En la frontera, algunas mujeres somos vistas como potenciales víctimas de robo, violación, secuestro, trata y tráfico de personas. Resulta casi ridículo escribirlo, pero llegar a las 6.00 a la terminal de ómnibus de Rivera es sinónimo de que el guarda te advierta que “es mejor esperar que aclare” para caminar diez cuadras hasta el hotel. Esto supone ir por la avenida principal (Sarandí o Andrade, según de qué lado de la línea divisoria imaginaria estemos), bordeando el Parque Internacional, epicentro de la actividad lúdica y cultural de la zona, espacio público de festivales gauchescos y de rincones donde niñas y adolescentes son expuestas a situaciones de explotación sexual.

Hago tiempo en la terminal antes de encontrarme con las mujeres que asisten a la 4a Acción Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) en Brasil, que se realiza cada cinco años desde 2005 y se realizó el 26, 27 y 28 de setiembre. Los baños femeninos están en el primer piso. En el descanso de la escalera se aclara: “Prohibido subir hombres”.

Hago tiempo en la terminal, sumisa a la indicación masculina. Otras 15 personas también lo hacen. Toman mate, miran el escaso horizonte donde apenas se asoma un morro verdoso. Leo repercusiones de la visita de Judith Butler a Argentina. Remarca la importancia de “rechazar el lenguaje del debate provida o contra la vida”: “Lo que está en cuestión es: ¿cuáles, de quiénes, son las vidas que importan? Ésta es la pregunta a la que se refiere el debate del aborto: ¿la vida de qué mujeres importa?, ¿qué vidas son las que se hacen vivibles, incluyendo poder decidir cuándo tener hijos?”.

6.49. Cinco ómnibus y camionetas de bagayeros descargan cajas sin parar. El cielo no va a salir de este gris. Con el recuerdo de las vidas truncadas de dos niñas de 12 y 13 años que quedaron embarazadas producto de abusos reiterados en el Parque Internacional, me levanto y me animo a cruzar la frontera. 500 mujeres que le hacen frente a la opresión machista me abrazan.

No somos incubadoras

Entre batucadas, pañuelos violetas y verdes, faldas naranjas, rondas de cánticos reivindicatorios, sindicalistas, parlamentarias, negras, lesbianas, llegaron al Teatro Municipal de Rivera para participar en el primer panel, “Coyuntura de la discriminación y despenalización del aborto en Argentina, Brasil, Uruguay”.

Cíntia Barenho, una de las coordinadoras de la MMM de Rio Grande do Sul, recordó que las mujeres deben luchar todos los días por conquistar su derecho al cuerpo, por lograr escapar de los circuitos clandestinos de aborto y contra parlamentos como el brasileño, que la semana pasada aprobó por ley que la familia es solamente la unión entre un hombre y una mujer.

“El aborto es parte de la vida de las mujeres”, continuó Sónia Coelho, de la MMM-Brasil. “No siempre ha sido criminalizado. La criminalización es una nueva forma de controlar nuestros cuerpos y nuestras vidas, y tiene consecuencias directas en mujeres pobres y negras”. Por eso señaló la importancia de hacer trabajo de base con mujeres, formación política para desarrollar su autonomía.

Si bien en Brasil hubo varios proyectos por la despenalización a comienzos de los años 90, que se sumaron a la campaña latinoamericana y del Caribe, lamentó que desde mediados de esa década el movimiento feminista de su país “no tenga una estrategia [conjunta] por la despenalización”. Coelho sostuvo que “la perversidad del machismo es impedir que las adolescentes puedan acceder a anticonceptivos de emergencia” para acabar con embarazos no deseados.

Así como argentinas y uruguayas habían hecho referencia en cánticos y charlas de pasillo al uso del misoprostol para abortar, Sónia destacó que mientras las brasileñas pudieron usar Cytotec (el nombre comercial con el que se la vendía en su país) “disminuyeron las muertes de mujeres por aborto”, pero ahora “pasó a ser comercializado por las organizaciones criminales que controlan su venta”, lo que pone doblemente en riesgo la vida de las mujeres.

