan de hecho un “repudio del sistema multilateral” y significan un “debilitamiento del derecho internacional”. Agregó que de ninguna manera puede aceptarse que estas negociaciones sean secretas, porque “están reconfigurando el poder en el mundo”.