Según cifras preliminares del BCU, la economía uruguaya contaba al 8 de julio con 18.018 millones de dólares de activos de reservas, pero no todas son de libre disponibilidad: hay obligaciones que la autoridad monetaria mantiene con el sector público, por 2.636 millones, y con el sector financiero local, por 7.535. En cuanto a las obligaciones con el sector público, se refiere a dinero que es del gobierno central, del Banco de Previsión Social, los gobiernos departamentales y las empresas públicas, que el BCU simplemente custodia.
Por otro lado, están las posesiones del sistema financiero: los bancos, las casas financieras, las cooperativas de intermediación financiera, la Corporación Nacional para el Desarrollo, las AFAP, las compañías de seguro, las casas de cambio y otras instituciones financieras. “Es como un ‘seguro’ que el BCU les exige a los bancos”, explicó el director de Oikos, Pablo Moya, a la diaria. Es decir que todo banco que quiera operar en la plaza está obligado a “guardar una parte por cada depósito que toma en el BCU, de manera de darle garantía y seguridad al sistema financiero”, por lo que este monto tampoco es de propiedad de la autoridad monetaria.
En palabras de la coordinadora del Grupo de Análisis Macroeconómico del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (Universidad de la República), Gabriela Mordecki, “las reservas internacionales son el respaldo que tiene el país frente a las obligaciones con el resto del mundo y, en parte, frente a la moneda local, lo que les da respaldo a los préstamos o emisiones de títulos que realiza el gobierno”. Así, los activos de reservas “están constituidos por los depósitos a la vista del gobierno en el exterior y el efectivo que pueda tener el BCU”. Anualmente, éstas se acumulan o desacumulan según el saldo de las transacciones comerciales, por lo que “es, en definitiva, el stock de las divisas que tiene el BCU como reserva”, afirmó Mordecki en diálogo con la diaria.
Contar con un abundante monto de reservas -ahora sí, hablando de las que están en posesión del BCU- le asegura al país “poder de pago frente a los acreedores” de su deuda, afirmó Mordecki. En el plano nacional, la principal función es el “respaldo a la moneda”: “Uno tiene confianza en que los billetes valen porque hay un respaldo detrás de la moneda en las reservas del BCU, pero en un caso extremo, en el que las reservas caen a la mitad, la gente tendería a no aceptar la moneda”, por lo que contar con reservas “garantiza el funcionamiento del mercado monetario”, resumió la analista.
La posibilidad de gastarlas
En base a lo dicho, “no es que se pueda meter mano a las reservas que están ahí sin uso e invertirlas en cualquier cosa”, afirmó Moya; “eso mandaría señales negativas a los analistas y al sistema”. No obstante, advirtió que “se podría utilizar una parte -previa determinación de la porción excedentaria-, siempre y cuando se garantice el normal funcionamiento del mercado monetario”. Para no tenerlas ociosas, el BCU coloca parte de sus reservas en bonos del tesoro en distintas monedas, para que vayan generando rentabilidad. “Esa rentabilidad no está cuestionada”, observó el socio de Oikos, por lo que “en vez de volcarlas a los bonos se podrían invertir en algún instrumento financiero -como una parte de un fideicomiso- que permita la construcción de algunas obras de infraestructura”. En su opinión, “hay buena ingeniería financiera” en el país, por lo que se podría “minimizar el riesgo de las pérdidas”.
Mordecki discrepó. A su entender, las reservas “son un capital que tiene el país y por eso hay que cuidarlo”. En caso de utilizarlas, advirtió que “sólo podrían gastarse para cancelar deuda externa”: “Ésa es su finalidad y, si no, habría que reformar la Carta Orgánica [del BCU]”, afirmó.
En la misma línea fue el socio de Vixion Aldo Lema, quien dijo a la diaria que “las reservas se pueden usar en escenarios de alza de tipo de cambio para moderar su volatilidad. Eso implica que cuando el mercado quiere dólares, el BCU los entrega, contra dinero o bonos que tienen los privados [letras de regulación monetaria]”. Es importante tener en cuenta que “Uruguay no tiene reservas genuinas [sin contrapartida de deuda] acumuladas por años de superávit fiscal -como ocurrió en Chile o Noruega-, por lo tanto, no hay ‘espacio o lugar’ para gastarlas”.
Transmisión de señales
En cuanto a las señales que el gobierno transmitiría en caso de gastar las reservas, Moya entiende que “no serían negativas”, ya que “tenemos reservas por cerca de 30% del PIB [Producto Interno Bruto], lo que es una relación más que satisfactoria”.
Para Mordecki, gastarlas alteraría en primer lugar la visión que tiene el exterior sobre las finanzas del país: “Si hay menos reservas, aumenta el riesgo de no poder hacer frente a las obligaciones, por lo que desde afuera nos pueden exigir, por ejemplo, mayores tasas de interés”. En el plano interno, la utilización de las reservas generaría, a juicio de la analista, “mayor desconfianza respecto de la solvencia del Estado”, como sucede en Argentina.
Por su parte, Lema entiende que gastarlas “es equivalente a aumentar la deuda neta del país. Ni más ni menos”.