“La casa es una primera dignidad de la persona, un derecho. Desde ese enfoque los Arquitectos de la Comunidad conciben su trabajo y lo extienden a todos aquellos actos profesionales que requieren la intervención de un arquitecto”, dice la presentación de un libro con el que festejaron sus primeros diez años. Son 73, la mayoría mujeres, y atienden en cinco estudios de fácil acceso a nivel de calle: tienen previsto que todos sus locales sean en planta baja y con puerta a la calle, en zonas no céntricas de Montevideo y Ciudad de la Costa.

Adoptaron el método de Rodolfo Livingston, un colega argentino que estableció “el diseño arquitectónico participativo conjuntamente con el cliente”. “Te querés hacer una casa o una ampliación y llegás con un planito de lo que más o menos querés. Eso permite ver lo que querés o si hay algo más que no está plasmado. Entonces les hacemos una serie de preguntas a la persona y a la familia para ver realmente lo que quieren, porque a veces se piensa que hay cosas que no se pueden hacer, pero no es así. Después les hacemos una presentación de los proyectos, por lo general tres o cuatro, y la persona con la familia se los lleva, los analiza y decide si es uno, otro o una mezcla de los tres”, explicó Adriana Castaño, una de la cooperativistas.

El método de Livingston fue aplicado con éxito por el Programa Arquitectos de la Comunidad de Cuba y se constituyó en un antecedente del que aprender. Por su parte, en 1999 la SAU constató que en 31% de los hogares uruguayos se había realizado alguna intervención, pero que sólo 6% había contado con asistencia técnica. Con el impulso del entonces presidente, Ricardo Muttoni, se decidió implementar un programa con perfil participativo, que en 2000 se plasmó en Arquitectos de la Comunidad. Magdalena Bervejillo contó que Livingston adoptó muchos términos de la medicina a la arquitectura, como “el arquitecto de familia, a partir del concepto de médico de familia”, y escribió un libro al que tituló Cirugía de casas. “En la Argentina, entre 60% y 70% de las viviendas se reforman una o más veces durante su vida útil. Esto significa un enorme caudal de energía constructiva, de dinero y de tiempo. Un caudal que existe y seguirá existiendo paralelamente al que se dedica a la construcción de obras nuevas. Si en estas últimas la intervención de los arquitectos es mucha menos de lo deseable, en el campo de las reformas es prácticamente inexistente. ¿A qué familia de la clase media se le ocurre consultar a un arquitecto para mejorar o ampliar su casa? Un superficial estudio de los resultados de este hecho arroja una gran cantidad de errores, de dinero malgastado, de tiempo perdido, de ilusiones frustradas. Errores, tiempo, dinero y frustraciones que podrían haberse ahorrado, la mayoría de las veces, con una sola hora de consulta a un arquitecto. Los errores más frecuentes pertenecen al campo del proyecto: le sigue la compra de muebles, objetos o materiales desproporcionadamente costosos que, en general, impiden la terminación del equipamiento”, dice Livingston en el libro.

Pequeños actos

Arquitectos de la Comunidad tiene estudios en Malvín, Paso Molino, 8 de Octubre, General Flores, Ciudad de la Costa y Mercedes (Soriano). En cada uno hay una “guardia” de dos arquitectos para atender cualquier consulta. La mayoría de los interrogantes llegan por teléfono, y han recibido un promedio de 5.000 llamadas por local desde 2000. “La gente plantea su problema, se genera una consulta con el cliente a la brevedad, generalmente se va al sitio y esa cita tiene un costo. Trabajamos colectivamente, porque cuando se toma un trabajo siempre se hace de a dos. Es una forma de trabajar en equipo y una garantía para el cliente”, expresó Bervejillo. Los presupuestos se realizan a partir del concepto de “acto arquitectónico”, y su costo está determinado por “los honorarios profesionales”. “Nadie contrataba a un arquitecto para cambiar una ventana de lugar, cambiar una mesada de la cocina, cambiar un piso o tratar las humedades de una pared. A eso le llamamos acto arquitectónico”, agregó Bervejillo.

Los aranceles son determinados por la SAU y muchas de las tareas que ahora realiza Arquitectos de la Comunidad “no estaban aranceladas”. “Hay algunos certificados que antes eran llenados por gestores y los arquitectos sólo ponían la firma. Ahora eso no se puede hacer, y hay muchos certificados que la gente necesita para resolver problemas, que se empezaron a arancelar para nosotros”, explicó Adolfo Batista.

Los servicios de la cooperativa están dirigidos a atender a vecinos, familias, edificios de propiedad horizontal, administradores de propiedad horizontal, inmobiliarias, empresas, cooperativas de vivienda, gremios, asociaciones, comercios, locales industriales y constructores.

Bervejillo habló del trabajo en la zona que atiende el estudio de Paso Molino y dijo que “se han hecho reformas de casas, ampliaciones de todo tipo y resuelto patologías constructivas en muchas oportunidades”. Castaño contó que le tocó solucionar un trabajo mal hecho por un constructor, que provocó una grieta entre dos planchadas y que se lloviera dentro de una vivienda. “Buscamos la solución más económica, fácil y práctica para la familia. Se unieron las losas con determinados productos, se pudo hacer una impermeabilización y no se llovió más. Después nos contrató una hermana, luego la cuñada, y ahora estamos haciendo una regularización con una tercera hermana”, añadió Castaño.

“Patologías constructivas hay de todo tipo: humedades de zócalos, problemas de baños mal instalados, casas mal cimentadas que hay que refundar. La humedad es el problema más grande que hay en el país. Siempre es solucionable, pero depende de si se puede pagar lo que hay que hacer”, dijo Batista.

Si bien atienden requerimientos de cualquier envergadura, con la atención de demandas más pequeñas descubrieron “un nicho del mercado que hasta ahora estaba desatendido por profesionales”, y se convirtieron en “componedores de líos”. Bervejillo explicó que muchas veces el trabajo de ellos consiste simplemente en esclarecer el orden de títulos, sucesiones, compraventas y otros documentos con los que la gente a veces no sabe lidiar. Entre los trabajos más grandes que realizaron se cuentan una obra en el Mercado de los Artesanos de la plaza Cagancha y la rehabilitación de los exteriores del Palacio Díaz, en 18 de Julio y Ejido.