A mediados de junio, Uruguay llegó envalentonado a la cumbre de Bélgica entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, donde se mostró dispuesto a encarar negociaciones por su cuenta si las conversaciones del bloque no prosperaban. Parecía que Brasil iba por la misma senda, condicionado por las presiones de sus grupos industriales en medio de la crisis económica que atraviesa la sexta economía del mundo. Tanto el gobierno de Dilma Rousseff como el de Tabaré Vázquez estaban dispuestos a avanzar en la negociación aunque Argentina se opusiera. Pero luego Rousseff puso las cosas en su sitio. “Es muy importante que el Mercosur vaya unido”, dijo, y destacó que “jamás perdió la paciencia” con Argentina. Entre una declaración y otra, quedó en evidencia que, con o sin Argentina, la negociación con la UE seguía trabada por divergencias entre los estados miembros. Un mes después, durante la primera cumbre del Mercosur del segundo gobierno de Vázquez, Uruguay llevó el planteo de un “sinceramiento” del bloque, mediante el cual Uruguay pretendía poner sobre la mesa las trabas y dificultades de lo que -considera el gobierno- ni siquiera llega a ser una zona de libre comercio.

El jueves el canciller reconoció ante la comisión de Asuntos Internacionales del Senado las dificultades de la estrategia del gobierno uruguayo. “Nos costó bastante introducir el término ‘sinceramiento’. La verdad es que de la cumbre del Mercosur, que se realizó el 17 de julio, nos vinimos con la resolución del Consejo del Mercado Común, que no habla de sinceramiento pero sí de la necesidad de que haya un fortalecimiento comercial y económico”, sostuvo Nin ante los senadores de la comisión, según consta en la versión taquigráfica. En realidad, lo que los presidentes resolvieron es la elaboración de un plan de acción para el fortalecimiento comercial y económico durante el segundo semestre del año. Este plan, impulsado desde la presidencia pro témpore paraguaya, implica analizar, punto por punto, las barreras tarifarias, aranceles y todo el resto de las medidas que afectan la competitividad puertas adentro del bloque. El canciller catalogó como “muy importante” esta medida porque, “más allá de la terminología”, los contenidos del anunciado pedido de sinceramiento están “arriba de la mesa”. Para Nin, esto está “intrínsecamente vinculado” a la importancia que el gobierno da a “la posibilidad de hacer acuerdos de libre comercio con otros bloques comerciales”.

El senador nacionalista Luis Lacalle Pou cuestionó a Nin por la metodología del gobierno para concretar el replanteo del Mercosur. Fue cuando sostuvo que, más allá de las reuniones bilaterales entre las cancillerías argentina y uruguaya, “está faltando la más importante y quizá la primera”, en referencia al nunca concretado encuentro entre Vázquez y su par argentina, Cristina Fernández. “No es de recibo el argumento de que hay elecciones en Argentina, porque la gente no espera y el mundo tampoco”, argumentó el senador nacionalista, apelando a uno de los latiguillos que repitió durante la campaña electoral. Nin, a su turno, contestó: “Faltaron reuniones entre los presidentes, eso es cierto, pero a lo largo de estos meses hubo una fluida relación entre las cancillerías”, en alusión al papel del director de Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Martín Vidal, que mantiene encuentros periódicos con sus pares argentinos. Según señaló el propio Vidal ante los senadores, hasta el momento se hizo una recopilación de unos 45 temas pendientes en la relación bilateral, clasificándolos en un “sistema de semáforos” entre aquellos asuntos que no generan ningún tipo de problema, los que están demorados y los más sensibles. Entre estos últimos, mencionó el diferendo en torno a la empresa UPM.

La apuesta por el enfoque comercial de las relaciones exteriores del país parte de un pedido del presidente Tabaré Vázquez al propio Nin en la hora cero de su designación como ministro. De ahí que el canciller haya reivindicado ante el Parlamento este enfoque: “Cuando el propio presidente nos confió este cargo, nos pidió que le diéramos una orientación basada en lo comercial porque en Uruguay específicamente no hay un Ministerio de Comercio. Me parece que el Ministerio de Relaciones Exteriores bien podría denominarse Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio Internacional, porque ése es el desafío que tiene en el siglo XXI un país como Uruguay”, insistió. Esta proyección de la cancillería, que lleva al país a insistir en la necesidad de profundizar la zona de libre comercio en los estados del Mercosur, genera rispidez con algunos de los socios del bloque. Y -aunque el canciller se encargó de desmentirlo en la comisión parlamentaria- los grandes del bloque ven en este tipo de manifestaciones una vieja aspiración de los socios menores (Paraguay y Uruguay) de avanzar en la búsqueda de asociaciones más amplias y flexibles con el mundo, motivados por la necesidad de obtener inversiones urgentes. En contrapartida, la centralidad política que Argentina, Brasil y Venezuela adjudican al Mercosur es interpretada por los más chicos como mera solidaridad declarativa.

Algo hay que presentar

El canciller también se refirió en la comisión a las negociaciones del Acuerdo de Liberalización del Comercio de Servicios (TISA, por su sigla en inglés). Dijo que en la próxima ronda de negociaciones, el 15 de setiembre, Uruguay va a “tener que presentar alguna oferta” si quiere “seguir discutiendo este tema”, porque “no podemos seguir sin ofrecer nada”. “Algo tenemos que ofrecer, aunque sea los intereses defensivos, es decir, qué es lo que se quiere guardar. En ese sentido, lo que queremos guardar, ya lo hemos dicho públicamente, son aquellas cosas monopólicas que a Uruguay le han servido”, manifestó. Dijo que Uruguay puede “presentar una buena oferta en servicios financieros, porque tampoco los bancos centrales pierden la capacidad regulatoria”. El canciller hizo énfasis en que con el TISA no se va a volver “a la desregulación del sistema bancario uruguayo”, como sostienen “muchos sectores”.