La semana pasada, en una marcha del Orgullo Gay que se estaba desarrollando en Jerusalén, un judío ultraortodoxo apuñaló a seis personas, una de las cuales murió el domingo. Si bien se espera que la Justicia condene al autor del atentado, Yishai Schlissel, sus defensores presentaron a último momento un recurso que podría darle un giro al caso. “Mi acusado no tiene nada en contra de los homosexuales. El problema es que, como es daltónico, no se dio cuenta de que había un arcoíris, y, como había mucha gente vestida raro, pensó que era una marcha de palestinos”, aseguró el abogado de Schlissel. Si su argumento es aceptado por la Justicia, en lugar de una condena recibirá una medalla.

La semana pasada también se produjo otro acto terrorista, esta vez en territorio palestino. Un extremista judío lanzó un cóctel molotov al interior de una vivienda habitada por una familia palestina y mató a un bebé de 18 meses. “No toleraremos este tipo de actos de ninguna manera”, aseguró el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. El gobernante explicó que este tipo de acciones “deben quedar en manos del Ejército israelí, que por algo gasta miles de millones de dólares al año para mantener una infraestructura capaz de bombardear un hospital lleno de niños usando solamente un avioncito a control remoto”. Si bien se mostró abierto a la posibilidad de que los colonos israelíes ataquen a ciudadanos palestinos “muy de vez en cuando y si están realmente enojados”, aclaró que eso sería aceptable siempre y cuando esas acciones “se realicen en forma coordinada con los mandos militares”. “Israel es una nación ordenada, como cualquier otro país del mundo occidental y civilizado. Se mueve por principios basados en el racionalismo. Si cualquiera de nuestros ciudadanos se despertara un día e incinerara a un bebé sin ningún tipo de coordinación con las autoridades, estaríamos en el mismo nivel que los bárbaros que habitan en Palestina”, dijo.