La leucemia bovina es una enfermedad infecciosa que produce grandes pérdidas en nuestros rodeos y supone una barrera de ingreso a los mercados de altas exigencias, de ahí el interés a nivel nacional de estudiar la enfermedad y buscar “nuevos métodos de diagnóstico”, así como eventuales vacunas para “bloquear” la enfermedad, procesos en los que trabajan actualmente los investigadores.

Este virus conocido como BLV (por su sigla en inglés) afecta el sistema inmunológico del ganado, generando inmunodeficiencia y en algunos casos el desarrollo de tumores o cáncer bajo la forma de leucemia o linfomas. En Uruguay, el segmento más afectado es el ganado lechero, y causa pérdidas por muerte y baja producción en los tambos. Actualmente se estima que más de 50% del ganado lechero es seropositivo para BLV.

*Primos *

El BLV es muy parecido al virus HTLV (agente de la leucemia humana de linfocitos T), ambos “parientes” del VIH, conocido por generar el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Si bien son familiares, “el BLV no representa una amenaza para la salud humana”, advirtieron los investigadores. La relación entre los retrovirus resulta beneficiosa porque comparten una serie de características relacionado con el ciclo de vida y el mecanismo de infección, por lo que entender en detalle el BLV ayudaría a “entender mejor” a los retrovirus en general, incluyendo el VIH.

En un video difundido por los investigadores en el que explicaban el descubrimiento, indicaban que los retrovirus poseen un material genético constituido por dos moléculas de ácido ribonucleico (ARN) -que funciona como “mensajero de la información genética”- que se encuentran encerradas dentro de una gran estructura proteica a modo de “cáscara” denominada cápside. Una vez que el retrovirus entra en la célula que infecta, su cápside se desarma, su material genético se transporta al núcleo, y se inserta como ADN en los “cromosomas del huésped”. Esto significa que la “capacidad infectiva” del virus “depende del ensamblado y desensamblado de la cápside en los momentos apropiados”, razón por la cual es “fundamental entender cómo está organizada su estructura”.

Buscando cristales

Las imágenes de alta resolución conseguidas por los científicos revelan que la cáspide posee “gran flexibilidad”, lo que resulta esencial para el ensamblado de la partícula infecciosa. Esta observación no había sido lograda con ningún retrovirus previamente, razón por la cual el trabajo de investigación mereció su publicación en Science, una revista científica estadounidense de alto prestigio académico.

Mientras que hace pocos años un equipo de Estados Unidos logró imágenes semejantes de la cápside del virus HIV, aunque luego de introducirle una serie de mutaciones que volvían a la proteína artificialmente más rígida, en el Instituto Pasteur de Montevideo se obtuvo la proteína de cápside de BLV con muy altos niveles de pureza.

En la presentación de su trabajo ayer en la sala de prensa del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, el investigador Otto Pritsch explicó que el átomo con el que trabajaron es un millón de veces más pequeño que un milímetro, por lo que no es posible observarlo ni con un microscopio ocular. Para poder visualizarlo, los científicos utilizaron una técnica llamada difracción de rayos X, que permite “resolver la estructura de las moléculas, definiendo con precisión la ubicación de los átomos en el espacio 3D” mediante su cristalización. Este método consiste en un ensamblaje hexagonal -como un panal de abejas- y representa uno de los métodos más poderosos para revelar sus formas y propiedades, alcanzando niveles de detalle inimaginables.

“Esta nueva óptica abre posibilidades al diseño de nuevos medicamentos antivirales, de futura utilidad en leucosis bovina o incluso en otras enfermedades causadas por retrovirus”, afirmaron Pritsch y Alejandro Buschiazzo, ambos investigadores del Pasteur. Los pasos hacia una eventual cura o vacuna recién comienzan; los científicos estiman que este logro propiciará avances “en laboratorios de todo el mundo”, porque su publicación en la revista científica tiene largo alcance en la rama.

El equipo que trabajó durante cuatro años en la investigación está integrado por siete uruguayos (Gonzalo Obal, Felipe Trajtenberg, Federico Carrión, Lorena Tomé, Nicole Larrieux, Pritsch y Buschiazzo) y el chino Xiang Zhang.