Llegó al Aula del juicio del Plan Cóndor el viernes, una de las jornadas más calurosas del verano, acompañada por su esposo. Mariana Zaffaroni Islas, que protagonizó uno de los casos de apropiación más conocidos de los años 70, y que tuvo que trabajar duramente en el camino por la recuperación de su identidad, parece una mujer serena, dispuesta a hablar de su historia y ponerla al servicio de una campaña que se está realizando en Europa para ubicar a otros niños secuestrados. “Se hizo justicia en Argentina y en Uruguay por los casos de mis padres. Pero yo necesito saber lo que pasó con ellos. No me importa conocer quién los mató, me importa conocer cuál fue el destino final de ellos. Y en el caso de mi mamá, quisiera saber si su embarazo llegó a término, si tengo un hermano o una hermana. Son cosas importantes de saber. Es fundamental que quien sabe lo diga, que los documentos -que tienen que existir- se puedan conocer. No hay forma de cerrar estos capítulos si no se sabe toda la historia”.
-Tu posición sobre esta historia cambió mucho en el transcurso de los años.
-Hoy traté de representar la lucha de mi abuela María Esther Gatti, que fue la persona que empezó ese juicio en Italia, y representar a la familia de mi padre. Ella inició y yo trato de dar una finalización a lo que ella no pudo concluir. Siento que mi obligación es estar en este lugar contribuyendo a la Justicia.
-¿Y desde el punto de vista personal? Durante tu declaración en la Corte hablaste de tu familia de crianza como tus “apropiadores”; es un gran cambio.
-En Uruguay saben que mi proceso de recuperación de la identidad fue largo pero continuo, y eso es un paso más. A partir de que dejé de resistirme a mi historia, a mi familia, a mi nombre, todo empezó a fluir lentamente hacia la persona que soy hoy, y que tiene una postura muy diferente a la que tenía hace muchos años. Estoy muy contenta con eso.
-¿Lograste descubrir el por qué de tu resistencia?
-Por un lado estuvo relacionado con mi edad. Todo eso me pasó en la adolescencia, en la época de más rebeldía, y yo estaba en contra de todo. Eso no aportaba madurez para que yo contribuyera con algo a esa historia. Pero fueron muchos los factores de mi resistencia. A medida que avanzo en mi introspección surgen cosas. No sé si puedo saber las causas, pero cada vez más me entero que algunas cosas, que yo percibía como naturales en aquel momento de mi vida, hoy puedo mirarlas y darme cuenta de que eran sólo energía puesta en resistir, en no querer hacerme cargo de mi historia, de apropiarme de mi historia. Esa resistencia en realidad lo único que hacía era dañarme a mí misma, para tratar de tapar algo que no se podía tapar de ninguna manera.
-Acerca de tu resistencia, tu abuela María Esther dijo que al momento de ser madre entenderías muchas cosas. ¿Tenía razón?
-Sí. En un primer momento yo me enteré de que la maternidad me había cambiado desde el punto de vista más evidente; ser madre pone de manifiesto la importancia de los lazos de sangre y de todo lo que una madre es capaz de hacer por un hijo. En los últimos tiempos, a raíz de cursos vivenciales que estuve haciendo, me di cuenta de que toda esa resistencia de muchos años, de alguna manera, salió cuando tuve mi hija. Dejé de resistir y parí mi historia junto con ella. Desde allí todo empezó a fluir lenta, pero permanentemente.
-¿Cómo es tu relación con la familia que te crió?
-Yo estoy sumamente agradecida; los años que viví con ellos los viví muy feliz. Luego uno puede mirar atrás y criticar y encontrar cosas que fueron mal hechas. Hoy por hoy, la relación no es tan fluida como antes, pero no dejo de reconocer todas las cosas que me dieron, no cosas materiales, sino la crianza y el amor. Yo soy una mezcla de lo biológico y de la crianza que tuve, entonces no puedo renegar en ningún momento que todo el tiempo que viví con ellos me constituye como persona. Aunque ahora no estoy viéndolos mucho.
-Leí que te sentís muy bien con la “comunidad” de los nietos recuperados. ¿Qué características tiene ese lugar?
-Durante mucho tiempo tenía un prejuicio con ellos porque, como yo mantuve una relación con mi familia de crianza, con mis apropiadores, pensaba que no podía encajar con ellos, que nunca podrían entenderme, que me iban a cuestionar. Entonces me mantenía apartada. La verdad es que cuando los conocí me di cuenta de que, si bien en un montón de cosas no coincidimos, porque cada historia y cada uno tiene su forma de pensar y su forma de asumir lo que pasó, tenemos algo en común. Y eso es que nadie va a entender mejor que nosotros cómo nos sentimos respecto de muchas cosas, cómo percibimos sentimientos, cómo tenemos experiencias en común. Eso es lo importante, lo que yo destaco; entre los nietos recuperados el hincapié es siempre en lo que tenemos en común.