El ciclo de debates se llama “La crisis del capitalismo, una mirada desde la izquierda” y la primera mesa discutió sobre la política exterior uruguaya. Convocado por el colectivo Cuadernos de Taller, tuvo lugar en La Huella de Seregni y los expositores fueron el titular de la Junta Nacional de Drogas, Milton Romani, el ex vicecanciler Roberto Conde y la senadora Constanza Moreira. Sus ponencias fueron antecedidas por comentarios de Mónica Xavier, Javier Cousillas y Pablo Anzalone.
El primero en hablar fue Romani. Comenzó diciendo que la política exterior no puede estar reducida al comercialismo y al economicismo; reclamó una autocrítica sobre la marcha de procesos de integración como el Mercosur y opinó que la izquierda uruguaya debate poco la agenda internacional. “Las organizaciones uruguayas tenían una visión internacionalista que parece haber desaparecido. Y no nos confundamos: la discusión del TISA [Acuerdo de Liberalización del Comercio de Servicios] fue pertinente, como la del TLC [Tratado de Libre Comercio] con Estados Unidos, pero nos debemos una reflexión estratégica, porque hoy no tenemos beneficio de inventario. ¿Alguien se preguntó qué pasó con los países que sí firmaron un TLC? Eso no se hace. Viene enseguida otro capítulo y a otra cosa; nos falta sistematicidad y profundización”, reflexionó.
Luego tomó la palabra Conde. Dijo que el TISA es el acuerdo comercial “más salvaje” que se planteó a nivel global desde 1945; pronosticó que ni siquiera los diputados euroconservadores lo terminarán votando y saludó, entre aplausos de la platea, la decisión de rechazarlo que tomó el Frente Amplio (FA). También cuestionó la marcha de la integración regional: dijo que los países del Mercosur siguen siendo “economías paralelas orientadas hacia el mercado exterior”, aunque también descartó otras “vanas ilusiones”. “En un análisis objetivo del capitalismo global no hay nada que permita asegurar que el vínculo de cada país, por separado, con el mercado mundial puede generarle seguridad para construir su desarrollo”, señaló Conde, quien planteó como alternativa válida el rescate de la vigencia de los organismos multilaterales.
Moreira discrepó con la idea de que exista una crisis del capitalismo, sino más bien del “capitalismo regulado”, en particular frente al modelo de las transnacionales: “En Uruguay hay más regulaciones sobre el capital doméstico que sobre las transnacionales, cuando debería ser al revés; está claro que la capacidad de presión de Botnia y Montes del Plata para pedir beneficios fiscales es superior que la del tallercito de la esquina”. Según la senadora, uno de los instrumentos más progresistas del capitalismo regulado son los impuestos, pero la izquierda mantiene una “visión vergonzante” de esa herramienta. “No hay que tener ese miedo de espantar, como decía Lenin, que es también miedo a perder elecciones; eso puede tener consecuencias desideologizantes para la izquierda”, dijo.
Como pasa muchas veces en estas mesas, la apertura de un espacio para preguntas generó un intercambio interesante con los panelistas. Moreira, por ejemplo, respondió así a una consulta sobre la relación del FA con el ambientalismo: “La izquierda uruguaya tiene un debe con el capítulo de medioambiente, [ya que] es presa de un desarrollismo un poco fisiocrático; y el ecologismo tiene una relación un poco controvertida con la izquierda: cuando se juntan los ecologistas con los blancos y con sus caballos, a mí se me ponen los pelos de punta”.
Otra pregunta apuntaba a si Uruguay admitiría un fenómeno como el de Podemos. Romani respondió: “Yo creo que el FA es Podemos; Podemos es la expresión de una crisis profunda de la socialdemocracia europea y una alternativa a la caída del PSOE [Partido Socialista Obrero Español]. Creo que el FA sigue siendo la alianza de izquierda en la que hay una alternativa que podemos desarrollar, y este tipo de debate demuestra que podemos”.
Otro interrogante apuntaba a la vigencia de la lucha de clases. Conde contestó: “Lo que no tiene cabida en las sociedades contemporáneas es la lucha clásica de clase contra clase, pero esto no significa que la evolución histórica haya dejado de ser una consecuencia de la lucha social y que ésta no deba ser conducida colectivamente, en base a una forma ideológica. Hemos escuchado el reproche, de la derecha y hasta increíblemente de gente que se dice de izquierda, de que nos opusimos al TISA por razones ideológicas, como si la ideología fuera una lepra. Yo sigo pensando que sin eso no hay construcción histórica”.