Maru Casanova, politóloga e investigadora de Mujer y Salud en Uruguay (MYSU), destacó las “dificultades para la implementación” de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y la necesidad de “avanzar sobre lo logrado” en la agenda de derechos. Señaló que es necesario difundir más y mejor los servicios de salud sexual, reproductiva y de aborto que se implementan en el país, y que el monitoreo social debe sostenerse para evaluar el funcionamiento de las políticas públicas. Subrayó que la objeción de conciencia es una de los principales barreras que persisten en el acceso a IVE, además de las continuidades al modelo materno-infantil en políticas de salud. Casanova mostró al auditorio una foto tomada minutos atrás: era del Monumento a la Madre, en Rivera, cuyo lema es “ternura y amor, abnegación, sacrificio y renuncia”, y concluyó: “Tenemos todavía una larga batalla cultural por delante”.

Dora Martínez, integrante de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, remarcó que estas instancias internacionales son positivas para “intercambiar experiencias” en la lucha por la despenalización y legalización del aborto, es decir, “por el derecho inalienable a decidir sobre nuestros cuerpos, nuestro territorio”. Instó a construir una “ofensiva” regional que signifique “dar vuelta la agenda de los gobiernos” para que se enfoquen en los derechos de las mujeres.

Recordó que la lucha por el aborto legal en Argentina comenzó como un taller de estrategia por el derecho al aborto, desarrollado en el 18° Encuentro Nacional de Mujeres, que derivó en la constitución de la Campaña Nacional en 2005. Cinco veces después de haber presentado proyectos de ley para la despenalización del aborto, “todavía tenemos que seguir luchando contra el patriarcado, representado especialmente por la iglesia y el Estado”, indicó la sindicalista. “El aborto sigue siendo una deuda de la democracia, de las gestiones de gobierno y de salud pública”, agregó. Mientras que “el patriarcado nos puso en un lugar de incubadoras, la resistencia feminista ha salvado vidas y ha logrado que las mujeres se empoderen”.

Con misoprostol en mano

En la mañana del domingo se realizaron ocho talleres simultáneos sobre saberes populares y ginecología natural; mujeres negras; mercantilización y medicalización del cuerpo; políticas públicas contra la violencia de género; identidades de género; educación feminista y construcción de resistencias para la vida de las mujeres. En este último, las Socorristas en Red de Argentina contaron cómo funciona desde 2012 su organización, que nuclea a 23 grupos en todo el país que asesoran sobre el uso de misoprostol mediante contactos personales en espacios públicos con quienes deseen interrumpir un embarazo no deseado. En lo que va del año acompañaron a 1.293 mujeres.

En el encuentro se acordó replicar la “pedagogía socorrista”, con un fuerte hincapié en la “despenalización de la palabra”, para “desdramatizar” las narrativas en torno a la práctica de abortar, además de generar redes de “profesionales amigables” que apoyen en esta decisión. “Es una tortura para la mujer practicarse un aborto y vivir con culpa. Las mujeres vamos a seguir abortando. Nuestra lucha es para no seguir muriendo. Vamos a morir menos si estamos organizadas”, dijeron.

En el marco del Día Internacional por la Despenalización del Aborto, ayer al mediodía ocuparon una vez más el Parque Internacional al grito de “Mujeres, feministas, revolucionarias, seguiremos en marcha hasta que todas seamos libres”.

En Uruguay el aborto sigue siendo un delito (artículos 325 y 325 bis del Código Penal), por fuera de las condiciones restrictivas establecidas por la ley IVE. Este año, dos mujeres fueron procesadas con prisión en Maldonado, y MYSU relevó la semana pasada otros casos de procesamientos por aborto en Rivera.

Bordeo el parque, pienso en esas niñas que ahora juegan allí. Recuerdo como un mantra la reflexión de Herta Müller, en su ensayo Hambre y seda, sobre la inexistente ley de aborto en Rumania durante el régimen de Ceausescu: “Me da miedo pensar que, algún día, muchos niños se enterarán de por qué están en este mundo. El tercer, cuarto, quinto hijo de una madre será incapaz de ignorar la relación entre su propia vida y la obligación de tener hijos que pesaba sobre las mujeres”.

Los relatos de aborto son también relatos de vida.