“Hace 30 AÑOS comenzamos a estudiar, por primera vez, la escasez de innovación en las áreas productivas del país, corroborando que había una muy baja utilización de los instrumentos de políticas industriales disponibles para las empresas”, comenzó contando la coordinadora de la Unidad Académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, Judith Sutz, quien concurrió como representante de la Universidad de la República (Udelar). “En aquel entonces no teníamos certezas, pero sí intuiciones, de que el problema venía del lado de la demanda, hasta que, en 2011, Michele Snoeck [coordinadora del CEI] reencontró el problema y concluyó que se trataba de un juego de desencuentros: una oferta probablemente insuficiente pero no conocida y una demanda que no encontraba lo que quería”.
Convocado por la Dirección Nacional de Industrias (DNI), en agosto de 2013 surgió el CEI, con el apoyo de cuatro socios: la Cámara de Industrias del Uruguay, la Udelar, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y el Ministerio de Industria, Energía y Minería. Se entendió que su objetivo principal sería detectar demandas tecnológicas y de innovación en las pequeñas y medianas empresas (pymes) industriales y articularlas con la estructura de apoyos, servicios y capacidades de resolución de problemas existentes.
Desde que comenzó a funcionar, en setiembre de 2014, el CEI asesoró a 57 empresas, fundamentalmente de los rubros alimentario, metalúrgico y plástico. En la mayoría de los casos, fue el mismo centro el que contactó a las empresas, ya que estimaban que existía desconocimiento de su existencia entre los empresarios. De las empresas con las que se trabajó, 28 eran pequeñas, 23 medianas, cuatro grandes (tractoras) y dos micro; 65% están ubicadas en Montevideo, y el resto en el interior.
Los testimonios de los empresarios presentados ayer coinciden en que el asesoramiento es “muy bueno”, y destacaron “el traje a medida” hecho para cada proyecto. El CEI ofrece tres tipos de tratamiento: el más utilizado son las orientaciones sobre instrumentos tecnocompetitivos que se dan cuando las empresas ya tienen detectadas sus necesidades; cuando no, se les ofrece diagnósticos integrales sobre la gestión de la cadena de valor y tecnológicos sobre los procesos productivos.
Por su parte, el director de la DNI, Enrique Moreno, sostuvo que, desde el arranque del período de gobierno, “hemos estado revisando los distintos instrumentos que se han venido utilizando” dado el “gran dinamismo” del sector, pero encontró que “el CEI, a pesar de ser una herramienta bastante joven, está mostrando un dinamismo interesante”.
Primeras impresiones
En diálogo con la diaria, Matías Crujeira y María José Crosa, facilitadores del CEI para las industrias metalúrgica y plástica y de alimentos, respectivamente, comentaron sus primeras impresiones sobre el trabajo realizado.
Más allá de los sectores diferenciados, al tratarse de pymes, hay aspectos comunes en las empresas. “En muchas han tenido problemas de gestión por su reducida estructura, asociada a los cálculos de costos o inventario”, sostuvo Crujeira. Observó, además, un segundo problema: que “no es común realizar un estudio de mercado previo”, algo que le llamó la atención, “habiendo instrumentos como Uruguay XXI, que los financia y apoya”.
Otro problema transversal es la falta de aplicación de técnicas para reducir los desperdicios: “muchas veces no las conocen y otras, en las que se cuenta con talleres o cursos de capacitación al respecto, no saben cómo bajarlas a tierra”. También se encontraron en algunos casos con que “empresas que son las únicas en producir determinado producto en el país no tenían su bien patentado”, hecho que se genera por un “gran desconocimiento de herramientas de apoyo”.
En cuanto al sector plástico, se detectó que “el problema principal es que los productos importados ingresan al país al mismo costo que las materias primas para la producción nacional”, lo que deriva en una “desventaja de competitividad”, sostuvo Crujeira. Además, existe una “carencia de especialistas que se dediquen a la asesoría, así como de carreras técnicas relacionadas”.
En la metalúrgica, la mayor desventaja se da en la especialización de la operativa por proyecto. “La mayoría de las empresas no tienen una línea estándar; la demanda de trabajo fluctúa de manera zafral y la mano de obra es fija, lo que deriva en una fuerte incertidumbre del equilibrio”, afirmó el facilitador del CEI.
En tanto, en la industria alimentaria los retos vienen por el lado de mejorar la capacidad ociosa de las empresas, en las que “la capacidad productiva es mayor a lo que están vendiendo actualmente”, sostuvo Crosa, que observó además la necesidad de contar con “profesionales técnicos que tengan como responsabilidad el proceso de producción”. También visualizó “avanzar en la certificación, que falta en 35% de las empresas” como uno de los desafíos pendientes.