Resulta bastante sorprendente e incluso envidiable que La tarde de los sucesos definitivos sea la ópera prima de Carlos Manuel Álvarez. Los sietes cuentos que conforman el volumen demuestran una importante solidez narrativa y un ojo agudo para bucear en la psicología humana.

Otra característica interesante es su capacidad para tejer hilos entre las diversas historias. A tal punto que el libro se encuentra a medio camino entre un volumen de cuentos y novela; si bien cada historia concluye en sí misma, todas comparten un universo común de personajes y situaciones. De esta manera, un poeta que el protagonista del primer relato se encuentra en Chile es una de las lecturas recomendadas en el segundo cuento. En esta segunda narración, uno de los protagonistas cuenta una historia que está evidentemente basada en los sucesos que se narran en el cuarto cuento. A su vez, una de las protagonistas de esta última historia es la mujer del protagonista del primer cuento.

Sería demasiado complejo y extenso hacer un análisis pormenorizado de las relaciones que se establecen entre una historia y la siguiente. Lo cierto es que al concluir el libro se tiene un panorama de un universo complejo y lleno de personajes, tal como si se hubiese leído una novela. Sin embargo, no existe una trama que otorgue unidad a las distintas historias. Es, precisamente, el hecho de moverse en los terrenos fronterizos entre los dos géneros una de las cualidades más interesantes de la escritura de Álvarez.

Más allá de esta virtud, el libro peca por momentos de exceso de literatura. Sus personajes suelen ser novelistas, poetas, o al menos aspiran a serlo. En su mayoría están vinculados desde el lugar de docente o de estudiante en carreras que están relacionadas con la escritura. Las conversaciones están llenas de referencias literarias, ya sea sobre escritores reales o los que pertenecen al universo ficcional del libro. Parecería que Álvarez buscara cierto prestigio o una garantía de calidad al incorporar esos temas y referencias en su obra. Es probable que dada su juventud, aún se encuentre un tanto deslumbrado por el mundo literario-universitario. Personalmente, tiendo a considerar un defecto la literatura como un tema a tratar en la ficción. Si bien hay excelentes escritores que han sabido hacer un muy buen uso de ese recurso, existe el riesgo de quedar atrapado en tal juego de espejos y de parecer pedante a los ojos del lector.

Un aspecto a señalar es el enfoque de la sociedad cubana. A la distancia, tendemos a politizar la situación de Cuba y buscamos comprender el país desde la perspectiva de su gobierno. Carlos Manuel Álvarez nos recuerda que hay aspectos de la vida diaria que no están influidos por quiénes gobiernan o dejan de hacerlo. Muchas de las historias y situaciones que se cuentan podrían ocurrir en casi cualquier parte del mundo. El amor, el desamor, la obsesión literaria y la relación padre-hijo son temas universales.

No obstante, el libro no es totalmente apolítico; si bien lo político no tiene un lugar central en la trama, hay detalles que revelan mucho para el lector atento. Para comenzar, se hace referencia a las dictaduras militares que asolaron América Latina en los años 70 y 80. El padre de uno de los narradores dice haber estado involucrado en un movimiento guerrillero, pero las fechas no coinciden con tal momento histórico, lo que deja algunas incógnitas abiertas. Cuando dos personajes comienzan a involucrarse en negocios turbios, uno de ellos habla de la necesidad de mudarse a México. Las razones no se explican, pero resulta evidente que el gobierno cubano es más eficiente y expeditivo a la hora de controlar la delincuencia que el mexicano. En otro cuento, la novia del protagonista se cuestiona si es seguro entrevistarse con un novelista que parece haber desaparecido del mapa cultural cubano.

Llama también la atención la prácticamente nula referencia a teléfonos celulares y redes sociales que se hace en este conjunto de historias ambientadas en los últimos años. Los usos y costumbres parecen ser más compatibles con los que en Uruguay se tenían hasta mediados de los años 90. En uno de los relatos, dos personajes se intercambian direcciones de email y quizá haya alguna fugaz referencia a la telefonía celular, pero, por lo demás, los personajes viven casi como hace 20 años acá.

Como pieza literaria, es un más que saludable acto de contrabando desde Cuba a un panorama literario uruguayo que padece de endogamia y cuyas importaciones suelen ser best sellers.