Los granos de polen y las esporas son elementos reproductores de las plantas terrestres que, a pesar de su pequeño tamaño, tienen numerosas aplicaciones y son el objeto de estudio de una disciplina llamada palinología. Se podría afirmar que la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar) comenzó a tener su laboratorio de palinología en 1987, cuando todavía era la Facultad de Humanidades y Ciencias, y funcionaba en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Psicología. Allí, con muy poca infraestructura pero con muchas ganas, comencé a procesar muestras de rocas muy antiguas usando fuertes ácidos que provocaban la justificada protesta de mis compañeros de laboratorio. No hay nada como una veinteañera decidida a hacer algo.
Pasaron 28 años desde aquellos inicios y hoy la realidad, por suerte, es bastante diferente, porque, de a poco, se han desarrollado algunas de las diversas líneas de investigación que comprende la palinología. En realidad, la posibilidad de aplicar esta disciplina a la solución de diversos problemas se basa en cuatro características de los granos de polen y de las esporas: pequeño tamaño, abundancia, resistencia y diversidad morfológica. Por ejemplo, el hecho de que las formas que adoptan sean lo suficientemente diferentes como para saber qué planta los produjo, junto con su capacidad de dispersarse a gran distancia y de cubrir objetos y personas, posibilita que se utilicen como elementos para la investigación criminal, ya que permite establecer el vínculo entre personas y lugares. Esa misma capacidad de dispersión y de estar en todos lados, especialmente en nuestras narices, es responsable de provocar alergias respiratorias.
Por otra parte, su resistente pared facilita que se encuentren polen y esporas fósiles en rocas muy antiguas. Eso, a su vez, brinda una importante fuente de información para conocer la vegetación del pasado y para evaluar la posibilidad de que en esas rocas se hayan generado hidrocarburos. Tampoco debemos olvidar que las abejas en su viaje para producir miel realizan la polinización, proceso de fundamental importancia para la producción agrícola. A partir del análisis del contenido polínico de las mieles, es posible saber cuál es su origen botánico. En relación con los cultivos, al cuantificar la producción de polen es posible obtener datos tempranos acerca de cómo será la cosecha, y al analizar la dispersión del polen de los cultivos transgénicos es posible evaluar el grado de contaminación en los cultivos no transgénicos.
En el Laboratorio de Palinología de la Facultad de Ciencias se desarrollan principalmente dos líneas de investigación palinológica. Por un lado, el estudio de pólenes y esporas fósiles que tienen una edad aproximada de entre 250 y 300 millones de años. Este estudio brinda datos sobre la vegetación de esa época, que muestra cómo fue cambiando el clima en el pasado. En esos momentos la Tierra era un planeta muy diferente del actual; por ejemplo, en la configuración de los continentes, ya que existía un supercontinente formado por América del Sur, India, Australia, Antártida y África. Como Uruguay estaba bastante cercano al polo sur, nuestro territorio pasó por una era glacial que se fue transformando en un clima más templado, para luego sufrir una aridización que abarcó todo el supercontinente. Conocer las causas que llevaron a esos cambios y cómo afectaron la vegetación nos permite prepararnos para los posibles cambios climáticos en el futuro. Al mismo tiempo, las rocas en las que se encuentran los granos de polen fósiles son potenciales generadoras de hidrocarburos, y mediante el análisis del color de los granos es posible estimar si la temperatura a la que estuvieron sometidas fue la necesaria para producir petróleo.
Otra línea de investigación en la que trabajamos actualmente está relacionada con el análisis diario de polen y esporas de hongos presentes en la atmósfera. La cuarta parte de la población mundial sufre de rinitis, y 18% de asma, y en muchos de los casos el polen es el desencadenante de estas enfermedades. Por este motivo, es importante conocer cuántos granos -y de qué plantas- están flotando en el aire cada día, ya que no todos provocan alergias con la misma intensidad.
En Montevideo, la información recabada hasta el momento indica que la mayor concentración de polen en la atmósfera se produce en primavera y verano, mientras que en otoño e invierno los valores son mínimos. Las esporas de hongos también provocan alergias y, aunque los estudios recién han comenzado, se puede afirmar que en otoño y verano se registra mayor cantidad de estas esporas. Por otra parte, también se ha observado que no todos los años presentan el mismo patrón y cantidad, tanto de polen como de esporas, y que esto depende de factores climáticos como la temperatura, el viento y la humedad. En este sentido, actualmente las metas de nuestro equipo de trabajo son, por un lado, continuar con el monitoreo diario y, por otro, interactuar con los médicos para que integren los datos reportados en su consulta.
En resumen, la palinología tiene potencial para un mayor desarrollo y quedan muchas cosas por hacer. Entre ellas, profundizar las investigaciones relacionadas con los cultivos transgénicos o evaluar tempranamente, mediante el monitoreo de esporas de hongos patógenos, la aparición de enfermedades en cultivos.
La autora
Ángeles Beri es profesora adjunta del Departamento de Geología y Paleontología de la Facultad de Ciencias. Licenciada en Ciencias Biológicas (Udelar), realizó su maestría en Geociencias en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (Brasil) y posteriormente se doctoró en Ciencias Biológicas (Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, Pedeciba). Es investigadora grado 4 del Pedeciba e integra el Sistema Nacional de Investigadores de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación.