El gobierno de Grecia llegó ayer a un acuerdo con las autoridades de la Unión Europea que le permitirá solucionar en forma parcial la crisis financiera que está atravesando, aunque para lograrlo tuvo que aceptar las condiciones impuestas por Alemania, muchas de las cuales son más duras aun que las rechazadas en el referéndum de la semana pasada. “Estamos un poco decepcionados, porque desde hace dos semanas todas nuestras esperanzas de que la civilización humana evolucionara hacia un estado más elevado, que tuviera el bienestar de los seres humanos y la salud de la Madre Tierra como principal objetivo, estaban depositadas en Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Euclidis Tskalotos (el ministro de Economía griego). Pero al final no eran tan hippies como creíamos”, reconoció un activista que desde hace 15 días estaba acampando frente a la sede del Parlamento Europeo. Si bien la inmensa mayoría de los líderes europeos no estaba de acuerdo con un plan de austeridad tan duro como el firmado ayer, Alemania, la mayor economía de la zona euro, logró imponer su postura. Según varios analistas, este hecho generó un “gran sentimiento de humillación entre los griegos”, que interpretaron las imposiciones del plan de austeridad como un castigo por su negativa al plan propuesto antes del plebiscito, y “un sudor frío por la espalda” entre el resto de los europeos, que vieron en el triunfo de la posición de Berlín “una prueba de que los alemanes no tienen demasiado sentido del humor cuando alguien los desafía”. Un editorialista del periódico francés Le Monde escribió: “Está claro que este acuerdo es una solución a la crisis griega, aunque se parece bastante a una solución final. Parece que la gigantesca capacidad destructiva tan característica de los alemanes durante la primera mitad del siglo XX sigue vigente. Con esto que pasó ahora, está claro que si un día se les ocurre exterminar a los judíos, gitanos y homosexuales, lo mejor es no meterse en su camino”.