Contar hasta 20. Salir ansiosas a gritar “Tocan a una, tocan a todas” antes de las 19.00, cuando la convocatoria de la Coordinadora de Feminismos del Uruguay había pautado que la marcha Ni Una Menos se dirigiera desde la plaza Independencia -donde se le reclamó respuestas al Estado, vociferando consignas en las puertas de la Torre Ejecutiva- hasta la plaza Libertad, rodeando la sede del Poder Judicial y pidiendo fallos que no revictimicen a las mujeres ni protejan a feminicidas o justifiquen a explotadores.

“Nadie es inmune a la violencia de género” era uno de cientos de carteles que podían leerse en las seis cuadras por las que se extendió la movilización ayer, en pleno centro montevideano y en otros 20 puntos del país. También hubo movilizaciones en Argentina, donde surgió la convocatoria, Chile, Brasil y México.

“El feminicidio no es un acto de locura” rezaban las letras negras sobre la cartulina blanca. “Me parece que es algo que está golpeando a la sociedad. La violencia que se vive no es sólo la de género, pero hoy estoy acá como una forma de manifestar contra eso. Como parte de la sociedad, lo he hecho: no fui un violento extremo, pero sí he insultado mientras manejo, o en la calle le he gritado a alguna mujer y he criticado cómo se visten. Ésas son manifestaciones de violencia”, reconoció Federico Araújo, consultado sobre por qué participaba en la marcha. Su amigo Bruno Aguerre pidió perdón a su madre “porque más de una vez tuve violencia con ella, la insulté y me arrepiento”. El joven dijo que el cambio social “empieza en la escuela” y que “sería interesante que los niños sepan qué es esto de la violencia de género, que se difunda más y mejor lo que pasa”.

“Nos sumamos porque es una manera de expresar cómo es vivir con esta ideología del feminismo, creer que todos somos iguales y que tenemos que reconocer el machismo con el que nos criamos para poder cambiar”, agregaba Fiorella Rodríguez.

La pancarta decía: “A mí no se me achica por respetar” y a unos metros, Pablo Maitía lamentaba cuánta conciencia falta sobre la discriminación a las mujeres, que se ve “en las diferencias en los cargos laborales y en los menores salarios que ellas perciben”. “El Estado tiene que generar políticas más fuertes que aborden estas discriminaciones y mejoren la convivencia”, agregaba Maira Jaimes. “Tenemos el patriarcado súper impuesto, y los varones piensan que esto es contra ellos, pero no. Caminando por la calle los hombres te gritan, es algo constante. Todos los días me encuentro peleando con uno que me ofende. Por eso es importante manifestar hoy que somos muchas y muchos quienes pensamos que los hombres deben dejar de creer que tienen poder sobre nosotras. Los cambios empiezan por dejar de criar princesas y machos”, dijo Josefina con la voz gastada de gritar.

“No es una pelea sólo de las mujeres, esto es una lucha para decir que la violencia extrema es el feminicidio, pero es tarea de cada varón, cada padre, cada maestro, entender que lo que fomentamos como valores es rescatar el respeto cotidiano a la mujer y, por ende, a todos. Nos indigna que maten a las mujeres por ser mujeres, y desde la cultura tenemos mucho por hacer y para construir una idea de mujer contra los estereotipos que fomentan los medios y las publicidades”, sostuvo la dramaturga feminista Mariana Percovich. Una joven lloraba a mares vestida de negro. A su lado, otra cargaba un cartel naranja que afirmaba: “Quiero que se haga justicia y no costumbre”.