La Universidad de la República (Udelar) incursionó en mayo en la formación en Farmacoeconomía, una aplicación de la economía de la salud enfocada en la evaluación económica de los medicamentos. El primer paso lo dio la Facultad de Química, que codeó a las facultades de Ciencias Económicas y de Administración, de Derecho y de Medicina de la Udelar para coorganizar un curso interdisciplinario de Farmacoeconomía. Las clases, cinco conferencias teóricas con sus respectivos talleres, comenzaron a fines de mayo y se extenderán hasta el 17 de julio. Han dictado los cursos docentes de las cuatro facultades involucradas representantes del Fondo Nacional de Recursos (FNR), de la Asociación de Química y Farmacia del Uruguay (AQFU), y de dos instituciones argentinas: la Superintendencia de Servicios de Salud de la República Argentina y el hospital de pediatría JP Garrahan.

El viernes se realizó una presentación pública del curso, en la que participaron María Torre y Rodrigo Arim, decanos de las facultades de Química y de Ciencias Económicas, respectivamente; Óscar Gianneo en representación del decano de Medicina y Virginia Olmos, presidenta de la AQFU.

Todos valoraron la importancia de que la Udelar avance en esta formación y que lo haga de manera interdisciplinaria, y señalaron la necesidad de que se convierta en una formación permanente, que además fomente la investigación. El número de inscriptos, 57 estudiantes y egresados de todas las disciplinas involucradas, superó ampliamente las expectativas de los organizadores.

En la fundamentación del curso se presenta la farmacoeconomía como “una herramienta fundamental para la toma de decisiones en todo lo concerniente a la política del medicamento, imprescindible para lograr una distribución equitativa de los recursos de salud”. Arim mencionó que la formación en farmacoeconomía es cada vez más importante, debido a los avances de la farmacología y de las ciencias médicas, pero que en Uruguay lo es, también, para “completar” el Sistema Nacional Integrado de Salud. Mencionó que es necesario “construir masas críticas que sostengan el sistema desde todas las disciplinas posibles”, y que para que tenga “sustentabilidad temporal” es necesario “definir con precisión cuál es el conjunto de prestaciones que el sistema va a prestar a la población”.

No todo es importable. Eso lo dejó claro Olmos, que expresó que “el valor de la farmacoeconomía es local: poder tomar una decisión en base a nuestra población y nuestra realidad”. El Ministerio de Salud Pública (MSP) es el que elabora el Formulario Terapéutico de Medicamentos, que incluye los fármacos considerados “de alto valor terapéutico destinados a resolver el tratamiento farmacológico de los problemas sanitarios relevantes” que son obligatorios para instituciones de salud públicas y privadas. Olmos dijo a la diaria que los estudios farmacoeconómicos también deben aplicarse para saber qué fármacos deben ser cubiertos por el FNR pero que no siempre lo son, “por las pocas posibilidades de desarrollarlos en Uruguay”, donde hasta ahora no había fuentes de datos sobre las preferencias de los estados de salud que tienen los uruguayos de sí mismos, y porque hay pocos profesionales trabajando en el área. La industria farmacéutica y los comités de terapéutica de distintas instituciones de salud también elaboran estudios farmacoeconómicos. La especialista precisó que el costo es uno de los factores que intervienen, pero que no es la única variable a tener en cuenta: “Muchas veces sorprende: si estudiás en un modelo farmacoeconómico, llegás a ver que ese medicamento que en principio te parece que es mucho más costoso que otros trae muchos menos efectos adversos o es mucho más efectivo, o cura la enfermedad en menos tiempo, o disminuye los días de internación, y en el resultado final te da que es costo-efectivo”. Por eso la definición tiene que ser interdisciplinaria.

Valoraciones personales

Para cubrir la necesidad de contar con estudios de preferencias de la población sobre determinados estados de salud, el FNR presentó en noviembre de 2014 los resultados de una encuesta aplicada a 800 personas de 20 a 83 años en Montevideo, el área metropolitana, Maldonado y Paysandú que fueron seleccionadas entre la población general (ver la diaria del 28/11/2014). La encuesta indagó cuántos años de vida estaban dispuestos a ceder con tal de no vivir con diferentes patologías o limitaciones. Uruguay es el primer país de América Latina en aplicar esta herramienta, y de eso se encargó el FNR. Marcelo Morales, médico e integrante del equipo técnico del FNR, explicó el viernes que en comparación con países como Gran Bretaña, Dinamarca, España y Tailandia, donde se ha aplicado esta herramienta, la encuesta mostró que los uruguayos “somos más sufridos”; dicho en otras palabras, que los uruguayos están dispuestos a tolerar más el dolor extremo y otras limitaciones con tal de no ceder años de vida. Esa información servirá para que el FNR defina si cubrir determinados tratamientos. Morales confirmó a la diaria que este año el FNR comenzará a proyectar los resultados de la encuesta en patologías como cáncer de mama, trabajo que será un insumo a la hora de definir en qué invertir los recursos, que siempre son finitos.

Sobremedicación

Marta Vázquez, profesora de Biofarmacia y Terapéutica del Departamento de Ciencias Farmarcéuticas de la Facultad de Química y responsable de la Unidad de Monitoreo de Medicamentos del Hospital de Clínicas, fue una de las docentes del curso y ha profundizado en la “farmacoterapia basada en la eficiencia”. Ha enfocado su trabajo en la “polipatología y polimedicación” que sufren los adultos mayores, que cada vez constituyen una proporción más significativa de la población uruguaya, subrayó en diálogo con la diaria. En 2013 la unidad que dirige emprendió un estudio con base en historias clínicas de adultos mayores internados en el Hospital de Clínicas y de pacientes ambulatorios, a quienes se les aplicó una encuesta. El estudio reveló que “100% de los ancianos estaba polimedicamentado”. Aclaró que se usa ese término cuando una persona consume más de cinco principios activos. De acuerdo al relevamiento, cada paciente consumía un promedio de 11 fármacos, en rangos que iban de cuatro a 21 medicamentos. Aclaró que eso ocurre a nivel mundial y que se multiplica cuando la persona pasa por muchos médicos; acotó, además, que a muchas personas les gusta salir de la consulta con un fármaco, y que “falta mirar la historia integrada y trabajar de forma interdisciplinaria”. Comentó que muchas veces hay un fenómeno de “prescripción en cascada”, que ocurre cuando se medica para contrarrestar los efectos adversos provocados por un medicamento.

En 2015 la unidad replicó el estudio, y si bien los resultados no están todavía, Vázquez adelantó que “85% de los pacientes ancianos están polimedicados”. El trabajo ha involucrado a estudiantes, químicos farmacéuticos y geriatras, y la docente insistió en la necesidad de trabajar interdisciplinariamente. Señaló que teniendo en cuenta los criterios que se manejan a nivel internacional, es preciso avanzar en “cómo iniciar la desprescripción de medicamentos”; comentó que no necesariamente se deben sacar fármacos, sino bajar las dosis. El primer estudio detectó, por ejemplo, el uso de diazepam, algo que está contraindicado en adultos mayores, porque “es sabido a nivel internacional que si el adulto mayor lo toma de noche, al otro día se puede caer”, y marcó que su incidencia está comprobada en la fractura de cadera. Explicó que otros efectos adversos en la medicación pueden ocurrir por la interacción con el uso de plantas medicinales, y recomendó que las personas detallen al médico las plantas que consumen, porque sus efectos se pueden sumar a los de los fármacos indicados y crear una sinergia.