En un hecho “poco común”, desde un barrio obrero se convocó al Paraninfo para presentar el libro Memoria que es vida abierta, síntesis del trabajo conjunto de personas de las más variadas edades, profesiones y experiencias: docentes del liceo Mario Benedetti y del Proyecto Integral Metropolitano (PIM) de la Universidad de la República (Udelar), vecinos, integrantes de organizaciones sociales, dirigentes obreros, estudiantes de secundaria y universitarios, ex presas políticas del penal de Punta de Rieles, familiares de Susana Pintos, León Duarte y Ramón Peré, mártires de la zona. ¿El motivo? La conmemoración, desde el territorio, de la huelga general de 1973, en un barrio donde hubo 5.000 obreros ocupando sus lugares de trabajo.

Paradójicamente, esta presentación se realizó cuando, 42 años después, está en discusión el papel de la dictadura. Aquella huelga habla por sí sola, es un dato de la realidad que nadie puede cuestionar ni desmentir. Tanto esa respuesta de masas al golpe como la posterior represión, con muertos, desaparecidos y miles de hombres y mujeres torturados, señalan que el terrorismo de Estado se ensañó con todo un pueblo.

Para la edición del libro, como en toda obra colectiva tan amplia, fue necesaria la presencia de articuladores que entrelazaran los distintos niveles organizativos, para hacerlos confluir en una propuesta muy ambiciosa. El papel desempeñado por el PIM, perteneciente a Extensión Universitaria de la Udelar, fue precisamente el de articular cada detalle, el de orientar por medio del conocimiento académico para optimizar la propuesta.

Desde el punto de vista de organizaciones que representan a la sociedad civil y que se han potenciado y fortalecido con el apoyo del PIM, nos produce una gran preocupación ver que hoy está en discusión el verdadero alcance de esta herramienta.

El medio en el que se ha desarrollado su trabajo es aquel que se ha dado en llamar “marginal”, desde una óptica de crónica policial. Docentes y estudiantes universitarios avanzados recorren permanentemente jardines de infantes, cooperativas, policlínicas y asentamientos como La Chacarita, 27 de Octubre y Las Cabañitas, entre otros. El reconocimiento de los vecinos es enorme; su prestigio está fuera de discusión, dado que siempre encuentran la forma de resolver problemas complejos, que sin su aporte sería imposible superar.

Ese entrelazamiento del saber popular y el académico es la esencia de la extensión universitaria, y la obra que conforman se tradujo en la presentación del libro, con un Paraninfo desbordado y emocionado.

Dado que todos, desde una posición u otra, son bienintencionados, y todos “están de este lado”, me atrevo a plantearles un diálogo sobre el sentido de la extensión universitaria. Hablando la gente se entiende, y es necesario acercar posiciones en torno a una mesa, por la Udelar, pero sobre todo por “el consumidor final”, que es el sector más vulnerable de la sociedad.