Mediante el análisis de 49 videos recogidos del canal oficial del Ministerio del Interior (MI) en Youtube, entre diciembre de 2014 y abril de 2015, cuyas imágenes de origen son los registros de las cámaras de videovigilancia instaladas en algunos barrios montevideanos, un estudio sociológico determina que estas producciones audiovisuales “crean una imagen positiva de la Policía y difaman la figura del delincuente”, constituyendo al Estado en “difusor y reproductor de la sensación de inseguridad, a la vez que se encarga de salvaguardar la vida de esa inseguridad”.

Éstas son algunas de las conclusiones expresadas en “De Robocops y máquinas vigías. Sobre el control, la vigilancia y militarización policiales en la sociedad uruguaya”, ponencia que presentarán Gustavo Medina Pose y Sebastián Sansone, docente y estudiante, respectivamente, de la carrera de Sociología, en el III Congreso de Sociología, que se extiende del 15 al 17 de julio en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar).

Sansone explicó a la diaria el interés en tomar al circuito de cámaras de videovigilancia instalado por el MI en “centros comerciales y de consumo” (Ciudad Vieja, Centro, Cordón, Unión, General Flores y Paso Molino) con la intención de “constituirlas como zonas seguras” y “manipular e influir el inconsciente colectivo”. “Con la incorporación de este tipo de sistemas, a nivel subjetivo, crece la sensación de seguridad en la población de las zonas videovigiladas, a la vez que pierde impunidad la delincuencia”, sostiene el ministerio por medio de un video que presenta el programa Ciudad Segura.

“La función de la Unicom [Unidad de Comunicación del Ministerio del Interior] es mostrar lo que hace la Policía y su funcionamiento, colocando al policía como héroe y a la institución policial como infalible”, sostiene el estudio. “Pero en la narrativa segmenta la realidad en tres: los buenos (policías), los malos (delincuentes) y las víctimas, a quienes se debe proteger”. De los primeros se destaca “su doble cara de víctima y héroe”: su “velocidad, inteligencia y fuerza respecto a los delincuentes, las acciones eficaces y eficientes, y sus ‘altas’ cualidades éticas y morales”, y su “victimización” en videos como “Chalecos que salvan vidas”: “Bajo un aura de cientificidad (‘estos chalecos han sido sometidos al más riguroso testeo [...] de acuerdo a la normativa de certificación...’), y filmando el proceso de experimentación necesario para la elección, la Policía se presenta como víctima objeto de ataques de los cuales debe protegerse y también como enemigo de la delincuencia que se entrena”. A la vez, “se muestra el heroísmo de la Policía (ciertamente, la brutalidad policial), cuando un delincuente desarmado y ya rendido es golpeado para ser reducido”, como en el video “Infraganti_ en 20 segundos atrapan a ladrón de autos en Cordón Seguro”.

Sobre los “delincuentes”, calificados así de antemano en los audiovisuales, una voz en off relata que “se realiza una construcción demoníaca del sujeto a perseguir, presentándolo como irracional, iracundo, preso de adicciones, pobre, excluido, incorregible, ingobernable...”. La víctima “puede ser cualquier cosa o persona, en cualquier lugar”, afirman los autores. En los videos se muestran sobre todo adultos mayores y mujeres, además de lugares como comercios, que se suman a una “construcción delirante del delito como el demonio a combatir”.

Títulos de los videos como “Cordón Seguro Aclara Rapiña” tienen “una clara intención publicitaria y propagandística, en miras a la legitimación y consolidación de la ‘Nueva Policía’ [...]que ensalzan las virtudes de las novedades tecnológicas y el accionar policial”. Con expresiones reiteradas como “nuevamente” y “gracias a la efectividad de...”, los audiovisuales “buscan generar la sensación de que se está más cerca de la utopía de la seguridad”, afirman los autores.

Tomando como hipótesis que nuevas medidas del Estado contra el delito -como la videovigilancia, los drones y la implantación de tecnología biométrica con toma de huella dactilar, escáner de documentos y foto facial- “responden a medidas de control social”, Sansone y Medina analizaron qué y cómo cuenta el MI los presuntos delitos, y a la vez qué tipo de “represión” presenta; en otras palabras: qué muestra la cámara y cómo están editados los videos. Las grabaciones muestran “robos de bajo valor (no copamientos) y hurto de autos, con una voz en off que establece que ‘el delincuente robó’”, reseñó Sansone. “No se muestran resistencias a rapiñas, sino personas indefensas”.

“Las cámaras de videovigilancia son el caballo de batalla de la Policía en el bluff propagandístico a la ciudadanía”, afirman los autores respecto de este dispositivo presente en determinadas zonas, lo que construye territorialidades por medio de la estigmatización de territorios.

Además, sostienen que el programa ministerial Ciudad Segura y el “sistema de videovigilancia por saturación” esconden pretensiones totalitarias: “El primero oculta un reduccionismo y desplazamiento de la seguridad, al pretender solucionar problemas de seguridad únicamente en lo que atañe al espacio urbano y a determinados delitos”, mientras que el segundo utiliza “saturación” como “sinónimo de invasión, que amenaza con abarcarlo todo, fagocitando el espacio urbano”.

“El relato no es imparcial. Por eso queremos alertar sobre este proceso de control social y sobre las consecuencias que tiene vigilar todo el tiempo, lo que redunda en el recorte de la libertad y en el uso que puedan hacer sobre nuestros datos, filmando las 24 horas cualquier tipo de actividad. Las ediciones apuntan a la criminalización de los sectores vulnerables, pobres, marginales”, apuntó Sansone, y remarcó su preocupación respecto de que los videos editados por Unicom son reproducidos por los medios de comunicación, “influyendo en la construcción subjetiva respecto a quiénes son y quiénes no son delincuentes”.