Jorge Roland fue, por más de 40 años, para sus amigos de muy diferentes ámbitos, el Pibe.

La dictadura lo puso preso a los 19 años y transitó por Jefatura, el Cilindro, Punta Carretas y Libertad durante casi seis años. Superó una tuberculosis, producto de las circunstancias. Fue, como tantos, ejemplo de entereza y buen humor.

Era un excepcional informático, que llegó a altas responsabilidades gerenciales. Dejaba muchas veces su trabajo al mediodía y salteaba su almuerzo para ir a darles clase a niños de la Ciudad Vieja que lo necesitaban, en sedes vinculadas con su querida iglesia Valdense. Desde hace nueve meses, a los 60 años y en plena actividad, una dura enfermedad lo llevó a una pelea desigual que afrontó con su entereza habitual.

Personas como él son las que han puesto “madera dura” a los cimientos del avance del país. Siempre estará presente en su querida familia, en sus compañeros y amigos, que deberán superar la ausencia del entrañable Pibe.